I do not own Rorouni Kenshin, bla, bla, bla...

Note: Be warned. It will include violence, some use of profane language, and will include some extent of explicit sexual contend . So keep on reading at your own risk.

 

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Warning- Warning- Warning

 

Lemon ahead

Keep on reading ONLY if you are  not under 17. If not, read next chapter. This one does not affect the rest of the story.

 

Advertencia:

Capitulo apto para mayors de 17. su no lectura no afecta la continuidad directa de la historia

 

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Oh Beloved,
take me.
Liberate my soul.
Fill me with your love and
release me from the two worlds.

If I set my heart on anything but you
let fire burn me from inside.

Oh Beloved,
take away what I want.
Take away what I do.
Take away what I need.
Take away everything
that takes me from you.

 

Oh, Amado

Tómame

Libera mi alma

Lléname con tu amor

Y libérame de ambos mundos

 

Si pongo mi corazón en otra cosa que tú

Que el fuego me consuma desde mi interior

 

Oh Amado,

Llévate lo que deseo,

Llévate lo que hago

Llévate lo que necesito

Llévate todo aquello

Que me aparta de ti

 

Jalaluddin Rumi (Persian poet)

 

 

 

Antes de que tuviera idea de lo que pasaba, estaba en mitad del corredor, viajando sobre el hombro de Enishi.

Recorrieron el trayecto literalmente en segundos. No es que hubiera mucha distancia,  pero había que atravesar un corto corredor y el estudio para llegar a la habitación de él.

 

Apenas traspusieron el umbral y  la puso de nuevo en pie, Asiyah se descubrió con la espalda apoyada firmemente contra la pared. Las manos de él parecían volar por todo su cuerpo y de pronto sintió como era izada en el aire, mientras Enishi hacía que sus piernas lo rodearan, levantándole los muslos por detrás haciendo que sus brazos sostuvieran todo el peso del cuerpo de ella. No había soltado sus labios ni siquiera por un momento y sentía claramente a través de las ropas la excitación de él, presionando firmemente contra ella. De pronto, divertida comprendió la utilidad de los profundos tajos de los vestidos que él le había regalado a lo largo de las últimas semanas...Este no los había tenido...al menos hasta  momentos atrás, cuando las manos de él rasgaron la seda, buscando facilitarle el situarla en aquella posición.

 

Después de la fiera reacción inicial, él volvió a ponerla en el suelo, la tomó por la muñeca y la condujo hacia su lecho. 

La hizo sentarse al borde de la cama, y él se sentó detrás suyo. Con increíble parsimonia le quitó la dupatta, y desarmó la enroscada trenza en que contenía sus larguísimos, rojos cabellos, que cayeron en incontenible cascada sobre su espalda y la cama. Enishi hundió su rostro  y sus dedos en la sedosa masa, aspirando su perfume, lentamente, y Asiyah sintió como con tan solo aquellos simples toques se le erizaba todo el vello del cuerpo. El parecía tener la intención de tomarse todo el tiempo necesario, sin apresuramientos. Ella se mordió los labios, pero no pudo evitar que un gemido involuntario escapara de su garganta.

 

-         Bien...eso es...- le susurró al oído- Y aún ni siquiera empezamos...

 

La voz enronquecida y su aliento tan cercano la hicieron estremecerse, y dejó escapar otro gemido, sin poder contenerlo. Con la misma deliberada lentitud que había usado para liberar su cabello, comenzó a quitarle el vestido deslizándolo suavemente hacia los hombros, mientras sus labios y dientes tomaban posesión de su nuca.

 

Las sensaciones que la boca y las manos de Enishi sobre su piel estaban provocándole era devastadoras, intoxicantes. Intentó darse la vuelta, quería crear en él el mismo fuego que la estaba consumiendo. Quería ver su rostro, capturar su boca, tocar su piel, pero sus manos la mantuvieron firmemente sentada en la misma posición.

 

-         Te prometo que tendrás tu turno- susurró, como adivinando sus intenciones – Ahora es el mío. Después, después podrás hacerme lo que quieras, todo lo que desees, que me entregaré gustoso en tus manos.

 

Durante lo que le pareció una eternidad, Enishi jugó con su cuello, su nuca, mordisqueó los lóbulos de sus orejas, hasta que la hizo levantar y dar la vuelta , él aún sentado justo frente a ella, las piernas a cada costado de su cuerpo. De un  fluido movimiento, deslizó el vestido hacia el suelo, y entonces fue su turno de contener la respiración.

 

La luz de la luna llena que entraba por la ventana bañaba su cuerpo y le dejaba observar con precisión cada detalle.

Él había oído hablar del nuevo tipo de ropa interior que la mujeres occidentales usaban en Europa, pero hasta aquel momento, nunca la había visto. Era un tema de bromas entre los caballeros a la hora de entrar en el salón de fumar.

Se había encontrado con los incómodos y apretados corsés, que usaban las británicas, las bandas de tela tradicionales con que las mujeres chinas y japonesas elegían fajarse, las finas enaguas de las rusas, y la desfachatada desnudez de las francesas, pero nunca la refinada transparencia del encaje que apenas velaba las regiones más íntimas de aquella mujer. El marcado contraste entre la blancura de su piel, el rojo cabello que caía hasta la mitad de sus muslos y el encaje oscuro hacían la visión aún más hipnotizante. Tomó nota mental de recordar comprar más de aquellas provocativas prendas.

 

El incremento en la rapidez de su respiración entrecortada, y los sonidos roncos que salían de entre sus dientes apretados le dio la pista a Asiyah de que a él le agradaba lo que estaba viendo. La tomó por las caderas y la atrajo más cerca. Ella tironeó de la chaqueta que el se había vuelto a colocar antes de dejar el dojo, sin cerrarla, y luego le desprendió la que llevaba debajo, pasando sus manos sobre su pecho. Aquí y allá había algunas marcas de pasadas heridas, que ella delineo con sus uñas, haciéndolo estremecer.

 

Con indecible lentitud, Enishi comenzó a acariciar sus pechos, sobre el encaje que los guardaba, que no podía ocultar la aspereza de aquellas manos encallecidas por años de entrenamiento con las espadas. Los pezones respondieron de inmediato al íntimo contacto, endureciéndose instantáneamente. Un gemido ronco escapo de la garganta de la joven. Una  maliciosa sonrisa se dibujó en el rostro de Enishi ante la velocidad de la reacción.   Asiyah sintió que sus rodillas cedían, y él detuvo su caída, tomándola por la cintura y haciéndola sentar sobre su regazo. Sus rostros casi se tocaban por la cercanía, y se enfrascaron en un beso incendiario. Ella parecía no poder dejar de jugar con su pelo y recorría los músculos de sus brazos una y otra vez, deleitándose con el contacto de su piel.

 

El la tomó por las caderas, y la empujó tratando de acercarla aún más a su propio cuerpo, mientras casi de manera instintiva embistió la pelvis de ella.

Necesitaba tenerla. Ahora.

 

Gruñendo por la momentánea separación, Enishi se quitó la ropa que aún tenía puesta, arrancando botones y tiras en el proceso. Ella quiso imitarlo con la suya, más pausadamente, pero los dedos de él se hicieron cargo, posesivos, demandantes. En segundos, se hallaba completamente desnuda, sobre la cama, con él tendido a su lado en el mismo estado. El cerró los ojos y apretó los dientes, permitiéndole recorrerlo con sus manos por unos instantes, hasta que no pudo soportar la urgencia y retomó el control de la situación.

 

La puso boca arriba, y trazó con su lengua y sus dientes un sinuoso camino hacia sus pechos mientras una de sus manos se deslizaba entre sus rodillas y las separaba ligeramente, para ir ascendiendo lentamente, dibujando con las ásperas, callosas yemas formas y círculos sobre la piel temblorosa, erizada. En el momento en que su boca tomó posesión de uno de sus pechos, su mano se adentró entre los rizos que coronaban su monte de venus. Asiyah no pudo contener un grito ante ambas sensaciones combinadas, y clavó las uñas de una de sus manos profundamente en el hombro de él  mientras con la otra tironeaba con fuerza de su cabello. Sintió que se derretía, que su cuerpo ardía con una presión incontenible que creía y creía, anidada en el fondo de su vientre. Cubrió los dedos de él con los suyos y lo guió allí donde más lo necesitaba. Él levantó su rostro por unos segundos  y sus miradas se cruzaron. Había hambre, necesidad, y fuego en los ojos de los dos. El tomó el otro pecho y lo sometió al mismo tratamiento, mientras su mano seguía el ritmo que ella le iba marcando.  Finalmente sintió como ella iba escalando lenta pero seguramente hacia la cúspide y la llevó hasta allí, hasta que ella gritó su liberación, su nombre en sus labios, retorciéndose bajo sus caricias.

 

Antes de que los temblores abandonaran su cuerpo, sintió como él se ubicaba encima suyo, separándole las piernas para darle un acceso completo. Enishi se echó hacia delante, apoyando todo el peso de su cuerpo sobre sus codos, hasta que sus rostros estuvieron a centímetros.

 

-         Voy a decirte esto aquí y ahora. Y no voy a repetirlo nunca más, así que presta atención. Nadie hasta ahora, excepto Tomoe, me había sido tan leal y se había ocupado de mí solo por amor, sin desear nada a cambio. Nadie se había molestado en tratar de entenderme o de acompañarme en mi causa, aún sin estar de acuerdo o aprobarla, solo por lealtad. Por eso, te has ganado mi eterno respeto y mi corazón. Te amo, y por eso te tomo en este lugar y momento y te hago mía como mi compañera para siempre.

 

Sintió como las lágrimas corrían por sus mejillas, no por el momentáneo dolor cuando él la poseyó, que ya empezaba a apagarse, sino por sus palabras. El hecho de que él le asegurara que nunca más iba a repetirlas no le sorprendía, lo que nunca había esperado en realidad es que él las dijera alguna vez. Y aquello era sólo el principio.

 

Con ardor renovado, ella acompañó cada uno de sus movimientos, y pronto sintió como las acometidas de él se hacían cada vez más rápidas y recias, mientras la llamaba con voz ronca entre gemidos y jadeos. Finalmente su cuerpo se tensó, echó la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados y los dientes apretados y se derramó en ella, para colapsar encima de su cuerpo.

 

Unos instantes después, se había acurrucado, sus piernas dobladas bajo su cuerpo, aún entre las piernas de ella, pero ya no unido a Asiyah, la cabeza sobre el pecho de la joven, sobre su corazón, abrazándola, mientras ella hacía lo propio con él.

 

-         No estuvo mal para ser la primera vez...- susurró con voz soñolienta.-Ah...pero la noche es larga todavía, koishii. Mejoraremos. Ahora no me sueltes, por favor, quiero quedarme así, quiero sentirte así.

-         Anata...- lo sintió tensarse ante la forma cariñosa, íntima en que lo llamó, pero la cálida mirada turquesa, tan distinta  a la que reservaba para su vida cotidiana, le dijo que todo estaba bien – No vas a volver a decirlo, ¿verdad?

-         Sabes que no.- una sonrisa apareció en su cara, mientras cerraba los ojos.- Pero realmente es lo que siento. Ahora que ya lo sabes, no es necesario repetirlo continuamente. Una cosa que es un tesoro, se guarda, se protege de la mirada de los envidiosos que podrían robarla o destruirla, por el contrario cuando algo se expone demasiado es porque en realidad se trata de una baratija.

 

Quedaron en silencio, ella atesorando cada palabra que lo había escuchado pronunciar

 

-         Ahum....- finalmente, el sueño empezaba a apoderarse de ella, aunque luchaba por mantener los ojos abiertos

-         Oh, no, no, no, pequeña. Nada de dormirse. Tengo mucho que enseñarte todavía. Y hoy es solo el principio.

 

Su mirada maliciosa y la amplia sonrisa le advirtieron que tenía una muy larga y agotadora noche por delante, sentimiento que se confirmó cuando sintió nuevamente las  grandes manos de él recorriéndola con sensualidad.

Cerró los ojos y se dejó transportar de nuevo hacia aquel mundo de placeres que él acababa de descubrirle

 

 

 

N de la A:

 

Me tomé una licencia aquí con la poesía citada más arriba, y por eso deseo hacer una aclaración.

La poesía de Rumi no es poesía amorosa. Es poesía mística, siendo el Amado, Dios, y cuando el amante (el buscador místico)ruega que lo libere de ambos mundos  se refiere a este (duniat)y el próximo (ajirat), fundiéndolo en la misma Divinidad ( fana' fi Tauhid, la aniquilación en la Unidad de los sufis). Y por eso el ruego final, de que aleje las distracciones del mundo (los deseos, las necesidades, las acciones)para que no pueda pensar en otra cosa que en el éxtasis místico. Los poetas sufis frecuentemente hablan de este éxtasis mítico comparándolo a la unión amorosa o al estado de ebriedad, de ahí que la mayoría de sus poemas tengan fuertes imágenes de esta naturaleza. Las Rubayat de Omar Jaiam (o Khayyam como se translitera aquí)son un clarísimo ejemplo, confundiéndose sus loas al vino con el vino literal, cuando en realidad se trata de la cuarta bebida mística de la teología islámica, siendo la primera el agua (conocimiento científico y empírico, sin el cual la vida sería imposible, igual que sin el agua) la segunda la leche, que fortalece los huesos (el conocimiento de los mandatos morales y religiosos, las leyes, etc)sin las cuales el cuerpo (la sociedad) se debilitaría hasta morir, la tercera bebida mística es la miel, que es el conocimiento y la práctica de la conducta de los líderes justos y virtuosos (profetas, santos, grandes filósofos, etc), y la última es el vino, que como este embriaga al sumergirse en la contemplación mística hasta hacer perder los sentidos.

Rumi es el fundador de la famosísima Orden de los Derviches Danzantes, conocidos mundialmente por danzar en círculos con trajes de amplios faldones que les permiten mantenerse en ese estado por horas, supuestamente produciendo el estado de embriaguez mística con esta practica. Cada Tariqa o grupo sufi tiene sus propias practicas distintivas.

 

La incluí, porque al margen de la intención inicial del autor, me pareció adecuada para la escena.

 

En el futuro, habrá referencias a poesía clásica china y japonesa.