I do not own ANY of Rorouni Kenshin characters in any way or extent. However any other characters involved who came from my pen belong to me.

 I wrote this for pleasure purposes only, so please don’t sue me, since I do not intend. To make any profit from my fic.

 

Note: Be warned. It will include violence, some use of profane language, and will include some extent of explicit sexual contend in later stages  I’ll rate chapter by chapter, according it’s contends

 

The story begins few month before the events of Kyoto Arc, so it will include spoilers and  some elements from it as well as from the Revenge Arc too, although my fic will not follow neither the anime nor the manga, and I will break some rules.

 

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Su vista parecía estar perdida en el espacio fuera de la ventana, en el jardín de su mansión, mientras Heishin, su segundo, le informaba acerca de las últimas novedades.

 

Se dio vuelta a mirar a aquel patético ser, por el cual solo sentía desprecio. Tanto como Heishin sentía por él. Pero se necesitaban mutuamente, así que en aras de la conveniencia y de la concreción de sus metas, habían establecido una coexistencia más o menos tolerable.

Por supuesto, la relación tenía sus altas y sus bajas. Testigo de ello era el brazo de Heishin, aún colgando en cabestrillo desde que descubrió a su regreso las marcas de cigarrillos apagados y los raspones de los zapatos de aquel ser insufrible sobre la madera de su escritorio.

Y ya habían pasado dos meses desde aquel incidente.

Una sonrisa se dibujo en sus labios ante el recuerdo del satisfactorio sonido de los huesos del brazo de Heishin al romperse bajo su mano.

 

-         ...con eso podemos dar por solucionado el problema del jade y el inglés...En cuanto a nuestro cliente en Japón no desea perder más tiempo con la instalación de la protección blindada para acceso al cuarto de máquinas.

-         ¿ Lo pusiste al tanto del peligro potencial? Si alguien se cuela y logra atacar ese punto, el barco quedará a merced de un ataque enemigo. Hasta podría ser hundido, no importa si el exterior esta blindado.

-         Están al corriente de las eventualidades posibles, pero consideran que el navío es tan poderoso que nadie podrá acercárseles lo suficiente para dañarlo, aún con ese punto débil. Están dispuestos a correr el riesgo a cambio de que el barco les sea entregado a la brevedad.

-         Bien, si están advertidos...Es su dinero y su elección.- Enishi se encogió de hombros.- Pero para evitar quejas infundadas futuras, recuérdaselos cuando lo entregues. No quiero que por la imprudencia de uno de nuestros compradores se pueda pensar que nuestros productos son defectuosos.

-         ...a propósito de lo cual, el cliente insiste en una inspección visual aquí antes de la entrega.

-         Bien. Hazte cargo de los detalles.

-         ...y respecto a la carga de rifles para Fateh Alí Khan, hubo un nuevo ataque a la caravana antes de llegar al oasis de Kuqa...La Ruta de la Seda se esta poniendo costosa...

-         Quiero que cacen a esos bastardos. No quiero que quede vivo ni siquiera uno solo. Y deben servir de ejemplo para otros. – hubo un silencio- La Ruta de la Seda...lo que me recuerda el otro asunto que te encargué.

-         Enishi...hace dos meses que hemos dado vuelta el país del derecho al revés y  no la hemos podido encontrar.

-         No lo están haciendo como deben. Dime...¿Cuántas mujeres pelirrojas de ojos verdes y blancas como porcelana puede haber en la región de Gensu? Es imposible que haya dejado el área sin que nadie la notara. Y desde allí podríamos rastrearla con relativa facilidad. No puedo creer que mi gente sea tan incompetente. ¡Kami! Tiene rasgos lo suficientemente poco comunes para ser notada  y encontrada sin problemas.

-         Si estuviera en un burdel o fuese concubina, ya la habríamos localizado. Si estuviese entre los occidentales, también. Y si bien, como dices es una mujer de apariencia poco común, ya hemos seguido decenas de pistas erróneas.

 

Heishin estaba harto de mantener la misma discusión desde el regreso de Enishi. Aquella mujer fantasma se había convertido para su jefe en una obsesión casi tan persistente como la de su hermana.

 

Si no fuera porque había oído personalmente a los hombres de Dunhuang describirla, antes de que se dispusiera de ellos, realmente hubiera pensado que la mujer era producto de la imaginación de Enishi. Pero aparentemente, la mujer existía...o había existido. Las posibilidades acerca de su destino tras su partida de Dunhuang eran numerosas. Podía haber sido raptada y vendida dentro o fuera de China, podría haber sido atacada y muerta, o podría haber dejado voluntariamente el país. Sin embargo, su jefe quería encontrarla o al menos, tener una idea de lo que había pasado con ella.

En fin... era un problema con el que venía lidiando hacía semanas y ya se había transformado en un callejón sin salida.

Era mejor  cambiar de tema y confiar en que el tiempo y los otros proyectos de Enishi lo hicieran olvidar de una vez a la mujer, que no conocía , pero a la que ya detestaba por todos los inconvenientes que le había traído.

Muy especialmente, el de haberle robado su lugar de jefe al salvar a Yukishiro Enishi de la muerte en el desierto.

 

-         Enishi... aquí hay unas muestras de las piedras del nuevo mercader de Beijing, que quiere nuestro permiso y protección para trasportarlas a Japón y  América, vía Shangai. 

-         Mmmm...nada mal...- Enishi tomó las piedras que su  socio le alcanzaba en un saquito de terciopelo

-         Pero esta es la mejor...- Heishin le pasó un estuche negro

 

Realmente, el brillante azul en el interior era magnífico. Estaba engarzado en la empuñadura de una daga curva, en lo que simulaba ser la cabeza de un tigre. Miró aquel arma fascinado. Y cuando la tocó, sintió como si una descarga de energía lo traspasara. Un extraño presentimiento empezó a formarse en su interior.

 

-         Deduzco que la tomarás para ti.

-         Quédate con las piedras...

-         Bien

-         ¿Qué sabes de este nuevo mercader?- pasó la mano pensativo sobre la funda de la daga

-         Casi nada. Nadie sabe quien es ni de donde viene. Actúa a través de representantes. Solo apareció en el mercado hace poco más de un mes con estas piedras magníficas. Enseguida se contactó con la gente adecuada, incluidos nosotros, para evitar problema con la competencia. Nadie lo ha visto personalmente, aunque según Xian, envió un mensaje al Cónsul inglés comprometiendo su presencia esta noche. La esposa del Cónsul esta interesada en adquirir algunas de sus joyas pero exigió que se presentara personalmente.

-         ¿Estamos invitados?

-         Como de costumbre.

 

Heishin enarcó una ceja. No era habitual que Enishi hiciera tales preguntas. Era un solitario antisocial, y rara vez asistía a eventos sociales, aunque era necesario para mantener la fachada de legalidad y respetabilidad con la que cubrían sus negocios verdaderos. Usualmente, ese papel lo cumplía Heishin, que se movía en la sociedad como pez en el agua, cumpliendo su papel de exportador de sedas con acabada credibilidad.

 

-         ¿Debo suponer que asistirás?

-         Ahá. Ordena a mi sastre que venga. Necesito ropa acorde a la ocasión.

 

 

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Estaba mortalmente aburrida. Eso era habitual cuando tenía la desgracia de verse obligada a compartir la velada con mujeres humanas.

Al margen de que las hembras humanas eran en general salvo notorias excepciones, frívolas, despreocupadas y chismosas egoístas, ella solía ser el blanco directo de la hostilidad manifiesta del género.

 

No es que no hubiera buenas razones para ello... Tanto las europeas como las orientales sabían que había algo diferente en ella. Por supuesto, no podían identificar que era exactamente, ni que tan diferente era su persona a las suyas. Pero su intuición les marcaba el punto. Y como sucedía por regla general con los humanos, tendían a rechazar todo aquello que no encajara en los parámetros normales.

Así que usualmente, era sometida al más puro ostracismo por parte de las humanas.

Oh, sí...Ellas siempre eran extremadamente corteses, pero se podía ser cortés y a la vez marcar claramente los límites que nunca podrían ser traspasados.

Ellas ponían todo tipo de excusas para mantenerla fuera del círculo social : que era una mestiza ( algo que deducían de sus rasgos no del todo compatibles con el color de sus cabellos, piel y ojos), lo cual para las prejuiciosas mentes humanas era casi un pecado mortal. Que era una mujer sola, y ninguna mujer sin familia que la cuidara podía ser respetable. Que era independiente (este era más una excusa masculina que de las hembras, que miraban este aspecto de su vida con no poca envidia). Y que además, era encontrada irresistible por los hombres ( lo que era altamente inconveniente en sus negocios, ya que si bien eran las damas sus principales clientes, los caballeros eran los que pagaban sus cuenta. Y muchas esposas preferían una joya de menor calidad a un esposo fascinado por una mujer extraña).

 

Todo aquello la habían llevado a convertirse en una reclusa casi inmediatamente después de su arribo a Beijing y su establecimiento como comerciante en  piedras y joyas. Utilizaba a sus empleados para realizar las transacciones y las exhibiciones, pero en muy raras ocasiones, los compradores exigían su presencia. Sin embargo, esta era la primera vez que era formalmente invitada a una recepción.

La esposa del Cónsul había sido muy específica respecto a su asistencia.

Pero era peor de lo que esperaba.

Había sido diseccionada como un animal de laboratorio por la vieja arpía y su cohorte de aduladoras, para luego ser objeto de los comentarios más mordaces, expresados en inglés, lengua que ellas creían que ignoraba. Era evidente que la compra por la que había sido llamada era una mera excusa para analizar a la extraña criatura que ella era a los ojos de  aquellos parásitos privilegiados.

<Pobre idiota> pensó para sí. 

Haría las próximas semanas de aquellas mujeres realmente miserables... Ah, la magia podía ser no solo útil, sino divertida a veces...

 

Hubo un cambio en la atención del grupo. Y cuchicheos nerviosos y excitados que llamaron su atención.

 

-         ¡Qué descaro! ¿Cómo se atreven a mostrarse así, entre personas decentes y honestas?

-         No deberían ser invitados...

-         Querida...eso es algo que esta fuera de discusión...si pudiéramos hacerlo, no toleraríamos a esos salvajes en nuestra compañía...

-         Oh...y vienen con él...

-         Dicen que es el peor de todos ellos....dicen que él personalmente mata a sus enemigos...

-         Querida...no hablemos de esas cosas horribles...

 

No quería participar de el comportamiento desagradable de aquel grupo de brujas, pero finalmente, los comentarios pudieron más que su asco y miró con curiosidad a la nueva víctima de sus lenguas inmisericordes.

 

Por un momento, el mundo se detuvo. La figura de un enorme tigre blanco flotaba sobre el salón, imperceptible para los débiles sentidos humanos. Debajo de ella, moviéndose con la misma gracia del felino, la figura de Enishi, el hombre que era el causante de su destierro, se movía inexorablemente hacia ella, sus inquietantes pupilas turquesa fijas ahora en las suyas.

Los ojos de la esposa del Cónsul y sus acompañantes se clavaron en ella cuando involuntariamente, el nombre de él escapó de sus labios.

De repente, todo se ubicó en el lugar adecuado en su mente. Ahora comprendía porque y para qué estaba allí.

 

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Sabía que estaba allí aún antes de bajar del carruaje. Su ki era absolutamente único e inolvidable y se diferenciaba claramente de todos los demás.

Sonrió, felicitándose por seguir sus instintos.

 

-         Está aquí.- dijo

 

Su acompañantes, Xian y Heishin se miraron entre sí para luego fijar la vista sobre él con curiosidad. Finalmente el primero fue el que preguntó

 

-         ¿Quién ?

-         La mujer del desierto

 

Xian y Heishin sabían que Yukishiro Enishi era un espadachín de primera categoría. En realidad, el concepto no alcanzaba para describir sus capacidades ni habilidades asociadas. Y sabían que tenía la capacidad de detectar el aura de las personas, producto de largos años de entrenamiento físico y mental.

No había dudas de que si él decía que la mujer se hallaba allí, esto era un hecho consumado.

Heishin sintió un escalofrío. ¿Estaría la daga de aquella mañana relacionada...? No...imposible...

 

Una vez en el interior, Enishi se mezcló entre a gente, buscándola. No tardó demasiado en encontrarla. Se hallaba con la mujer del Cónsul. La conocía bien, una arpía detestable, que aspiraba a imponer su pretendida superioridad británica a todos los que no eran súbditos de su Graciosa Majestad la Reina Victoria. Y la bruja parecía estar dándole su tratamiento súper especial...

Las circunstancias no podían ser más propicias. Asiya definitivamente apreciaría ser rescatada de las garras de aquella mujer dragón.

 

Aún no había notado su presencia, aunque los murmullos y las miradas de los asistentes sobre él habían comenzado ni bien puso un pie en el salón.

Cuando ella giró y enfrentó sus ojos, fue como si un rayo lo tocara.

Las ropas, de neto corte hindú y las alhajas que la adornaban la convertían en la imagen viviente de un personaje salido de Las Mil y Una Noches. Sus movimientos de medida elegancia acrecentaban el efecto sorprendentemente.

El contraste entre la mujer que había conocido y la notable belleza que tenía delante era cuando menos, extraordinario.

Pero si bien su aspecto exterior era muy diferente al de la jovencita que lo había encontrado en el desierto, los ojos, su rostro, su expresión, seguían siendo los mismos.

 

-         Buenas noches señoras- en perfecto inglés, saludó a las presentes inclinando levemente la cabeza y luego se dirigió a la esposa del cónsul - Lady Berry, temo que le robaré a su invitada por un rato ¿Vienes?

-         Con gusto- le respondió ella ante el desmayo general al oírla hablar una lengua que pensaban que ignoraba y en la cual habían hecho numerosos y ofensivos comentarios acerca de su persona.

 

Antes de que la vieja bruja pudiera abrir la boca, el extendió su brazo, y ella pasó el suyo alrededor del mismo, dejándose conducir lejos de aquel grupo de chismosas que no esperaron ni siquiera dos pasos para empezar a hacer comentarios sobre el deber de las mujeres honorables de evitar compañías cuestionables.

 

-         Lamento estar manchando tu reputación con las encumbradas damas de la sociedad de Shangai...

-         No te preocupes...De todas maneras, nunca pasaré de ser una curiosidad o una inconveniencia para ellas. No puede ser peor que eso...Pero al menos me aliviaste la noche sacándome de entre medio de las víboras...

-         De nada...- él sonrió divertido y la condujo a un balcón de la residencia-  No eres alguien fácil de encontrar...a pesar de parecer todo lo contrario...

-         Te dije que era inútil buscarme, no me encontrarías.

-         Oh, pero te encontré finalmente... aunque no de la manera que esperaba - la sonrisa irónica volvió a aparecer en sus labios, acompañada de un brillo indefinido en su ojos

-         A propósito de lo cual, me pregunto que haces aquí...

-         Iba a hacerte la misma pregunta, pero supongo que tiene que ver con tu negocio... igual que en mi caso.

-         ¿Mi...negocio?

-         Supuse que estarías aquí cuando me informaron que la esposa del Cónsul quería comprar tus joyas y deseaba que te encargaras personalmente del asunto.

-         ¿Cómo supiste...?- Había genuina sorpresa en su voz

-         Oh...la daga con la cabeza del tigre y el brillante azul y las piedras que me enviaste llegaron esta mañana. Un detalle muy ...adecuado.

-         Yo no ...

 

Sí, si le había enviado una daga, aunque no a él específicamente. Con una cabeza de tigre. De hecho, había enviado una con un detalle particularmente identificatorio a todos los Jefes de la Mafia de la ciudad, según la característica más notoria o el sobrenombre más conocido de cada uno de ellos.

 

Así que esa era su “profesión”...

 

Ahora entendía el porque de los murmullos de las mujeres y el modo en que todos se abrían a su paso.

 

Hizo un recuento mental de que había enviado a cada quién, para saber el “ramo” al  cual él se dedicaba. Solo rogaba por que no se tratara ni de mujeres ni de opio...

Y entonces, recordó.

Se dedicaba a las armas.

 

No era tan malo como podría haber sido.

Los humanos eran seres violentos, que tendían a exterminarse mutuamente. Estaba en su naturaleza. Y se mataban con monstruosa eficiencia y facilidad  tuvieran o no armas a su alcance.

Definitivamente, no le agradaba la idea de que Enishi estuviera relacionado con tales actividades, pero esa era una situación que requeriría un estudio cuidadoso para resolverla de manera satisfactoria más adelante.

 

No iba a permitir que aquel que estaba destinado a ser su consorte estuviera enfrascado en un comercio tan vil...

 

-         ¿Por qué te fuiste así? Y  mejor aún...¿cómo lo hiciste? ¿Y cómo es posible que estuvieras en el desierto sola? ¿Por qué mentiste acerca de tu hermano y tu familia?

-         Como te expliqué en la nota que te dejé, tenía razones poderosas, razones que no están a tu alcance comprender- <al menos no por el momento>, pensó para sí- Sé que tu tienes  tus secretos, cosas que no son de mi incumbencia. Yo tengo también mis propios misterios. Te propongo un acuerdo : yo no preguntaré por los tuyos, y tú no preguntarás por los míos.

 

Enishi fue tomado totalmente por sorpresa ante aquella respuesta. Definitivamente no estaba acostumbrado a que nadie lo tratara así, mucho menos, una mujer. Con cada minuto que pasaba, ella lo hacía sentir más y más perplejo y su determinación para llegar al fondo de aquel enigma con faldas se incrementaba proporcionalmente.

 

-         Sólo quería agradecerte por haberme salvado...

-         Bien. Tomo la debida nota...Pero no era necesario.

-         ¿Eres invitada del Cónsul en su residencia?- inquirió

-         No... De ninguna manera...- una leve sonrisa se formó en el rostro de Asiya- No soy una dama... respetable. No tengo marido, ni familia que proteja mi  buen nombre, soy independiente, gano mi propio dinero y nadie me controla ...y no soy ni blanca ni china, ni hindú... Solo soy...extraña...No soy una persona que encaje en sus esquemas sociales... No es alguien que se quiera dando vueltas en una casa...honorable.

-         Ah...Y eso te molesta...

 

La carcajada de ella lo sobresaltó e hizo que algunas miradas se fijaran  por unos instantes en ellos. Rápidamente, los rostros se volvieron al ver la expresión en los ojos de él.

 

-         En modo alguno...Ah...¿Cómo puede molestarme la opinión de estos...hipócritas? No hay uno solo de los maridos de estas damas que no tenga una o dos amantes chinas e hijos mestizos. Y la mayoría de ellos se llena los bolsillos con actividades ilegales... Atiborran sus opulentas barrigas y se cargan de oro, alhajas y sedas gracias al robo, el comercio con opio, y la venalidad. Son peores que aquellos a quienes desprecian, porque ellos enarbolan una pretendida bandera de moralidad y civilización.

-         Eso es definitivamente un hecho...- él rió por lo bajo

-         Incuestionablemente, me quedo con aquellos que no temen mostrar lo que son.-Asiya elevó sus ojos hacia la luna que brillaba en lo alto.

 

Ella estaba de frente, apoyada contra baranda del balcón, mientras Enishi estaba a su lado, mirando hacia el lado opuesto Clavó sus ojos intensamente en ella, por encima de unos pequeños anteojos redondos llevaba puestos, tratando de absorber completamente el significado de sus palabras.

 

-         Entonces, si no te importan las opiniones de los “puntales de la comunidad”, no te negarás a aceptar mi hospitalidad por el tiempo en que permanezcas en Shangai.

-         Sospecho por tus palabras que solo te puedo dar un único tipo de respuesta...

-         Eres muy perceptiva... Además me debes una cena, ¿recuerdas? - una sonrisa burlona  se dibujó a medias en su rostro. Volvió a tomarla del brazo y comenzó a conducirla fuera del salón-¿Nos vamos? El lugar se esta poniendo...incómodo, con tanta gente cuchicheando y mirándonos de soslayo.

-         Ah...Yukishiro-san... Pensé que ya se habría marchado...

 

Su salida fue interrumpida sorpresivamente por aquel comentario inesperado. Dos hombres se les habían acercado. Uno de ellos era un anciano, alto y vestido a la occidental. El otro un hombrecito obeso y de corta estatura.

 

-         Estaba a punto de hacerlo, Xian-sama  ...

-         Sí...he notado que hoy no somos especialmente bienvenidos...- rió entre dientes el anciano.

-         Heishin, ¿puedes ocuparte de las formalidades, mientras regreso a la casa?

-         Por supuesto.

-         Ah...Yukishiro-san...¿No nos presentará a su acompañante?- Asiya se sintió pesada, medida y evaluada como una mercadería en exposición por ambos hombres. Por unos segundos estuvo tentada con la idea de incinerarlos allí y ahora. Pero finalmente se calmó.

< Debe ser tantos humanos idiotas a mi alrededor...me  están afectando los nervios > pensó

-         Oh...Discúlpeme... - era evidente que Enishi estaba tratando de evitar que el escrutinio de sus interlocutores prosiguiera y escabullirse sin exponerla a ellos – Ella es...

-         Asiyah Bajtiarí- lo interrumpió ella. Bajtiarí era el apellido que había inventado para sí misma durante sus años en Isfahan. Era conveniente desempolvarlo para la ocasión

-         En todo caso, es nuestro nuevo joyero misterioso de Beijing...-agregó Enishi , continuando las presentaciones– Y ellos son mi socio Wu Heishin y mi amigo, el señor Xian Zedong

 

Ambos hombres la miraron, sorprendidos.

 

 

-         Oh...Debo decir que la calidad de su mercadería es...sorprendente.- dijo el hombre más bajo

-         Ciertamente, notoria.- agregó el anciano

-         Seguramente mantendremos una muy prolífica relación de negocios, señorita Bajtiarí.

-         Seguramente...- el tono irónico no pasó desapercibido para ninguno de los tres hombres.

-         Ah, Heishin...¿Por qué no acompañas a la señorita Bajtiarí a mi carruaje y tomas nota de donde se alojaba? Manda a alguien a buscar sus pertenencias y que las lleven a la mansión. Yo...iré en un momento.

 

Cuando su socio y Asiyah se alejaron lo suficiente para no escucharlos, Enishi se dirigió a Xian.

 

-         Quiero pedirte un favor...personal.

-         No hace falta que lo menciones...- el anciano sonrió- Comprendo perfectamente. Ella esta bajo tu protección. Veré que los demás jefes la dejen tranquila con sus negocios. Por supuesto, tendrás que compensarlos de alguna manera.

-         Eso queda absolutamente sobreentendido.

-         Bien. Siempre es un placer hacer negocios contigo...Ahora ve con ella...- el anciano le guiñó el ojo, en un gesto cómplice- Muy interesante tu caza de hoy, ¿eh, Yukishiro-san? Ah...Lo que daría por volver a ser joven... Que te diviertas...

 

No tenía sentido explicar nada.

De hecho, ni siquiera él sabía que sucedería en las próximas horas.

Pero seguramente sería algo muy interesante, si estaba relacionado con la misteriosa dama que lo aguardaba en su carruaje.

 

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Nota de la A.

 

Los ingleses (y a posteriori, otras potencias europeas, USA y Japón), obtuvieron la apertura de la ciudad de Shangai y otras cuatro  ciudades chinas, a consecuencia de la Primera Guerra del Opio, por la cual obligaron a China a firmar el primero de los llamados Acuerdos Desiguales. Estas ciudades, se convirtieron en la cabeza de puente para la colonización económica occidental en China, ya que hasta el comienzo de la guerra, la balanza comercial entre China y Gran Bretaña favorecía claramente a la primera. A causa de esto, el gobierno británico decidió dar vuelta la mesa, y comenzó a introducir fuertes cantidades de opio a China, el cual producía en sus colonias d la India. Ante la amenaza económica y los estragos de la adicción a la droga entre la población, el gobierno imperial declaró ilegal el consumo y comercio de la misma y comenzó a destruir los cargamentos británicos. La respuesta fue la guerra, ganada por la abrumadora superioridad bélica de los ingleses, con lo cual el comercio no solo se restableció, sino que los chinos debieron abrir cinco puertos y otorgar completa inmunidad diplomática a los comerciantes occidentales. A partir de allí, estas ciudades, y particularmente Shangai, se convirtieron en una tierra abierta a todo tipo de comercio, contrabando y corrupción, donde se mezclaban personas de todas las nacionalidades y razas en busca de una oportunidad de riqueza

La Segunda Guerra del Opio incluyó a Francia, aunque USA, Japón y otras potencias se vieron directamente beneficiadas. La guerra estalló por la negativa del gobierno chino a declarar legal el consumo del opio entre la población. De más esta decir que finalmente los chinos debieron ceder, y además debieron abrir otras once ciudades del interior a los europeos y sus aliados.

 

En ellas, como en la India colonial, los ingleses y europeos que comerciaban allí tenían enormes mansiones de estilo occidental, y mantenían clubes privados y gran actividad social entre los miembros de sus comunidades.