I do not
own Rorouni Kenshin, bla, bla, bla...(Ah…You already knew that…Good)
Note: Be warned. It will include violence, some use of profane language, and will include some extent of explicit sexual contend . So keep on reading at your own risk.
The story begins few month before the events of Kyoto Arc, so it will include spoilers and some elements from it as well as from the Revenge Arc too, although my fic will not follow neither the anime nor the manga, and I will break some rules
Please Review and comment it! I need some
feedback…Onegai…
Remember I’m not a native English speaker, so
if you do have complains about my spelling, please, don’t flame me, but help me
to improve...
Nota : Este capítulo va a ser un poco aburrido, pero es necesario, porque aquí se explican algunas de las características “mágicas”(o místicas o legendarias, como prefieran) de los personajes que las poseen, y la naturaleza de cada Reino o Mundo que parece o aparecerá a lo largo del fic.
Así que les pido, tomen nota de las explicaciones. Les serán útiles en el futuro para entender la trama.
En cuanto a los comentarios sobre ciertos...gustos...de Enishi, podrían sugerir a que su obsesión con su hermana tendría raíces en sentimientos incestuosos. Veremos como desarrollo esto... es solo algo que se me ocurrió. Y no sé si voy a profundizar al respecto, o solo lo dejaré ahí.
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Hacía días que había concluido sus negocios en Shanghai.
Sin embargo, no se decidía a regresar a Beijing.
Se acercó aún más a la ventana
No podía dejar de mirarlo.
Con fascinación, seguía desde su habitación los movimientos de Enishi mientras realizaba sus katas. Realmente, en la gracia mortífera con que las ejecutaba se revelaba la verdadera naturaleza que subyacía bajo la carne y los huesos de aquel hombre.
Desde el momento en que vio a Yukishiro Enishi entrar al salón durante la recepción del Cónsul británico, tuvo una cabal idea de porque se había entregado a la loca ocurrencia de salvarlo de una muerte segura en el desierto, arriesgándolo todo por él, un mero humano al que nunca había visto antes.
La respuesta era tan sencilla que le maravillaba no haberlo descubierto al instante en que llevó adelante su elección. Yukishiro Enishi no era un simple humano.
Ni siquiera era el mestizo que había creído cuando lo descubrió agonizante en el desierto.
Básicamente, Yukishiro Enishi era el Gran Tigre de las Estepas que caminaba entre los hombres.
Y eso no era algo que uno presenciase muy seguido.
Suspiró y sonrió ante la increíble buena suerte que había tenido al encontrarlo.
¿O tal vez había sido su destino?
La dinámica de los diversos Reinos, mundos, o universos, era muy compleja.
El Hacedor había creado infinidad de diversos mundos o Reinos, la mayoría de los cuales nunca se tocaban o siquiera tenían noticias cerca de la existencia de los otros.
La naturaleza de los seres que habitaban cada uno de estos Reinos era distinta y particular para cada uno de ellos.
Por ejemplo, los humanos habían sido creados de materia pura, por lo que eran menos sensibles y no podían percibir los fenómenos sutiles que sucedían a su alrededor. Su conocimiento de la magia o la transformación de la materia era mínimo. Tampoco tenían conciencia de otros mundos o seres que habitaban o eventualmente visitaban su mundo.
Seres como ella.
Ella pertenecía al reino de los Yinn.
Los seres como ella habían sido formados a partir de pura energía, y eran una creación mucho más antigua que los humanos. Por su naturaleza, podían manipular la materia, transformándola en energía y moldeándola a su deseo. Ese era el inicio del mito humano acerca de los deseos materiales que los Yinn podían convertir en realidad para sus supuestos amos humanos. También podían trasladarse tan rápido como la luz y viajar a donde desearan, incluso entre los diversos mundos. Y aunque la magia estaba limitada por Orden del Hacedor, también podían echar mano a ella en situaciones que lo requirieran.
Y entre todos los otros reinos que eventualmente tenían influencia en el destino humano, se encontraban el de los demonios y el de las bestias místicas.
El reino de los demonios estaba básicamente compuesto de Yinn y otras criaturas que se habían tornado rebeldes y destructivas y padecían encarcelados allí, aunque tenían el poder de intervenir sobre humanos y otras criaturas que se rindieran voluntariamente a ellos.
Y el reino de las bestias mágicas, antes tan preponderante en el destino de los humanos, ahora estaba casi cerrado a su intervención.
A partir de la limitación de la magia y el establecimiento en la conciencia humana del desarrollo científico, las bestias mágicas habían dejado gradualmente de aparecer en la Tierra, y sus encarnaciones en humanos eran cada vez más raras.
Existían dos formas para que estos espíritus ancestrales caminaran entre los humanos. Una era a través de la posesión momentánea del cuerpo de un hombre, y la concepción de un niño a través suyo. Así, nacía una criatura dual, hombre o mujer, que mantenía todas las características humanas, pero que bajo circunstancias excepcionales podía mostrar las peculiaridades del espíritu mágico correspondiente, dotándole entonces de gran fuerza y destrezas imposibles para un ser humano normal.
La otra forma, muchísimo menos frecuente, aún en los tiempos antiguos, era la fusión completa del alma del niño por nacer, con la bestia mística. El ser resultante poseía el cuerpo de un humano, siempre varón, pero era en realidad la propia bestia mística caminando en la Tierra, con todos sus poderes y habilidades, al menos desde el momento en que su conciencia de sí mismo despertaba.
La diferencia entre la bestia mística encarnada y el mestizo consistía en que le segundo solo acedía parcialmente a algunas características de la bestia en momentos de extrema necesidad, mientras que una vez que la conciencia del espíritu mágico se despertaba, este podía mantener una vida de humano normal, excepto porque automáticamente dejaba de envejecer, pero accedía a todos sus poderes y capacidades a voluntad.
Y lo más importante, según su la naturaleza de su amo o su consorte, se convertía en Protector o Destructor.
La bestias místicas se encarnaban solo porque había un desbalance en las fuerzas espirituales del mundo de los humanos y su papel era restablecerlo. Pero como eran altamente inestables y sujetas a las influencias de quien primero las despertara, solían ser muy peligrosas e impredecibles.
Sólo una hechicera o hechicero, un demonio o una Yinn podían controlarlas, y no sin correr grandes riesgos.
Por ser más las desventajas que las ventajas que obtenían de ellas, las hechiceras solían disponer de las bestias místicas a temprana edad, sin permitirles despertar. Esto sucedía muy especialmente en el Clan de las Islas, cuya plaza fuerte estaba en Japón. Si no podían hacerlo, solían volverlas unas contra otras, si más de una caminaba sobre la tierra en ese momento, y así manejando los hilos se exponían menos a ser dañadas ellas mismas.
Los demonios y las bestias místicas tenían una relación muy compleja. Generalmente, los primeros podían adquirir dominio absoluto de las bestias si lograban capturarlas y despertarlas antes que otros lo hicieran, pero nunca por un período demasiado prolongado. Las bestias mágicas eran enemigos naturales de los demonios y entonces la influencia de estos solo podía ser muy breve, aunque suficiente para que las bestias causaran grandes estragos, tornándose así en Destructores. La relación entre Demonios y Bestias solía terminar con la mutua aniquilación.
Por último, las mujeres Yinn eran las únicas capaces de mantener a una bestia mística bajo absoluto control de sí misma, convirtiéndose en su consorte y no en su amo, despertándola y haciéndola conciente de sí misma, permitiéndole alcanzar su potencialidad como Protectora.
Como normalmente las Yinn vivían dentro de los Clanes, la unión con una bestia mística no solo era altamente improbable, sino totalmente regulada en las escasas ocasiones en que era permitida, y solo por motivos muy, muy, muy específicos. De hecho, se sabía que tales uniones no se habían efectuado en los últimos quinientos años.
La sociedad Yinn era matriarcal. Los varones habían llevado a un sangriento enfrentamiento a su reino, que había durado casi tres milenios. Por eso en la mente de las mujeres Yinn, ellos solo traían problemas y guerras
Cuando los machos habían sido diezmados hasta límites inimaginables, las mujeres tomaron el control y cambiaron el orden social. Desde entonces, los varones yinn permanecían perennemente recluidos, solo mantenidos con fines puramente reproductivos, alejados de las ciudades y centros urbanos, hasta que alcanzaban los treinta y cuatro años de edad. Cuando llegaban a ese límite, simplemente, se los exterminaba, para que no alcanzaran la madurez de sus propios poderes, cosa que ocurría a partir de los treinta y cinco años para todos los Yinn.
Como las bestias mágicas solo se encarnaban exclusivamente como hombres, las Yinn tampoco confiaban en ellos y por eso, a pesar de que la asociación podía ser muy positiva, era en general evitada.
Pero ella ya no pertenecía a ningún Clan, y sobre todo, no obedecía ya ninguna de sus restricciones.
No iba a perder aquella irrepetible oportunidad.
El Gran Tigre de las Estepas sería suyo.
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Como cada mañana desde que Asiyah había aceptado su invitación, se repetía el ritual durante sus practicas matutinas.
Él pretendía ignorar que ella lo observaba ejercitarse, oculta tras los ventanales de su habitación, y ella fingía saber que él estaba al tanto de sus miradas.
Encontraba la situación divertida, casi un gato jugando con un ratón...solo que nunca se sabía quien ocupaba un lugar y quien el otro, porque la situación estaba en continuo movimiento entre ambos.
Ni Heishin ni ninguno de sus contactos habían logrado averiguar nada sobre ella. Sencillamente, parecía haber surgido de la nada, de un día para otro. Sin familia. Sin amigos. Sin pasado.
El sentido común le indicaba que tal situación era riesgosa. Podría estar trabajando para alguna agencia gubernamental, para la policía, para algún enemigo o para alguna potencia extranjera.
Pero todo lo que habían podido recabar era que no tenía lazos con nadie, ni amigo ni enemigo.
Por ahora eso era suficiente.
Ninguna otra cosa había acaparado sus esfuerzos hasta aquel momento más que su deseo de venganza. Sin embargo, su experiencia en el desierto y su reciente reencuentro con Asiya habían hecho aparecer en él un nuevo interés.
En primer lugar, tenía una deuda que pagarle a aquella mujer que se escondía tras la apariencia de una jovencita (otro misterio más a su alrededor, porque si bien su aspecto exterior era la de una muchachita, su comportamiento hablaba a gritos de una mujer madura, acostumbrada a moverse con absoluta independencia y autoridad).
Había escogido para saldarla una forma conveniente y beneficiosa para los dos.
Para él, la presencia de una mujer a su alrededor era ventajosa y oportuna.
Nunca había tenido la inclinación, el tiempo o la necesidad de perseguir intereses románticos.
Simplemente su mente y su alma estaban enfocados en satisfacer su sed de venganza. Ese era el motor que lo mantenía vivo. Lo demás se subordinaba a esa meta primaria.
Cuando surgía alguna necesidad física, sencillamente hacía uso de sus recursos para elegir la compañera adecuada de acuerdo a la situación.
Sin embargo, se esperaba que un jefe tuviera una o dos concubinas o esposas permanentes, una vez afianzado en el cargo. Era una cuestión relativa a la posición dentro del sindicato. Daba un aire de seguridad, confianza y estabilidad a los subordinados.
El hacía años que había alcanzado la cima. Y los había pasado solo.
Sólo su extrema juventud había servido de excusa para evitar críticas.
Después del encuentro con Xian y sus comentarios, y el haber puesto a
Asiyah bajo su protección de manera pública, ella era intocable a los ojos de
los demás jefes, de su propiedad exclusiva . Era para ellos, su consorte
oficial, lo que se veía reforzado con su permanencia en su mansión.
Por otra parte, era evidente que Asiyah estaba al tanto de las
consecuencias sociales de su compañía y permanencia en aquella casa, pero había
dejado bien en claro que esas cosas no le interesaban ni preocupaban. Y nadie
en su sano juicio osaría molestarla conociendo la relación con él.
Y era allí donde ella se beneficiaba.
Ningún funcionario intentaría chantajearla, sus cargamentos de joyas
estarían a salvo de bandidos y percances, y a pesar de que a sus espaldas
habría comentarios, nadie osaría desairarla en público.
Por otro lado, pensó, ninguna mujer de las que utilizaba para
complacerse eran adecuadas para veladas públicas.
No se trataba nunca de simples prostitutas. Todas ellas eran escogidas
por sus habilidades más allá de lo netamente sexual. Podían mantener una
conversación, sabían tocar música y eran educadas.
Pero ninguna poseía el porte adecuado, ni la dignidad o elegancia de
una dama. Ni la inteligencia que él requería.
Asiyah era una dama. En el estilo refinado y delicado en que lo había
sido su propia hermana.
Por eso, no había intentado seducirla o hecho avance alguno sobre ella.
También era extremadamente inteligente.
Y además, de la edad precisa.
Si se presentaba la ocasión, o ella mostraba el interés en ello,
entonces, sin duda la haría suya.
Y entonces su pequeño juego dejaría de serlo. Tendría verdaderamente
una pareja acorde a su posición, algo que seguiría siendo ventajoso para
ambos...
Sin embargo, aunque se trataba de una perspectiva muy placentera,
esa no era una cuestión prioritaria en
su vida.
Había asuntos mucho más
importantes de los que tomar cuenta. La concreción de su Venganza Terrenal, por
ejemplo.
Por supuesto, había un motivo secundario para estar obsesionado con ella : no le gustaban los misterios, y nunca se detenía hasta develarlos por entero.
Y el primer nombre de Asiyah era “misterio”.
Empezando por su solitaria aparición en el desierto, la forma en que lo había dejado en un palmo de narices en Dunhuang, y la manera en que se había establecido y movido en el mundo de los negocios, siendo una mujer sola, sin nadie que la patrocinara y a una edad donde la mayoría de las mujeres son sometidas a casamientos arreglados desde la cuna, todo gritaba que había mucho por descubrir sobre ella.
El satisfactorio sonido de su Shuugeki Tou Sei conectado a un viejo y
desvencijado árbol que no estaba acorde con el resto de su jardín, le arrancó
una sonrisa, mientras éste se convertía en astillas. Y también daba fin a sus
cavilaciones.
Era suficiente por aquel día.
Se detuvo, enfundó su espada, miró la ventana de Asiyah por un instante, y regresó a la casa, para asearse.
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La antipatía entre Heishin y Asiyah crecía día con día.
Ella podía oler al traidor que yacía debajo de la cortés superficie.
Él la veía como una distracción potencial, que llevaría a Enishi a perder tiempo en otra cosa que su venganza.
Heishin quería la organización.
Y sólo había dos maneras de obtenerla : librándose de Enishi directamente, en lo cual ya había fallado recientemente o apresurar las cosas para que llevara a cabo su Justicia Terrenal lo antes posible, y cumpliera su promesa de entregarle entonces el poder.
Para eso, necesitaba a Enishi absolutamente dedicado a su obsesión. Sin dispersiones.
Tenía que hacer que la mujer se fuera.
Utilizaría el método habitual, para despedir a las “invitadas” de su jefe aunque sabía con completa certeza que ella no había dormido con él.
Enishi tenía gustos casi demasiado tradicionales en sus apetencias sexuales. Solo mujeres. Y siempre muy, muy jóvenes , que no aparentaran ser mayores ni menores de dieciocho años.
Justo como la mujer llamada Asiyah.
Por eso, apenas la vio, creyó saber porque su jefe había insistido tanto en hallarla.
Los hechos le habían mostrado que la situación no era tan simple como había creído.
Con cada día que pasaba su jefe se volvía más extraño, pensó.
Durante dos meses lo enloqueció con la búsqueda de la mujer, y ahora que la tenía allí, no habían pasados juntos ni una sola de las siete noche que hacía que ella residía en la mansión.
¿ Para qué otra cosa podía buscarse tan obsesivamente a una mujer, si no era para gozar de ella?
Sacudió la cabeza, con resignación.
Hacía años que hacía renunciado a tratar de entender las razones detrás de los actos de Enishi.
Con pasó decidido, se dirigió al cuarto donde ella se alojaba.
- Ah...Buenos días...Asiyah-san.
- Buenos días, señor Wu. ¿En que puedo servirlo?
- Ah...Sólo quería informarle que Yukishiro-san me encomendó entregarle estos obsequios y comunicarle que en los próximos días estará muy ocupado para verla. Además me encargó recibir sus indicaciones para asegurar su viaje de regreso a Beijing con la máxima protección y confort.
Asiyah quedó petrificada mientras recibía un vestido de seda roja bordado y unas pulseras. No solo la estaban despidiendo, sino que ni siquiera tenía la cortesía de hacerlo personalmente. Enviaba a su perro faldero. Con regalos típicos para cortesanas, para añadir al agravio.
No es que tuviera alguna obligación hacia ella. Para los estándares humanos ya había pagado con creces la supuesta “deuda” que tenía con ella por su rescate en el desierto.
Sin embrago, la enfurecía el hecho de que la buscase primero con fanática obsesión, tal como había oído de la boca de Heishin y otros, y luego de encontrarla prácticamente la había forzado casi a aceptar su hospitalidad, para después de todo, aquello prácticamente descartarla como un niño consentido descartaba a un juguete usado.
Bestia mística o no dentro suyo, aquel día recibiría una lección que no olvidaría fácilmente.
Cuando se adelantó para salir en su busca, Heishin le cortó el paso.
- Es mi trabajo...no debe enojarse...Él siempre se comporta así, no entenderá porque se enoja...Y me meterá en problemas si lo enfrenta- eran estocadas precisas para acrecentar la ira de la jovencita y facilitar su partida
- Buenos días, Asiyah...¿Heishin, no deberías estar en los astilleros?
Enishi acababa de entrar a la habitación, secándose con una toalla el cabello, aún húmedo, que como siempre parecía desafiar a la gravedad de manera imposible. Heishin palideció visiblemente cuando notó la mirada de su jefe posándose en el vestido y las pulseras, y comenzó a temblar cuando éste alargó su mano hacia los obsequios. Enishi los conocía bien, y sabía exactamente a quienes se les daban aquellas cosas y por qué.
Ante el giro de los acontecimientos Asiyah decidió esperar a que alguno de los dos hombres hiciera el primer movimiento.
- ¿ Exactamente qué hace esto aquí?
- Ah...Enishi...Yo...
A Asiyah no le quedó duda alguna de que la idea de deshacerse de ella corría por cuenta exclusiva de Wu Heishin, y que Enishi no solo no estaba al tanto de los actos de su subordinado, sino que si llegaba saberlo, seguramente éste lo pasaría muy mal. La cara de franco terror de Heishin y su brazo colgando del cabestrillo se lo sugería.
Y entonces se le ocurrió la idea...
- El señor Wu quería consultarme acerca de si estas cosas eran adecuados regalos para una querida amiga suya.- Asiyah encontró la cara de asombro de Heishin absolutamente exquisita- Mientras el vestido es...aceptable, las pulseras son...mmmm, como decirlo...¿poco apropiadas? Sí...esa es la definición...Parecen un pago para una mujerzuela barata y no una querida amiga.
- Oh..¿Realmente lo crees así?- Enishi la miró sorprendido y su atención ahora se enfocaba en sus palabras. Ese era un dato que debería tomara en cuenta.
- Definitivamente. Esa es mi especialidad, ¿recuerdas?- Asiyah giró y le dedicó una amplia sonrisa a Heishin, que le indicaba a este que ella lo tenía a su merced- Ah, como parece que hay otras ocupaciones que lo requieren, creo que podemos terminar nuestros negocios más tarde. Creo que tengo lo adecuado a sus necesidades. Y por ser socio de Enishi-sama, le garantizo un precio muy, muy especial.
- Creo que yo también quisiera algunos consejos al respecto...
- Ah...veo...¿También tienes queridas amigas a quienes quieres hacerles un presente?- Ambos hombres la miraron pasmados ante el significado evidente de aquellas palabras y la insolencia apenas velada de la joven al pronunciarlas - ¿Se aproxima algún Festival del que no este enterada? Ah, es una pena...debería haber traído más artículos...
- Respecto de lo cual me gustaría tener una charla de negocios contigo...y ese es al motivo de que haya venido a molestarte tan temprano...
Enishi hizo un claro ademán a su segundo, para que los dejara solos. Este, antes de salir sin embargo pudo oír las palabras de su jefe que hicieron dar un vuelco a su corazón y acabaron con sus esperanzas de librase de la mujer con facilidad.
- ¿Has considerado la posibilidad de mover tu centro de operaciones a Shanghai? Podría ser muy provechoso para los dos...
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N de la A:
Las características de las bestias mágicas o místicas, si bien toman aspectos de las leyendas tradicionales de muchos pueblos, acerca de los espíritus animales protectores ancestrales, mayormente salen de mi visión y reinterpretación de las mismas.
En cuanto a la naturaleza de los Demonios y Yinn (genios), esta basada en líneas generales en la concepción islámica de estos seres, con algunas modificaciones importantes. Los Yinn según la tradición religiosa Islámica son seres que viven en una especie de universo paralelo (la Sura de la Apertura del Libro (Al Fatihat) dice de Dios : Señor de los Mundos (o de los Universos) en uno de sus versículos), creados de fuego purísimo (podría ser interpretado como energía). De acuerdo a la tradición islámica y el Sagrado Corán, viven, tienen un sistema social propio, sus leyes, se casan, se reproducen y mueren, aunque aparentemente las reglas de ambos universos son diferentes, y tal vez el tiempo transcurra de manera diferente en ambos. Son seres más sutiles que los humanos, y su universo se cruza con el nuestro, por lo que, mientras ellos pueden percibir a los humanos, los humanos por su naturaleza material, no pueden percibirlos a ellos, a menos que ellos decidan hacerse observables.
Respecto a los Demonios, Iblís (o Shaitán, el rey de los Demonios) era un Yinn, que se rebeló contra Dios, y aquellos yinn que los siguen, igual que los humanos que se someten a sus sugerencias, son considerados ellos mismos como demonios . Como los Yinn, tienen el manejo de las energías, pero al contrario de la concepción judeocristiana de los demonios, no tiene poder alguno sobre los creyentes, y solo puede seducir a los pecadores, tentándolos, pero NUNCA puede forzarlos a realizar nada en contra de su propia voluntad.
Yinn, humanos y demonios poseen libre albedrío, no así los ángeles, cuya naturaleza les impide la desobediencia.
Según la fe islámica al igual que en casi todas las tradiciones del Oriente, la magia existe.
De acuerdo a la concepción islámica (ya que el personaje de Asiyah es una Yinn, criatura exclusiva de la tradición musulmana, me baso bastante en los conceptos de esta), la magia fue enseñada a los hombres y los genios por los ángeles. Pero debido al mal uso de la misma, fue prohibida expresamente a partir del advenimiento del Islam. Sin embargo, el hecho de que las dos últimas suras del Corán, llamadas las Suras del Conjuro, se utilicen habitualmente como protección contra los hechizos, indica que para los musulmanes la magia es real, y las hechiceras (las “que soplan sobre los nudos” como son definidas en estas Suras o capítulos) no solo existen, sino que la practican.
El Shuugeki Tou Sei
es una técnica que utiliza Enishi durante el manga, durante el último
enfrentamiento con Kenshin en la isla. Durante el incidente se puede observar
como Enishi literalmente pulveriza el tronco de un árbol con esta técnica.
La técnica comienza con la punta del tachi (la larga espada que usa Enishi en el manga, más larga que el nihounto (espada japonesa) tradicional, y con empuñadura tradicional china) ubicada hacia el suelo para ser girada luego hacia arriba, a lo que sigue una poderosa patada hacia el reverso de la hoja. El golpe en sí mismo sirve para amplificar grandemente el poder y velocidad detrás de lo que de otra manera sólo sería un ataque relativamente lento y de fuerza moderada