I do not own ANY of Rorouni Kenshin characters in any way or extent. However any other characters involved who came from my pen belong to me.

 I wrote this for pleasure purposes only, so please don’t sue me, since I do not intend. To make any profit from my fic.

 

Note: Be warned. It will include violence, some use of profane language, and will include some extent of explicit sexual contend in later stages  I’ll rate chapter by chapter, according it’s contends

 

The story begins few month before the events of Kyoto Arc, so it will include spoilers and  some elements from it as well as from the Revenge Arc too, although my fic will not follow neither the anime nor the manga, and I will break some rules.

 

Había llegado a la carrera a su lugar de retiro. Apremiada por el tiempo, trazó velozmente un círculo mágico de limaduras de hierro y sal. Para mayor protección, colocó en las cuatro puntos correspondientes a los puntos cardinales plumas de fénix y encendió velas hechas con grasa de unicornio. Con eso debía bastar para mantener al humano oculto de la mirada de las Venerables. Sólo debía asegurarse que él nunca saliera del círculo hasta que lo devolviera al reino humano.

 

Se sentó en el centro del círculo y con toda la fuerza de la que disponía se concentró en  transportarlo. Solo esperaba que no fuera demasiado tarde y trajera junto con él a algún depredador desagradable.

 

Después del tercer intento, tuvo éxito. Temblorosa por el desgaste de energías se acercó al cuerpo yaciente. Apenas respiraba.

 

Tenía el cuerpo cubierto de ampollas, la piel partida y sangrante en una gran extensión, los labios agrietados e hinchados...Y  heridas de espada profundas y gravemente infectadas. Tardaría mucho tiempo en sanarlo por completo, aún con magia.

 

Se inclinó y colocó su cabeza en su falda. Lo primero que hizo fue darle de beber. Estaba semiinconsciente y balbuceaba incoherentemente en un idioma poco común para las tierras donde lo había hallado : japonés, pero pudo beber por sí mismo. Le costó hacer que tomara el agua en sorbos cortos, pero finalmente lo logró.

Después de un rato, el hombre, que debía estar en la mitad de su segunda década de vida, se durmió, exhausto.

Definitivamente debía bañarlo, limpiar sus heridas y curarlas. Tomando coraje, comenzó a desnudarlo lentamente, con la mayor de las precauciones para evitar causarle más dolor, ya que la piel expuesta se había adherido en muchas partes a la ropa que llevaba puesta.

 

Al margen de su calamitoso estado actual, era evidente que se trataba de un hombre muy cuidadoso con su cuerpo. Los músculos firmes y desarrollados hablaban de un duro, intenso entrenamiento en algún tipo de arte guerrera. Las numerosas cicatrices ya curadas confirmaban esa impresión.

 

Sus mejillas se tornaron de un profundo carmesí y sintió que la sangre afloraba a cada rincón de su cuerpo al quitarle la última prenda. Jamás en su vida había visto a un hombre adulto completamente desnudo antes. Después de todo, ella aún era una jovencita, como le habían señalado las Venerables. Aunque debía admitir que ya aún antes de los cien años de edad, la mayoría de sus primas y hermanas habían adquirido cierto tipo de ...experiencia, de la cual ella carecía por completo. Apartó la mirada de aquel humano, avergonzada.

 

Con cuidado de no romper el círculo mágico sentó al joven en la tina de madera que tenía para su baño cuando era forzada a retirase en aquel sitio. Sopló tres veces y ésta se llenó de agua tibia. Con un paño suave limpió la sangre y retiró la piel que colgaba de las ampollas abiertas. El agua se tiñó de rojo. Soplando una vez la cambió para evitar empeorar la situación de las heridas infectadas (aunque ella podía manejarlas). Debió repetir el procedimiento tres veces, hasta que solo hubo trazas de jabón en el líquido.

Después de secarlo, lo cubrió de ungüentos, lo vendó concienzudamente y lo vistió con una túnica de seda. En unas horas, no habría siquiera cicatrices de las ampollas. Sin embargo, las heridas de espada eran otro asunto, completamente distinto. Era increíble que hubiera sobrevivido a la perdida de sangre y la infección. Sin duda, su parte de bestia mágica lo había salvado. Ningún mortal común habría sobrellevado las heridas, en primer lugar, ni hablar de la infección que tenía.

Confiaba que  sus pociones y la magia acabarían bajando la fiebre y destruyendo la contaminación de sus lesiones. Pero él necesitaría tiempo para recuperarse de la pérdida de sangre y el cansancio extremo que lo habían llevado tan cerca de la muerte.

 

Asiya sólo rogaba que fuera lo suficiente afortunada para que él se recobrara pronto y pudiera devolverlo al reino de los humanos antes de que las Venerables pudieran notar su desobediencia...

 

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En algún lugar de la ciudad más corrupta de China, Shanghai, Wu Heishin se frotaba las manos, en regocijo evidente.

 

Después de más de una década a la sombra de Yukishiro Enishi, podría disfrutar del poder real. Ya no era el Numero Dos.

 

El haber puesto en la pista del paradero de su ya extinto jefe a sus enemigos después de concluir su último viaje a Dunhuang, en plena Ruta de la Seda había sido una brillante estrategia, ejecutada de manera casi casual, de manera que nadie pudiera sospechar de él.

 

Había llegado a odiar al  bastardo arrogante, pero ya era lo suficientemente peligroso como aliado para arriesgarse a ser su enemigo abiertamente. Saber que el inmisericorde, potente y temerario asesino ahora era alimento de las alimañas del desierto lo llenaba de satisfacción. ¡Ah , de nuevo la mente era más útil que el músculo!

 

En fin..sabía que ese último pensamiento no era enteramente correcto, porque Yukishiro había sido astuto y resbaladizo a lo largo de los años. No podía ser de otra manera, puesto que era el más joven de los jefes de la Mafia de Shanghai, y posiblemente el más joven de toda la historia de China. No se llega a escalar tan alto en tan poco tiempo solo en base a músculos y talento asesino.

 

Pero, ahora por fin estaba muerto. Por fin se había librado de él.

 

Era un alivio. El tipo le daba escalofríos. Había llegado a pensar con los años que algo no le funcionaba completamente  bien en la cabeza. Estaba totalmente obsesionado con la idea de su hermana muerta y la venganza sobre su asesino, que no era otro que su propio cuñado.

 

A pesar de esto, no podía decirse que Yukishiro Enishi estaba demente, al menos no lo suficiente, como para sacarlo de en medio sin ganarse las sospechas y animosidad de los demás jefes del Sindicato.

 

Definitivamente no era gente a la que les agradaran los subordinados con una ambición demasiado notoria.

 

Caminó hacia el amplio salón desde el cual su ahora difunto jefe había llevado sus negocios durante la última década, y se sentó en el confortable sillón de cuero negro frente al escritorio, poniendo sus piernas sobre la maniáticamente pulida superficie. Imaginó lo furioso que Yukishiro estaría si pudiera verlo desde donde estuviera...

 

¡Ah, que placer que daban estas pequeñas venganzas!

 

Una sonora carajada resonó por lo salones de la mansión y los sirvientes sacudieron las cabezas en evidente disgusto, pensando que tal vez su nuevo patrón fuese aún más extraño que el anterior...

 

 

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Las siguientes tres semanas pasaron sin incidentes mayores.

 

Cada vez que el hombre salía de su estado de inconciencia, ella volvía a dormirlo, excepto para alimentarlo, lo que hacía manteniéndolo solo lo suficientemente conciente para que no se ahogara al tragar. Era mejor, tanto para su restablecimiento como para evitar que durante alguno de los momentos en que no estaba con él, saliera de los confines del círculo mágico, poniendo en evidencia su presencia para las Venerables.

 

Era muy incómodo tener que atenderlo como a un bebé, pero aquello era mejor que ser expulsada del Reino.

 

A medida que los días pasaban, el por qué de su decisión de rescatarlo se le tornaba más confusa.

 

Siempre había tenido una curiosidad innata por los humanos y de vez en cuando se aventuraba en su reino para observarlos. En una oportunidad había pasado toda una década  en Isfahan solo para aprender como vivían...

 

Pero esta vez era algo más que mera curiosidad, simpatía o lástima.

 

El humano tenía algo que la había obligado a actuar tan impulsivamente. Eso, sumado al hecho de la prohibición de las Venerables, y su consiguiente y predecible rebelión, habían dado forma al peligroso cóctel de tentación y aventura que terminó llevándola a arriesgar todo por aquel desconocido, que en el mejor de los casos, nunca volvería a ver...

 

Suspiró y le echó una mirada al objeto de sus actuales preocupaciones.

Estaba casi completamente repuesto de sus heridas y la pérdida de sangre. En un par de días, estaría en condiciones de transportarlo a Beijing, desde donde seguramente podría regresar a donde fuera que perteneciese.

 

Una cosa que encontraba curiosa es que no fuese chino. Raramente podían hallarse japoneses tan dentro del territorio continental.

 

Aun se hallaba inmersa en sus pensamientos, cuando ocurrió la catástrofe :

 

La Venerables decidieron darle una vistita de cortesía...

 

 

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Se despertó sobresaltado, sentándose casi de un salto en lo que parecía un futón.

La cabeza le daba vueltas y no tenía la menor idea de donde se hallaba.

Lo último que recordaba era que estaba perdido en el desierto, los buitres a punto de hacerse un festín con él.

 

Ahora se hallaba en el interior de lo que parecía ser una tienda, solo.

 

Se miró detenidamente. Casi con incredulidad notó que todas sus ampollas habían desaparecido  y sus heridas, que aparecían cuidadosamente vendadas, parecían casi completamente curadas. Era evidente que había estado inconsciente mucho más que unos pocos días. Y quien lo hubiera  encontrado, lo había atendido muy bien durante aquel tiempo.

 

Cerró los ojos y trató de concentrarse, buscando cualquier traza de peligro u hostilidad potencial alrededor.

 

Sintió la presencia de un ki muy extraño y poderoso, un tanto alejado de la tienda.

 

Trastabillando y apoyándose en cuanto estaba a su alcance, los músculos temblándole por la falta de uso, salió afuera.

 

Un camello completamente cargado se hallaba arrodillado a  cierta distancia de donde se encontraba. A su lado, dos magníficos caballos árabes, los más hermosos que hubiera visto en su vida, descansaban atados a una estaca clavada en la arena.

 

Mientras miraba el improvisado campamento, el viento le trajo el sonido de lo que parecía ser una mujer cantando.

 

Con pasos vacilantes, siguió la voz, hasta llegar a su dueña, que era en efecto una mujer y para su sorpresa, además la poseedora del poderoso ki que había sentido antes.

 

La imagen era irreal. Una mujer pequeña, con la voz más exquisita que hubiera escuchado nunca cantaba destilando una tristeza infinita, en un idioma que no reconocía, en medio de uno de los más mortales desiertos de la Tierra, y por si eso fuera poco poseía el ki propio de un guerrero de primera calidad.

Sacudió la cabeza, pensando en una ilusión del desierto.

La mujer seguía allí.

 

Ella giró su cabeza y reprimió un grito de sorpresa al verlo allí parado.

De pronto, sus piernas cedieron por el esfuerzo y cayó de rodillas, sobre la arena.

Ella corrió hacia él y detuvo su caída hacia delante.

Poniendo uno de sus brazos alrededor de su cuello, para que la usara de apoyo, lo ayudó a volver a la tienda y lo hizo recostar nuevamente.

 

-   ¿ quien...eres? ¿Cómo...llegué aquí?- con voz torpe por el poco uso repitió la pregunta dos veces, una en  mandarín y otra en cantonés, rogando por que ella entendiera alguno de los dos idiomas.

-         Fue una locura. No debió haberse movido. Yo...solo salí unos momentos...Pero en fin...al menos esta despierto...- ella le respondió, para su sobresalto en japonés.

 

El era obviamente un japonés.  Pero por el color de los ojos de la mujer y la  piel blanquísima que dejaba traslucir las finas venas que la atravesaban por debajo no le cabía dudas de que era gaijin. Y los gaijin tenían la costumbre de no diferenciar los rasgos faciales chinos de los japoneses. Era indudable que ella si los diferenciaba. Tomó nota del hecho, para analizarlo cuando su mente estuviera en mejores condiciones.

 

-         ¿Cómo-llegue-aquí?

 

Puntualizó cada palabra y por primera vez miró a la mujer a los ojos, con una mirada que debía dejar claro que no aceptaría evasivas. Estaba ciertamente agradecido a quienes le habían salvado la vida, pero no era un hombre que estuviera en posición de correr más riesgos que los estrictamente necesarios.

 

Para su sorpresa, ella le sostuvo la mirada, sin una traza de intimidación , más bien revelaban que ella parecía divertirse. Y entonces se dio cuenta de que estaba mirando directamente en los ojos más extraños e hipnotizantes que nunca había enfrentado. Eran de color esmeralda, en el que se fundían unas extrañas chispas doradas que parecían estar en perpetuo movimiento.

 

Definitivamente, esa no era una mujer ordinaria. Nada en ella lo era...Un sentimiento de incomodidad y tensión lo invadió. Estaba completamente desarmado, débil y aunque ella era mucho más pequeña y de exterior frágil, todo le gritaba que no era seguro dejarse guiar por las apariencias.

 

 

 

-         Te encontré cuando estabas a punto de ser devorado. Y no me pareció adecuado que eso te sucediera...Así que...

-         ¿Dónde están los demás?

-         Estabas solo...

-         No..hablo de tus compañeros...la caravana... Es obvio que una mujer no puede andar sola por el desierto, en medio de la Ruta de la Seda, mucho menos armar una carpa, cargar un camello y dos caballos y atender a un herido sin ayuda.

 

Ella lo miró unos instantes dubitativa, y luego le respondió.

 

-         Bueno...si iba con una caravana y mi hermano cuando te encontramos. Pero llevábamos otros dos camellos y en medio de la travesía, una noche se soltaron. Mi hermano fue en su busca y me dejó aquí, porque no podía seguirlo a él y tampoco a la caravana. Esto sucedió hace dos días y no ha regresado aún. De todas maneras, él me ordenó que si pasaba una nueva caravana y tu estabas en condiciones de seguir el viaje,  me dirigiera como estaba planeado hasta Dunhuang. Allí tenemos familia. Yo les avisaré y vendrán a buscarlo.  Temo que si nos quedamos aquí, puedan aparecer bandidos o se nos agoten las provisiones esperándolo. Ahora que estas conciente, será más fácil unirse a una caravana. 

-         Ah.... ya veo...

 

La respuesta pareció satisfacerlo...por el momento.

 

-         ¿Tienes hambre?

-         Definitivamente...

 

Ella le alcanzo un tazón con arroz . El sabor era absolutamente espantoso, pero después de lo que había comido durante sus primeros tiempos en Shanghai, sabía que uno no debía ser demasiado exquisito en materia culinaria y agradecer cuando podía llevarse algo a la boca.

 

-         ¿Cuánto hace que me encontraron?

-         Aproximadamente tres semanas.

 

La sorpresa hizo que se atragantara con la comida.  Y muy pronto se encontró con ella ayudándolo a recuperar la respiración y alcanzándole un vaso de agua.

 

< Tres semanas...el bastardo de Heishin debe estar festejando mi muerte... Espero que no haya arruinado demasiado las cosas para cuando regrese...>

 

-         ¿Cómo te llamas?

-         Asiya...¿Y tú?

-         Enishi 

 

Era suficiente con darle su nombre de pila. No sabía si ella y su hermano eran confiables, o si solo deseaban venderlo a alguno de sus enemigos, por lo que era evitar ahondar en detalles que pudieran identificarlo fácilmente. De ser la primera de las opciones, vería que fuesen amplia y generosamente recompensados por sus esfuerzos y cuidados. En el segundo caso...aunque estaba muy debilitado, no permitiría que lo tomaran tan fácilmente.

 

-         Bien, Enishi...Creo que debes descansar. Para ser el primer día en tres semanas que estas despierto, has hablado y te has movido demasiado. Duerme. Tal vez mañana pase un caravana y no queremos perderla.

 

Tenía mil preguntas para hacerle, pero una ola de inesperado cansancio lo invadió, y accedió a volver a dormir. El sueño le llegó en instantes.

 

< ESO estuvo cerca ...> suspiró Asiya, relajándose cuando el ritmo sostenido de la respiración del hombre le indicó que estaba dormido.

 

 

 Ahora estaba a solas de nuevo. A solas con sus pensamientos...con sus recuerdos.

Salió de la carpa y volvió a alejarse. No quería que sus sollozos despertaran al humano llamado Enishi.

 

 N de la A :

 

Isfahan : Ciudad de Persia ( Irán a partir de 1935), antigua capital de aquel Imperio y una de las más bellas ciudades del mundo.

 

Dunhuang : Situada en la actual provincia china de Gansu, esta ciudad se encuentra en el extremo occidental del llamado corredor de Gansu. Su nombre significa “próspera, floreciente”, ya que antiguamente era la intersección de dos importantísimas rutas comerciales en la llamada Ruta de la Seda.  Esta Ruta era la comunicación más importante entre Occidente y el Extremo Oriente, a  través de la cual no solo fluían las mercancías sino la cultura, los inventos y el conocimiento. Esta ciudad de halla en los límites del más inmisericorde desierto del mundo el desierto de Taklimakan, cuyo nombre significa en lengua Uygur “el que entra (allí) no vuelve a salir”

 En el próximo capítulo se explicará porqué Yukishiro Enishi se extravía allí