I do not own ANY of Rorouni Kenshin characters in any way or extent. However any other characters involved who came from my pen belong to me.

 I wrote this for pleasure purposes only, so please don’t sue me, since I do not intend. To make any profit from my fic.

 

  Be warned. It will include violence, some use of profane language, and will include some extent of explicit sexual contend in later stages  I’ll rate chapter by chapter, according it’s contends

 

The story begins few month before the events of Kyoto Arc, so it will include spoilers from it as web as from the Revenge Arc too

 

Nota : Convenciones utilizadas < > indican pensamientos no expresados verbalmente.

 

Tres ancianas ricamente vestidas, sentadas en ornamentados tronos tenían la vista fija en una jovencita, que aparentaba no tener más diecisiete o dieciocho años, arrodillada ante ellas con la cabeza ligeramente inclinada hacia el suelo. La mayor de las mujeres, sentada al centro del grupo, finalmente habló, con un indisimulado tono de censura en su voz

 

 

-         Esta fuera de discusión. Los humanos solo traen problemas.

-         Además es un varón.- siseó otra de las ancianas con disgusto manifiesto, sacudiendo ligeramente los adornos de perlas que decoraban su blanquecino cabello al ser presa de un involuntario estremecimiento ante el pensamiento

-         Pero no es completamente humano...El espíritu del tigre ancestral ruge  través de su sangre...- intentó justificarse la jovencita

-         ¡Uf! ¡Un mestizo! Tanto peor...- la tercera anciana frunció el seño en un claro gesto de repugnancia- Las bestias mágicas deberían ser encerradas de una vez por todas. Cuando se mezclan con los mortales, solo traen calamitosas consecuencias a ambos reinos.

-         Esto hace las cosas aún más claras y definitivas.- terció la primera de las mujeres

-         Pero...pero...Es de los nuestros...al menos en parte...¡no podemos dejarlo morir así!- la muchacha levantó la cabeza y enfrentó al grupo con un evidente aire de desafío en la voz y la mirada

-         ¡Es intolerable que una niñita de apenas doscientos años de edad se atreva a levantarnos la voz así! – la mayor de las ancianas parecía exasperada- Asiya, cuando hace cincuenta años viniste pidiendo refugio desde el clan del Oeste, te aceptamos, aún contra todas las recomendaciones de tu propio gente. Se nos advirtió de tu voluntarioso carácter y tu insolencia, pero consideramos que era debido a la impulsividad propia de tu juventud y creímos que con unas décadas alejada de todo lo que te era querido, reflexionarías. Sin embargo, tu carácter no solo no ha mejorado sino que eres aún más rebelde, insolente y desobediente que cuando llegaste. Esta es la última advertencia, niña. La decisión de este Concilio es inapelable y definitiva, no interferirás con la suerte del humano, sea mestizo o no. Ningún varón, humano o no tiene permitido manchar este recinto sagrado con su presencia. Si violas nuestra orden en modo alguno, serás expulsada definitivamente de nuestros clanes, y no encontrarás refugio alguno en este reino. Solo hay queda otro clan, pero es enemigo mortal de los tuyos y de nosotros, por lo que tampoco podrás recurrir a ellos. Así que considera tu futuro con cuidado, antes de volver a desafiarnos. Ahora, retírate. Y espero que como expiación  por tu falta de respeto, te retires en absoluta soledad por los próximos treinta días. Tal vez el silencio te haga meditar y te enseñe a ser más humilde.

 

La anciana mayor la despidió con un gesto de la mano.

La joven llamada Asiya tenía los puños crispados y blancos, pero hizo una leve reverencia y se retiro sin darles la espalda pero con la cabeza gacha, no por humildad, sino para evitar que vieran su mirada cargada de ira y desafío, aunque sabía que era inútil tratar de ocultarse de las Venerables. Ellas la conocían demasiado bien como para que pudiera engañarlas.

 

Mascullando groserías en cuantos idiomas le venían a la mente, tanto humanos como de los de su reino, tomó un puñado de pertenencias para dirigirse al lugar que había elegido para realizar sus frecuentes penitencias. Esta vez era un mes completo de encierro...debía aprovisionarse adecuadamente...

 

Dio un suspiro  antes de abandonar su refugio por el largo período de su expiación y recorrió con la mirada el lugar al que no vería por varias semanas. Un espejo de ornado marco destellaba en un rincón...No pudo resistir la tentación. Debía echarle una última mirada al motivo de su castigo...

 

El hombre trastabillaba en medio del pedregoso desierto. De pronto cayó hacia delante. Asiya ahogó una exclamación de angustia. Lo vio volver a ponerse en pie y dar dos pasos vacilantes antes de volver a caer . Estaba segura que esta vez, él no se levantaría.

 

<¡Malditas viejas brujas!>

 

¿Por qué las Venerables tenían que ser tan poco razonables? Era solo un hombre, un mortal. Ciertamente no podía causarles ningún daño, mucho menos a ellas. Y además tenía conexión con su reino por la parte de bestia mágica que corría por su cuerpo.

No, no podía dejarlo morir...¿Pero que podía hacer? Sobre todo ahora que estaba castigada y no podría tener contacto con nadie...

 

No podría tener contacto con nadie...Y nadie con ella....

Perfecto...Una sonrisa se dibujó en su rostro. Esa era la solución a su dilema. Salvaría al joven humano de cabellos canos...

 

Dejó sus cargas más frívolas de ropa y libros y empacó el pequeño arcón con sus talismanes y tesoros y libros mágicos. Iba a necesitarlos mucho en los siguientes treinta días...