I do not own Rorouni Kenshin, bla, bla, bla...

Note: Be warned. It will include violence, some use of profane language, and will include some extent of explicit sexual contend . So keep on reading at your own risk.

 

Please Review and comment it! I need some feedback…Onegai…

 

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La melancolía del destierro empezaba a notarse.

 

Pasaba horas recordando a sus amigas, sus lugares favoritos, los cielos dorados de su hogar, las flores de cristal, y tantas maravillas de las que solo encontraba aquí algunos pálidos reflejos...

 

Por fortuna, el haberse mudado a Shanghai le había dado la oportunidad de no estar tan sola.

Al menos allí tenía a alguien que no rehuía su compañía...aunque paradojalmente fuera el mismo que había causado su destierro

 

< En realidad soy muy injusta con él. Fui yo misma la que provocó esto. Yo tomé la decisión, y nadie forzó mi mano...>

 

El negocio de las piedras había sido una excusa. Ella podía producir oro y piedras, así como casi cualquier cosa que se le ocurriera, gracias a sus habilidades. No necesitaba trabajar o comerciar Pero a medida que el tiempo pasaba los humanos se volvían cada vez más burocratizados y querían saber de donde salía cada centavo que uno tenía. Además, aún siendo mujer, era menos sospechoso tener alguna actividad que justificara ingresos que hacer aparecer el dinero sin más.

 

Aún así, era mucho menos complicado llevar adelante todo con la sombra de Enishi sobre ella. Nadie preguntaba, nadie la molestaba y sobre todo nadie se atrevía a desairarla de modo alguno.

Las comisiones exigidas tradicionalmente para “seguridad” y otros ítems habían dejado de ser requeridas súbitamente, y ahí también se veía la mano de su ...¿amigo?

 

Mmmm..sí. Amigo.  Al menos por el momento.

 

Y era en cierta forma, una manera de denominar a la extraña relación que tenían, que cuando menos se podía calificar de complicada.

Al menos no estaba sola. Y eso ya era algo...

 

Y tenía con que distraerse.

Casi como al pasar, él le había sugerido que lo ayudara con el aspecto que más le incomodaba de sus negocios, que eran las reuniones sociales.

Habitualmente ese era el trabajo de Wu, pero desde hacía un tiempo, éste contaba cada vez con menor simpatía y confianza de parte de su jefe. De hecho, Enishi sospechaba que Wu había hecho negocios a sus espaldas por su propia cuenta y ahora estaba decido a tomar una parte más activa en aquella faceta de su trabajo.

Pero Enishi no era un hombre que tuviera tacto, así que ahora dejaba la organización de las reuniones de negocios en manos de Asiyah.

Si bien en general eran simples almuerzos o encuentros aún más breves que eso, de vez en cuando se requería algo más elaborado.

Como en aquella ocasión, en que recibirían a unos muy especiales clientes de Japón, en los que Enishi tenía un muy particular interés.

Y eso la mantenía durante muchas horas al día en la mansión, tantas que él había dispuesto un cuarto para que le sirviera de estudio para sus propios negocios y una habitación para las noches en que se hacía muy tarde y riesgoso para emprender el regreso a su propia residencia.

 

Sacudió sus cabeza como si aquello sirviera para espantar los nostálgicos pensamientos, y volvió su atención a su nueva “misión”.  El trabajo era un buen remedio contra los recuerdos...

 

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Era el acuerdo perfecto, pensó, su vista fija en la joven que trabajaba inclinada sobre los una pila de papeles en la mesa bajo los árboles de su jardín, envuelta en aquella niebla roja que eran sus largos cabellos y cuyo brillo y movimiento casi de vida propia nunca dejaba de sorprenderlo.

 

Ella no preguntaba, no metía las narices en nada, hablaba varios idiomas occidentales, cosa muy útil, era perfecta para los detalles, y la anfitriona ideal.

Un dato no menos importante era que  la hora de los negocios, desaparecía con gracia magistral, sin quejas ni el tan femenino deseo de entrometerse en los asuntos relacionados al dinero y el poder.

 

Además, en las pocas ocasiones en que había decidido probar su astucia pidiéndole consejo en asuntos menores, sus opiniones habían sido más que satisfactorias.

 

Otro dato interesante, era que tenía un marcado aunque sutil interés en él, esa clase de interés que garantizaba la lealtad absoluta de una mujer hacia un hombre.

 

El tiempo de que Heishin tuviera un retiro forzoso había llegado.

 

No lo había proyectado así en un principio.

El necesitaba a alguien cuidadoso con la planificación y los detalles. El era un hombre de acción, no de sutilezas. Por eso había soportado a Heishin todos aquellos años, que hasta poco tiempo atrás había sido un eficiente y leal administrador. Había asegurado esa lealtad en el pequeño perro ambicioso comprometiéndose a entregarle la organización completa una vez que terminara con sus asuntos personales en Japón. Hasta pocos meses atrás aquello había sido suficiente para mantener la fidelidad de su socio, pero desde su viaje a Japón para negociar con sus futuros invitados y estudiar la ampliación de su radio de operaciones hacia las islas, la actitud de Heishin había cambiado radicalmente.

 

Wu Heishin debía ser un tonto si creía que a él se le podían escapar aquellos detalles.

Enishi hubiera cumplido su acuerdo a su debido tiempo.

No tenía interés alguno en seguir ocupando su puesto al tope del trafico de armas en Shanghai. Odiaba la corrupta ciudad y gran parte de lo que hacía. Sólo lo llevaba a cabo porque tenía una meta. El sindicato, Wu, el dinero, todo eran solo herramientas para alcanzarla.

Una vez concluido todo, desaparecería.

Hasta podría iniciar una verdadera vida propia, con planes y proyectos para él mismo. Porque sus demonios ya no serían más.

Mientras su hermana le sonriera, todo estaría bien.

Y Tomoe le estaba sonriendo, apoyada contra la baranda de su balcón, en el extremo opuesto a donde él se hallaba, el chal púrpura apoyado apenas sobre sus hombros. Le devolvió la sonrisa.

De pronto, los ojos de Tomoe abandonaron los suyos y giró el rostro hacia el jardín, hacía el lugar donde estaba Asiyah sentada.

La sonrisa se le congeló en el rostro al ver los ojos de ambas clavados unos en los otros, como si pudieran verse mutuamente.

 

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No era la primera vez que veía a la triste dama de blanco. Pero si la primera en que reconocían mutuamente sus presencias.

No consiguió averiguar su nombre ni entre los sirvientes ni con Heishin , así que sólo podía llamarla así : la Dama de Blanco.

Cuando inquiría sobre ella todos le daban miradas extrañas y sostenían que Enishi no había recibido nunca a una mujer como la que ella describía, mucho menos con la frecuencia en que ella sostenía haberla visto.

La Dama de Blanco era realmente bella. Delicada y elegante, aunque siempre aparecía vestida de la misma manera en las ocasiones en que la había divisado en compañía de Enishi. Nunca la había encontrado sola, siempre estaba con él  en todas aquellas oportunidades. Había advertido que él hablaba con ella la primera ocasión en que los vio juntos, y aunque fue una visión fugaz, dado que ella no quería invadir su privacía, la mujer  parecía limitarse a responderle con una helada sonrisa y los ojos más tristes que hubiese visto jamás.

Siempre se había mantenido dentro de la mayor de las discreciones, y nunca se había entrometido con las visitas femeninas a la mansión, mayormente nocturnas, que eran manejadas de manera circunspecta y sutil. Pero con aquella mujer las cosas eran absolutamente distintas.

Por eso se sentía tan curiosa al respecto y el hecho de que nadie quisiera hablar de ella, como si no existiera en realidad solo añadía a su interés.

El único que podía responderle, sin embargo era Enishi. Y definitivamente, no podía preguntarle a él. A menos de que ella misma estuviera dispuesta a responder a los interrogantes que desde su primer encuentro Enishi intentaba  que contestara.

Tal como ella le había dicho en la recepción del Cónsul británico, cada uno tenía sus secretos, secretos de los que no deseban hablar. Y si uno presionaba al otro para conocerlos, inevitablemente éste recibiría la misma presión. No se hallaban preparados para cambiar el balance de su interacción todavía. Con el tiempo, debían llegar a ese punto. Pero categóricamente no había sonado la hora para que aquello aconteciera.

 

Suspiró. Definitivamente ya no podría concentrase por lo que quedaba de la tarde. No importaba demasiado. Tenía tres semanas por delante aún.

Cerró resignada la carpeta con sus papeles, acomodó su cabello en un apretado rodete, y puso la dupatta en su lugar. Por último tomó la lista de tareas para los sirvientes  y se dirigió al interior de la mansión, para entregársela al mayordomo.

Posó su vista nuevamente en el balcón. Ya no había nadie allí.

 

Era hora de volver a casa.

 

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Como cada vez que lo sabía ocupado, le dejó una  breve nota de despedida.

Solo que esta vez no estaba ocupado.

Realmente hubiera querido que ella se quedara a cenar. Deseaba preguntarle...

Un sentimiento ominoso, como si algo estuviera por ocurrir, flotaba en el aire.

 

Por algún motivo, no quería pasar la noche solo.

Llamó a Lo, el encargado de sus asuntos privados, y ordenó los arreglos pertinentes.

Y luego, se retiró a su cuarto, a esperar.

 

 

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Un toque helado sobre su mejilla la despertó sobresaltada.

 

En el medio de su habitación, iluminada solo por la luz de la luna, se hallaba la Dama de Blanco.

 

-         ¿Q-qué...? ¿Cómo...? ¿Por donde...por donde entró?

-         Eso no importa ahora. Se que te preocupas por Enishi y por qué. Ahora debes ir con él . Su vida está en peligro. Tratarán de matarlo en los próximos minutos

-         ¿Por qué no se lo advirtió cuando estuvo hoy en la casa? Yo ...nunca llegaría a tiempo...

-         Sé lo que eres...y de lo eres capaz. Usa tu magia. Eres la única que puede ayudarlo ahora . La casa estará rodeada, para asegurar que no pueda escapar si logra dar cuenta de los de adentro. Hay un pasadizo en el sótano que tiene salida sobre el camino atravesando el bosque. Utilízalo y estarán seguros. Ahora ve, no pierdas más tiempo.

-         ¿Cómo sabe que yo...?

-         ¡No hay tiempo!

 

Definitivamente, aquello era extraño. Se pellizcó, pensando en que podría tratarse de un sueño. Pero ella seguía allí...y tendría un feo moretón en su brazo por la mañana.

 

-         En fin...que diantre... Espero que tenga razón, porque si no...

 

Abrió un portal mágico y se encontró en la habitación de Enishi. 

Sintió que su rostro se volvía tan rojo como su cabello. Él estaba desnudo de la cintura para arriba, besando a una jovencita, en la misma situación. Giró hacia la pared y carraspeó. Sabía que no era necesario, porque  automáticamente él registraría su presencia en el lugar. Y no estaría feliz por ello.

 

<Mala idea entrar directamente a su cuarto sin golpear primero...>

 

-         ¿Que- haces- aquí?- marcó cada una de sus palabras con disgusto evidente en la voz, mientras se acercaba con paso veloz hacia donde estaba parada.

-         Yo...

-         Mírame cuando te estoy preguntando algo...- La tomó de los hombros y la levantó en el aire hasta quedar cara a cara

 

Su acompañante se había retirado hacia el lecho. Antes de que ella pudiera articular palabra, vio con horror el destello de la  hoja de una daga acercándose hacia la espalda de  Enishi e hizo lo único que se le ocurrió : interpuso ambas manos una sobre otra, para tomar el mayor impacto del arma. Sintió fuego atravesándole las palmas pero su esfuerzo detuvo el golpe lo suficiente como para que Enishi reaccionara y mandara volando de un golpe a su atacante, que cayó al piso inconsciente.

 

-         Creo que llegué a tiempo... Ah...¿Ves la clase de lealtad que obtienes de mujeres a las que tienes que pagarle?

-         ¿Como supiste...?- él creyó notar un dejo de celos en aquella respuesta, pero decididamente, ese no era momento ni lugar para analizar aquello.

-         Tu amiga me avisó...te diré todo en cuanto salgamos de aquí. Alguien te quiere bien muerto y la casa es una gran trampa. Pero yo sé como salir.

-         Esto va a dolerte...

-         ¿Tengo alternativas?

 

La sonrisa tras la cual pretendió ocultar el dolor se desvaneció cuando él extrajo la daga aún clavada a sus manos.

 

-         Lo siento, lo hice lo más cuidadosamente posible...¿Puedes moverlas?- se disculpó al ver las lágrimas que surcaban su rostro y la sangre que salía de su labio inferior a consecuencia de haberlo mordido para no gritar.

 

Ella hizo un intento. A pesar del dolor que corría por ellas tenia absoluta movilidad de sus extremidades superiores.

 

-         Eso es un buen síntoma...Los nervios y los tendones parecen no haber sufrido daños...- Enishi tomó una pistola, la puso a la cintura,  y desenfundó su espada.

-         Mejor nos vamos, antes de que ataquen la casa

-         Ninguno de los dos saldrá vivo de este cuarto.

 

La mujer que había atacado a Enishi había salido de su inconciencia y ahora blandía una pistola. Detrás suyo, el cajón de  un escritorio estaba abierto. Era evidente que alguien  había colocado el arma allí, por cualquier posible eventualidad.

 

-         Maldito perro...golpeas fuerte...pero no tan fuerte...- La joven se frotaba la cabeza- Y sé que eso es lo único que  puedes hacerme por esa manía tuya que te impide dañar a mujeres jóvenes...Lo lamento por ti...tu sentimentalismo le costará la vida a tu amiga también...Que se diviertan en el Infierno...

-         ¿Quien te mandó?

-         Alguien que se cansó de esperar...¿Tienes algo que decirle al que desde ahora puedes considerar tu ex socio?

-         Tal vez Enishi no pueda hacerte nada...Pero créeme querida, yo sí puedo...- Asiyah  interrumpió a la joven. Se había puesto de pie y sobre una de sus manos sangrantes se formó una pequeña bola de fuego.

 

La mujer vio con incredulidad como sus ropas comenzaban a incendiarse al tomar contacto con lo que Asiyah le había arrojado y se echó al suelo rodando para intentar apagarlas, sin el menor éxito. En realidad, el fuego parecía incrementarse a cada segundo hasta que todo su cuerpo se convirtió en una antorcha aullante de dolor  cuando las llamas empezaron a quemar su carne.

 

-         ¿Nos vamos?

 

La mirada de Enishi era una mezcla de horror, confusión y cierto alivio. Y ciertamente también le indicaba con claridad que no podría evitar tener que contestar muchas preguntas en cuanto estuvieran a salvo.

 

El ataque a la mansión ya había comenzado. Enishi se abrió paso a golpes de espada y balazos hasta donde le había indicado Asiyah, que iba detrás suyo casi pegada a él. Tal como la Dama de Blanco instruyera a la joven, encontraron el pasadizo y una vez que aseguraron la entrada para que nadie los siguiera, escaparon a través de él.

 

Asiyah empezó a notar a la mitad del pasadizo como los pies empezaban a pesarle una tonelada y la dificultad en su respiración,  pero lo atribuyó al  cansancio de la carrera y al shock del dolor en sus manos.

Pero supo que algo andaba realmente mal cuando apenas salidos del bosque cayó sobre la hierba y ya no pudo levantarse.

 

-         Veneno...- dijo Enishi tocándole la frente. A pesar de tener frío sabía que estaba ardiendo. Él la cargó sin mayores ceremonias sobre su hombro y apuró la marcha- Tienes que aguantar. Si no sobrevives, te juro que lo lamentarás. No solo te debo la vida dos veces, y no me gusta dejar deudas pendientes, sino que además debes responder muchas, muchas preguntas todavía.

 

Asiyah solo pudo emitir una risa ahogada ante aquellas palabras, antes de caer en un profundo abismo negro.

 

 

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Glosario

Dupatta: Mantón de tela liviana (seda o gasa habitualmente) usado por las mujeres hindúes y pakistaníes que se usa sobre la cabeza, flojo. En general se utiliza en conjunto haciendo juego con los denominados shalwar-kamisse, conjuntos de pantalones abombachados, es decir, flojos en las piernas y ajustados en los tobillos, y  camisolas /vestidos que se usan sobre los pantalones y llegan hasta la altura de las pantorrillas. Estos conjuntos de tres piezas suelen ser muy vistosos y elegantes, y son utilizados por las mujeres de clase media alta y alta en India y Pakistán.