Nota: Conocen la rutina...RK no es mío... El argumento y Asiyah, así como los personajes nacidos de mi pluma son míos... Los demás son de Watsuki-sama

 

Quiero pedirles disculpas por el atraso. Estuve con “bloqueo de escritor”..aunque no tanto, porque ya escribí los capítulos finales... Paciencia que ya falta poquito...

 

Gracias a todos los que me animan a seguir.

 

Saludos a Jo-chan, y mucha suerte con su fic!

 

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Después de la discusión de la noche anterior, había vagado a través de los jardines de la residencia por largo rato.

Por cierto, aquella no era la primera vez que reñían y en ocasiones lo habían hecho más fuertemente, pero siempre había sido de manera abierta y sin secretos entre ambos.

 

El intercambio en sí no había sido tan dramático o violento como para ser considerado una verdadera pelea.

Ambos habían marcado sus posiciones, y nada más.

 

Pero era lo no dicho lo que la preocupaba.

Aquello era lo más perturbador de todo.

 

Nunca antes había quedado en las sombras en un proyecto importante.

Pero este caso era doblemente importante.

Después de las cosas que habían compartido respecto al tema, a lo que ella había visto en sus sueños, después de cómo él se había abierto, de su insistencia en que lo acompañara, simplemente aquella actitud la tenía absolutamente desconcertada. Era sencillamente inexplicable.

 

Sabía que las cosas no irían según lo esperado desde el mismo fatídico momento en que apoyaron sus pies en la cubierta del barco que los trajo al Japón.

 

El viaje en sí había sido desastroso, luego esos hechiceros que los seguían a todas partes desde que estuvieron en Kyoto, y esos cinco desagradables personajes...

 

Especialmente Gein.

 

No significaba peligro alguno. Eso ya lo había chequeado con anterioridad.

Pero estaba tramando algo.

Y tenía más conocimiento de lo que sucedía y los planes de Enishi que ella misma.

Era la máxima ironía y crueldad que él confiara en un extraño y a ella la apartara, sin más.

¿Por qué Enishi había insistido en llevarla hasta allí, si luego la mantenía en la ignorancia?

Nada tenía sentido.

 

Ahora, después de lo que había visto y oído, temía que una justa retribución sobre un asesino, se transformara en un baño de sangre sobre gente inocente.

 

Y temía especialmente aquello porque inclinaba la balanza de la Bestia Mística en Enishi hacia el camino de un Destructor.

 

No podía utilizar sus percepciones más que superficialmente, para no llamar demasiado la atención de sus enemigos (aunque en vista de cómo eran vigilados y seguidos, realmente lo consideraba una precaución inútil), y aunque en apariencia no estaban bajo ataque directo, no podía estar completamente segura de aquello.

 

Quizás el comportamiento inusual de Enishi pudiera estar siendo causado por alguna fuerza exterior.

Aún si corrían riesgos, debería verificarlo, se dijo mientras terminaba el desayuno, sentada a distancia de los “compañeros” de Enishi, observándolos discretamente mientras fingía leer.

 

-         Me pregunto si la chica hablará japonés... - Otowa estudiaba a Asiyah con curiosidad

-         Nah... – Inui rechazó la idea-  Pero me parece extraño que un tipo tan enfocado en su venganza traiga una ‘distracción’ como esa consigo justo cuando va a concretarla.

-         Para mí, ella carece de toda importancia, igual que todo lo demás, mientras pueda matar a Battousai.- la mole llamada Kujiranami resopló

-         ¡Ja! ¿Tú? No sueñes. Yo lo haré...

 

Mientras Kujiranami e Inui se enfrascaban en una discusión sobre quien sería el que descargaría el último golpe sobre Battousai, Otowa se acercó a Asiyah.

 

-         ¡Hola! ¿Tienes nombre, niña?

 

 

Asiyah ni siquiera levantó la vista del libro, y por supuesto no se dignó contestarle, pero la forma descarada y hasta provocativa en que la miraba, empezaron a incomodarla.

Gein, entre tanto, había dejado su trabajo en el subsuelo y estudiaba la escena con marcado interés.

 

-         No parece gran cosa... Es una pena que un tipo tan interesante se fije en esto.- el repaso despreciativo sobre ella, comenzó a irritarla- Estoy seguro de que si nos... conociéramos mejor, él realmente te vería como lo que eres, una tonta sin gracia. Creo que intentaré...

 

En un brevísimo instante, el fulgor de un arco plateado hendió el aire, y todas las conversaciones cesaron y las miradas se fijaron en Otowa.

Asiyah mantenía una espada apoyada en el cuello del primero, y un delgado hilo de sangre corría sobre la piel del hombre. Ella no había levantado la vista del libro por un solo momento.

 

-         Comprenderá que su sugerencia no es bienvenida.

-         ¡Pe-perra!

-         Asiyah, querida, suelta a nuestro compañero- Enishi acababa de entrar por la puerta principal y se dirigía a la Yinniyeh con voz calmada, como si nada fuera de la común estuviese sucediendo.

 

Asiyah levantó la mirada brevemente y por un instante, el fulgor dorado estuvo allí.

Lentamente, quitó la espada del cuello de Otowa, y la enfundó en el bastón, después de limpiar las pequeñas manchas de sangre sobre el filo. Sin decir más palabra, se levantó, rozó apenas la herida del hombre, haciéndola desaparecer y se retiró del salón.

 

-         ¡Yukishiro-san., qué dem...!

-         Ella jamás ataca primero, solo responde si es agredida o molestada.- Enishi interrumpió a Otowa-  Deduzco por ello que Ud. se lo buscó, compañero Otowa. Por otro lado, muy descuidado de su parte. Ella recién comienza su entrenamiento, no debió haberlo tomado por sorpresa. Le sugiero que revise el punto. Al menos, no le quedará la cicatriz.-

 

Enishi estudiaba el cuello del extraño personaje

 

-         Esos ojos...- se oyó desde el techo

-         Battousai... – murmuró la mole- La misma mirada...

-         ¿Quién es ella?- preguntó Inui

-         Es una hechicera, ¿verdad Yukishiro-san? Lo que no imaginaba es que también supiera usar una espada...

-         Estimado compañero Gein, Asiyah no es una hechicera. Es algo mucho más complejo y peligroso.- hizo una pausa para que el significado de sus palabras calara en las cabezas de aquellos tontos- Caballeros, les sugiero no acercársele de aquí en más, mucho menos molestarla. Podría traerles consecuencias digamos que desagradables. Ahora si me disculpan, voy a tener una pequeña charla con ella.

 

Mientras la buscaba, una idea comenzó a flotar en su cabeza.

 

Esos ojos... Battousai... la misma mirada...”

 

Lo había olvidado... ¿Cómo había podido...?  En medio de la lucha con Tatsumi[1], en el bosque, cuando había descargado el golpe fatal... Ahora los recuerdos le llegaban con toda la fuerza.

¿Sería posible que Battousai fuese...? El cabello rojo, el inusual tono de piel, los ojos de gaijin, que cambiaban de color... y se ponían dorados... La velocidad... la ferocidad...

 

Como Asiyah.

 

No. Imposible.

 

Además Asiyah se lo hubiese dicho...

A menos que...

 

La garra de la incertidumbre empezaba a hacer estragos en su mente y su corazón.

 

< Tomoe... Tomoe... Necesito tu ayuda... Estoy cada vez más confundido... No necesito estas dudas... ¡no ahora!>

 

-         ¿Qué sucedió exactamente?

-         Un intercambio de opiniones...

-         No necesito ‘intercambios’ de ese tipo. Mantente alejada de ellos. Los necesito para que mi plan funcione. No puedo darme el lujo de tener que buscar a un reemplazante en esta etapa de mi Justicia.

-         ¿Justicia?... No... Venganza... Simple venganza.

-         Bien. Venganza será.-  Enishi se encogió de hombros- Lo que sea. No me importa que justo ahora te erijas en mi juez. Después de todo, creo que tal vez tenías razón. Debiste haberte quedado en el continente. Bien, tengo cosas que hacer, así que si me disculpas...

 

Asiyah se quedó en un palmo de narices.

¿Qué estaba sucediendo? ¿Qué se le estaba escapando? ¿Por qué todo estaba yendo barranca abajo? Usualmente el no solo confiaba completamente en ella sino que valoraba su opinión. ¿Por qué se comportaba así?

 

Ahora, estaba segura de que había alguna ‘interferencia’. Sin duda alguna.

Pero, si se arriesgaba y la rastreaba, irremediablemente habría una respuesta... y aquello sólo empeoraría su situación con Enishi, que expresamente le había pedido que evitara el uso de la magia, y sabría sin lugar a dudas que ella lo había desobedecido.

 

Tendría que tomar alguna medida urgente, que no involucrara su uso, pero que la ayudara a llegara a Enishi.

 

El resto del día lo pasó separada de todos, incluso de él, que entraba y salía de la casa, en frenética actividad.

 

Gein seguía encerrado en el sótano, mientras dos de los otros cuatro parecían estar de preparativo en preparativo para llevar a cabo alguna acción a corto plazo, lo que quedó confirmado cuando el descerebrado musculoso, la mole inexpresiva, y el fenómeno en kimono se retiraron con rumbo desconocido.

 

Enishi y ella cenaron a solas, en su habitación.

 

Aunque trataba de ser cordial con Asiyah, no podía evitar sentir cierto enfado. No necesitaba distracciones. Y ella estaba siendo una fuente de ellas desde la noche anterior.

 

Se enfocó nuevamente en las acciones planificadas para aquella velada, quitándola de su pensamiento momentáneamente.

 

Esa noche darían el segundo paso… Y él presentaría su declaración de guerra.

Le daría tiempo a Battousai para revolcarse en la angustia, para que pensase qué o a quién le arrebataría… Oh sí, lo haría sentir angustia, una angustia que lo debilitaría lo suficiente para arrastrarlo al infierno en vida cuando de verdad concretara su plan.

 

Musitó apenas una excusa y se retiró, dejándola sola, para internarse en el subsuelo, adonde trabajaba Gein.

 

 

-         Ah los datos que me ha proporcionado son extremadamente precisos, Yukishiro-san. ¡Con ellos podré hacer una obra maestra!

-         No lo dudo... por eso está aquí.

-         Estaré listo para acompañarlo en unos momentos...

 

Enishi echó un vistazo al lugar.

Lo primero que lo golpeó al entrar fue el hedor.

Definitivamente no era algo agradable, pero tampoco algo que no pudiera soportar.

Había estado en sitios aún más hediondos...

El lugar estaba escasamente iluminado excepto alrededor de Gein y sus instrumentos.

Una colección de aparatos de apariencia extraña, casi infernal, que arrancaban escalofríos ante su mera visión, estaba desparramada a lo largo y ancho de una amplia mesa de mármol, que recordaba a la que usaban los embalsamadores o los que trabajaban con cadáveres en las funerarias.

 

En las paredes se alineaban filas de pesados frascos, con ingredientes de los que prefería ignorar su procedencia o contenido.

 

-         Espero que encuentre los arreglos satisfactorios. Si he olvidado algo, o necesita alguna otra cosa para su tarea...

-         Oh, no, no se preocupe, Yukishiro-san. Tengo todo aquello que pudiera desear aquí. Algunas pequeñas cosas pudieran faltarme aún, pero me encargaré personalmente del asunto.

-         Bien.

 

Tomoe era visible en una esquina de la mesa de trabajo de Gein. Una cálida sonrisa iluminaba su rostro. Una sonrisa como la que le dispensaba por las noches, cuando era sólo un niño, y ella lo arropaba en su futón, dándole las buenas noches.

Sí, ella estaba contenta...

 

Y lo estaría aún más después de esa noche. Una sonrisa malévola se dibujó en sus facciones.

 

-         Parece complacido, Yukishiro-san...

-         Oh, sí, compañero Gein. Lo estoy. Y lo estaré aún más en breve. Manténgame al tanto de sus progresos. Ahora, es tiempo de que vayamos a ‘ayudar’ al resto de nuestros camaradas en acción

-         Sin duda lo tendré informado... Primero Ud.

 

Enishi giró sobre sí mismo y comenzó a subir la escalera para salir del lugar. La voz de Gein lo detuvo, con la pregunta que esperaba. Sólo se preguntaba por qué el otro se había tardado tanto en formularla...

 

-         ¿Quién es ella? ¿O debería preguntar qué es ella? Cuando estuve con Shishio...

-         Ah... entonces está al tanto de ciertas realidades, compañero...

-         Oh, sí... Pero ciertas actitudes de su compañera difieren mucho a lo que ví en Yumi-san... Y por otra parte Ud. mismo dejó en claro que no es una simple hechicera. - <Lo cual ya de por sí bastaría para ponerme nervioso > pensó el hombre  oculto tras la máscara- Comprenderá que no es el afán de entrometerme en sus asuntos lo que me mueve a interrogarlo sobre este punto. Se trata estrictamente de negocios... Ud. sabe, uno debe saber exactamente con quienes trata, para evitar situaciones, digamos, desagradables en algún punto...

-         Entiendo perfectamente. Pero Ud. entiende perfectamente también que no puedo decirle exactamente lo que desea saber. De todas maneras, mientras se mantengan lejos de ella, y no hagan nada que pueda molestarla, estarán seguros. Y además ya he hablado con ella, así que tienen mi garantía personal de que a menos que alguno de Uds. cometa alguna estupidez seria o ella considere que son un peligro para mi seguridad, nada les sucederá a través de su mano.

-         Después de verlos a Shishio y a Ud., realmente me preguntaba dónde podría hallar a alguna de estas... criaturas, por llamarlas de alguna manera. Serían muy útiles para mis negocios. Pero, supongo que no me revelará el secreto...

-         Supone bien, compañero Gein. Y por otra parte, créame cuando le digo que a veces esas criaturas son más un dolor de cabeza que una ventaja. No son fáciles de entender ni de manejar. De hecho, le aconsejo abandonar la idea. - Enishi sacó un pequeño reloj de oro del disimulado bolsillo del interior de su manga -Bien, es hora de que empecemos a movernos. No quisiera perderme la diversión...

-         Oh, si...Comprendo... Tomaré en cuenta sus consejos... Vámonos

 

...a menos que alguno de Uds. cometa alguna estupidez seria o ella considere que son un peligro para mi seguridad, nada les sucederá a través de su mano...

 

Las palabras de Yukishiro aún resonaban en su mente mucho rato después de que dejaran la mansión.

 

< ¡Ja! Apuesto mi vida a que ella debe ser una pieza fundamental en sus esquemas para tratar de convencerme de todo lo contrario con su cháchara... Y si ella es capaz de asegurar su seguridad... Debo averiguar más... ¡Y conseguiré a una de esas para mí! >

 

Ninguno de los dos notó antes de dejar la casa que las luces del sótano habían sido encendidas nuevamente...

 

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Caminaba con la cabeza gacha, la pregunta de aquella jovencita angustiada martillándole las sienes, una y otra y otra vez.

 

 ¿Cómo pudieron ser tan crueles? ¿Por qué, padre? ¿Por qué? ¿Qué hicimos para merecer esto?

 

<Simplemente conocerme... tener contacto conmigo... Como la gente del dojo Maegawa, el Akabeko... Debo detener esta violencia indiscriminada... ¿pero cómo? Mientras sigua enfrentando a uno por vez será imposible...Otowa dijo que eran seis... Debo localizarlos... debo detener esta locura... Kami... ¿Hasta cuando? ¿Hasta cuando deberé pagar? ¿Cómo puedo hacer que me perdonen para salvar a esa gente inocente cuya única falta fue conocerme? Seis... Seis hombres sedientos de venganza... Todos reunidos para administrarme su Justicia Terrenal... Si supieran lo dispuesto que estoy a que me la apliquen... Pero sólo si no dañasen a más gente... Estoy tan cansado... tan cansado... >

 

Aquella noche, mientras esperaban a los atacantes en el dojo Kamiya, estalló el caos de la manera más inesperada.

 

Como con el Akabeko, habían elegido no el lugar donde residía, no a él como blanco directo, sino a aquellos que tenían contacto con él.

 

El dojo Maegawa, donde Kaoru solía dar clases para ganar unas pocas monedas con las que alimentar magramente a su improvisada familia, el dojo que él sólo había visitado un par de veces, había sufrido gravísimos destrozos. Según la policía de no ser por Sanosuke habría sido totalmente destruido... y muchas personas, incluidos varios policías, habrían seriamente heridas... o aún muertas. Y luego el ataque sobre la casa del Jefe Uramura... Unos momentos más de demora y éste hubiese sido muerto... y posiblemente toda su familia con él.

 

Y aquellas palabras que resonaban una y otra vez en su cerebro: Justicia Terrenal

 

Justicia Terrenal

 

¿Qué clase de Justicia era esa que aterraba y ponía en peligro mortal a niñas y jovencitas? ¿Qué clase de Justicia era esa que atacaba inocentes?

 

Justicia.

 

¡Qué palabra tan grande en manos de gente tan pequeña!

 

Ya estaba cansado de aquello... También se habían matado a miles en nombre de la Justicia durante el Bakumatsu. Se había arrasado Kyoto por el fuego, en nombre de la Justicia, se había hecho sufrir a miles en nombre de la Justicia. Se había dejado sin hogar... Todo en nombre de la Justicia. Una Justicia en la cual había creído sinceramente... pero que los hombres, otros hombres, los hombres del poder, habían bastardeado...

Por eso se había alejado después de Toba Fushimi... Porque había visto que la justicia, la felicidad, la nueva era no se construían con grandes palabras o miles de soldados, sino paso a paso, en la cotidiana existencia... Tomoe le había abierto los ojos. Tomoe le había mostrado el camino. Tomoe le había dado un motivo por el cual seguir adelante y pagar por esos errores...

 

Tomoe

 

Suspiró. A poca distancia estaba el último puente antes de llegar al Dojo. A su casa.

Recortándose contra el sol naciente, se destacaba una figura vestida a la usanza china, anteojos pequeños y redondos ocultándole los ojos, y una especie de capa oscura flotando a su alrededor, como las alas de alguna criatura maligna.

 

Y entonces sucedió algo extraño, algo que presagiaba una tormenta de enormes impensables consecuencias: al lado de aquella alta figura sobre el puente, por un instante le pareció ver la tenue figura de Tomoe, con su mirada helada, triste... y un niño vestido casi en harapos, con un wakisazi a la cintura, ojos feroces, oscurecidos por el odio y el rencor clavados en los suyos. Un niño de cabellos blanqueados por el dolor. Yukishiro Enishi.

Su hermano. Su hermano por matrimonio.

 

Ambas figuras se desvanecieron en segundos, apenas los primeros rayos del sol tocaron el puente.

 

Y solo quedó él.

Pero ya no era un niño.

Ni estaba junto a un fantasma de infinita tristeza.

 

Los mismos ojos.

El mismo cabello.

El mismo dolor.

El mismo odio.

 

-         Enishi...

 

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Había llegado a tiempo para ver el ataque a la casa del Jefe de policía local. Gein se había dirigido a darle una mano al idiota de Inui. Seguramente, la necesitaría.

 

Otowa francamente era una decepción. Tal vez hubiera sido mejor que Asiyah se hubiese encargado de él.

Además de desagradable, era ineficiente.

 

Y un cobarde.

 

Había dado precisas instrucciones para que no dañara a la esposa ni a la niña del policía.

 

Nunca a mujeres o niños.

 

Si, tal vez hubiese sido mejor dejar que Asiyah se hubiera encargado del bastardo...

 

Bien, no importaba. Sería del primero que se desharía después de completar su Justicia. Y lo haría personalmente.

 

Gein era... interesante.

Pero demasiado peligroso.

De él también debería encargarse llegado el momento.

 

Los demás...

Sólo eran tontos.

Carne de cañón, totalmente descartables.

Aún si la policía los atrapaba, no sabían nada de él ni de su organización, como para provocarle algún problema.

 

De todas maneras, con el estruendo causado, una vez terminado su asunto, debería desaparecer de Japón con rapidez...

 

Ya tenía en funciones a su delegado en las Islas. Era despiadado, eficiente... y suficientemente inteligente como para no intentar desafiarlo.

Los restos de Heishin habían sido paseados por todos los niveles de la organización, como para recordarles el destino de los traidores... Y aquello había logrado que sus hombres trabajaran con mucho más ahínco y respeto por su autoridad...

Bien, se dijo, pero una vez que estuviera en el Continente todo esto sería preocupación de Xian.

 

Asiyah y él estarían seguramente rumbo a Sudamérica (que era finalmente el lugar que había decidido sería el más conveniente para fijar residencia. Sudáfrica era un poco más... conflictivo) en no más de tres o cuatro semanas, lejos de todo eso...

 

<Un poco más... sólo un poco más Tomoe... Y seremos libres... Tu y yo seremos libres al fin... >

 

Después de que Battousai sobreviviese al ataque de Kujiranami, que terminó de destrozar la casa del policía a cañonazos, lo siguió hasta la estación de policía.

Seguramente sus sentidos aún seguían afectados por el gas venenoso que Otowa utilizó durante el ataque. Por eso, no lo había sentido. Porque, aunque tratase con ahínco en mantener su propio Ki bajo, era imposible que su sangre no hirviese ante la vista del ser inmundo, despreciable que había matado a su amada hermana.

 

Dio un par de vueltas tratando de interiorizarse de la suerte corrida por sus otros compañeros en el dojo Maegawa. Otra decepción... En fin... si uno quería las cosas bien hechas debía hacerlas por sí mismo.

 

Después de aquello, decidió adelantarse a Battousai y esperarlo en el único puente que lo conducía desde aquella parte de la ciudad hacia el dojo Kamiya.

 

Edo había cambiado bastante desde su niñez, pero aún seguía siendo su ciudad y podía moverse en ella como un pez en el agua...

 

Justo antes del amanecer vio la pequeña, inconfundible figura, moviéndose hacia su posición. Parecía tan inofensivamente indefenso, tan frágil...

Pero era un demonio.

Un demonio como Shishio.

Peor aún, porque Shishio no se escondía tras capas de falsa cortesía y fraudulenta bondad...

 

< Despreciable. Maldito. Mil veces maldito. Asesino de mujeres... >

 

Se contuvo.

No. No era el tiempo.

Ni la oportunidad.

No, una muerte rápida no era lo que se merecía...

 

No.

 

No sería misericordioso. Pagaría. Sufriría como su hermana había sufrido. Como él había sufrido.

 

Tomoe flotaba a su lado, sonriéndole.

Y Battousai también podía verla... lo que lo llenó de rabia que apenas pudo contener.

 

-         ¿Qué pasa, Battousai? ¿Acaso viste un fantasma? ¿Es que acaso también puedes verla? Ah, sí... Ella esta siempre conmigo. Ahora, siempre y por la eternidad... Pero, Battousai- hizo una  breve pausa y de pronto ya no pudo contener toda la rabia, el odio y el desprecio- ¡ de entre todos los hombres del mundo no tienes el derecho de ver el fantasma de mi hermana, la mujer que asesinaste con tus propias manos! ¡La mujer a la que le robaste la felicidad!

-         Yukishiro... Enishi... Eres tú el que esta detrás de todo esto...

-         Oh... así que no lo sabías... Por supuesto... Debí haberlo imaginado... Mi hermana sólo fue una cara más entre todas aquellas que hiciste desaparecer con el filo de tu espada... La última vez que nos cruzamos fue en Toba Fushimi... ¿Once años? Sí creo que han sido once años...

-         ¿Dónde...?

-         ¿Dónde estuve estos años?  En Shanghai. No quise permanecer en el Japón que Uds. los Ishin Shishi construyeron. Sí, Shanghai, esa ciudad perversa, cuna de ladrones, traficantes, ambiciosos y criminales de todo color y origen. Después de la Guerra de Boshin, después de que perdí a mi hermana, el resto de mis familiares fueron dispersados o muertos. Nos confiscaron todos nuestras posesiones. No es que tuviéramos mucho... Hoy mismo pasé por lo que había sido mi casa. Hoy son los jardines de un cerdo Ishin Shishi. Toda mi casa, nuestra huerta, la casa de los campesinos a quienes arrendábamos parte de nuestras pocas tierras, con quienes compartíamos todo lo poco que poseíamos, todo, ahora es parte de un jardín. Un jardín. Mis primos murieron de hambre. Los campesinos a quienes arrendábamos... El viejo murió tratando de evitar que violaran a su hija. Y ella terminó en manos de traficantes de mujeres. Murió dos años después de que dejé Japón, de las enfermedades que se contagió en el burdel. Un jardín... ¿Puedes creerlo? Ese es el Japón que tú construiste... Pero, volvamos a mi historia... Me escurrí de polizón y llegué a Shanghai, pero para un chico extranjero, en semejante ciudad, es casi un milagro sobrevivir. Debí tomar agua de las zanjas de drenaje, pelear mi comida a las ratas... y hasta comí cadáveres humanos... Oh, sí, siempre enfermaba, siempre estaba al borde de la muerte...

-         Ba-basta...

-         ¿Qué pasa Battousai? ¿No tienes estómago para enterarte del resultado de tus propias acciones? Pero te guste o no, me oirás. Oh, sí, claro que lo harás.

 

Himura Kenshin miraba al que fuera hermano de su difunta esposa azorado. El nivel de odio que emitía su aura hubiera sido suficiente para fundir metal. Decidió seguir escuchándolo. Tal vez pudiera hallar la forma en que su venganza solo recayera sobre él... Tal vez...

 

-         Pero mi odio hacia ti no proviene de esas atrocidades que viví. Por el contrario, debo agradecerte por ellas. Si no fuera por las cosas que viví después de la muerte de Tomoe, jamás hubiese obtenido la fuerza que hoy poseo. Yo te odio por lo que le hiciste a mi hermana. Ese deseo de vengarla fue lo único que me mantuvo vivo a través de esas cosas espantosas. Vengar la muerte de mi hermana fue el único pensamiento que anidó en mi corazón todos esos años. Diez años de eso. Diez años. Viví tanto tiempo en Shanghai que casi olvidé por completo el japonés. Y me las ingenié para alcanzar la cima. Oh, sí. Llegué a la cima de las Tríadas de Shanghai, y soy el mayor traficante de armas de la región...- sacó de entre sus ropas su pistola y la apuntó casi descuidadamente contra Kenshin- El cañón de Kujiranami, los dispositivos asesinos secretos de Otowa, los tekkou de Banjin, las municiones especiales de Gein... Todo provisto por mi organización... ¿Quieres saber quien construyó y armó la nave de Shishio? También fui yo.

 

No pudo contener más la rabia. Pero se aseguró de no tocarlo. No aún. Sólo ventiló un poco de la ira que lo ahogaba. Disparó la carga completa de su pistola. Seis tiros. Una medialuna perfecta de agujeros de bala se dibujó a escasísimos centímetros de los pies de Battousai.

 

-         Ah... pero eso fue un error. Viví meses temiendo que esa momia me arrebatara mi venganza... De haber sabido que el gobierno planeaba reclutarte para enfrentar a Shishio y que además tú aceptarías, nunca le hubiera vendido ese barco, y me hubiera ocupado de que nadie lo proveyera de armas hasta después de mi venganza. Muy descuidado de mi parte. Debí haber previsto esa movida del gobierno Meiji. Fui muy afortunado en que sobrevivieras... Realmente eso me hizo muy feliz...

-          Créeme que te entiendo, Enishi... Quieres vengarte por la muerte de tu hermana. Es algo natural. No puedo negarte ese derecho a la justicia. Pero hay algo que no es correcto. No puedes involucrar a toda esa gente inocente. Te ruego que no lastimes a aquellos que no están involucrados en esto. Tu venganza es contra mí solamente. Eso lo entiendo y lo acepto. Pero debería ser  sólo yo a quien apliques tu castigo.

-         ¡No! Mi venganza no es sólo contra ti. Es contra todo lo que tú trajiste, contra lo que tú representas, contra todo y todos aquellos que amas, todos aquellos con los que cruzaste una sola palabra y no escupieron el suelo que pisa el peor asesino del Japón. Contra el Japón que creaste con tu sangrienta espada, un Japón sin mi hermana, doblegado ante los gaijin. Solo la destrucción de esto será capaz de igualar tu crimen.

-         ¡No! ¡Enishi, por favor escúchame! Soy el único culpable aquí. Fui yo el que cometió el crimen. Yo y solo yo soy responsable. ¡Solo debo ser yo el que sufra el castigo! Si continuas con esto ya no será ni justicia ni venganza, ¡será una sangrienta masacre! ¡Aún si Tomoe hubiese deseado ser vengada, nunca querría que hicieses algo así!

-         ¡Cómo te atreves, maldito hijo de puta! – era una fortuna que la pistola estuviese descargada. Lo hubiera destrozado a tiros de haber podido. Pero debió contentarse con darle un soberbio culatazo en la frente, que lo mandó tambaleándose al otro extremo del puente. La sangre empezó a manar de un profundo corte en el cuero cabelludo de Battousai- ¿Cómo te atreves a hablar de ella, a mencionar su nombre con tu boca inmunda? ¿Qué es lo que sabes tú acerca de lo que ella quiso o quiere?

 

Kenshin, trató de recuperase, mientras miraba con detenimiento la furia desatada en el rostro de su cuñado. Enishi se mordió los labios presa de la ira.

 

-         Intenta pronunciar su nombre de nuevo- su voz había adquirido un tono bajo, era casi un gruñido- Sólo inténtalo. Te garantizo que el gran incendio de Kyoto será un juego de niños comparado a lo que ordenaré que hagan mis barcos a Tokio. Tengo quince naves iguales al Rengoku en mis astilleros. Diez están listas para zarpar, completamente cargadas, blindadas mejor que el Rengoku y artilladas de tal forma que ni una cañonera inglesa podría enfrentárseles. Sólo intenta pronunciar una sílaba de su nombre...- Enishi escupió sangre a los pies de Battousai- Pero mi hermana era una persona tranquila, que amaba la quietud. Nunca hubiese aprobado tanto escándalo. Es por eso que elegí solo a seis de entre aquellos con los que mantienes alguna deuda. Y escogí como blancos a aquellos con quienes mantienes contacto directo permanente.

 

Kenshin levantó la cabeza, un leve hilo de sangre resbalaba por su rostro. Abrió la boca, como si fuera a hablar, pero Enishi se le adelantó.

 

-         Por supuesto, si tienes alguna queja, eso se puede arreglar. En vez de limitar el ataque a los blancos seleccionados, atacaré a toda la ciudad. Me haría muy dichoso ver a Tokio convertida en cenizas. Tal vez, así la gente reflexione y saque a patadas a los perros de la Restauración.- Enishi hizo un silencio. Luego agregó con sorna- Bien, veo que finalmente estás de acuerdo con mi elección. Entonces, ya no hay nada que decir. Ya he terminado aquí. Hoy es mi declaración de guerra. La verdadera batalla será en diez días

-         ¡Diez días!

-         Sí. Y el campo de batalla será el dojo Kamiya. Allí serás testigo de la concreción de mi perfecta Justicia Terrenal. Espero que lo ansíes tanto como yo. Te aseguro esto, no me apoyaré para ella en mi condición de traficante de armas. No. Te mostraré mi otra fuerza.- Enishi giró sobre sus pasos, dándole la espalda. Una carcajada que helaba la sangre escapó de su garganta.

-         ¡Enishi! Debe haber algo... alguna otra cosa que pueda hacer... cualquier otra cosa que no sea luchar... ¿Acaso no hay otra forma para que yo pueda redimirme por el crimen de haber robado la vida de tu hermana? ¡Enishi contéstame!

-         Me sorprende que seas tan lento para entender las cosas...  ¿Quieres saber que deberías hacer? Si debiera darte una respuesta sería ¡Sufre!

 

Siguió caminando lentamente, de retorno a la estación de trenes. La tenue figura de Tomoe se reflejaba en los vidrios ahumados de sus anteojos, siempre sonriendo.

 

-         Tomoe... Resiste... Son solo diez días... Diez días y serás libre. Diez días y ambos seremos libres... ¿Qué? ¿Es demasiado tiempo? Oh, realmente los siento... lo lamento tanto... pero es que debo terminar algunos preparativos aún. Sí, eso es... Pero después de todo, la espera valdrá la pena... Tendremos nuestra venganza.

 

Asiyah se hizo visible. Había seguido a Enishi toda la noche, excepto por los pocos minutos que le llevó revisar el cuarto de Gein. Había información muy perturbadora allí, pero no tenía la cereza de que se traían entre manos.

 

Los ataques habían sido por demás crueles. Lamentó no haber dado cuenta de Otowa cuando tuvo la oportunidad. Luego, había sido testigo del intercambio en el puente entre Enishi y Battousai. Enishi estaba tan descontrolado que ni siquiera notó su presencia.

 Su estado la había sacudido por completo. Nunca lo había visto así. Una vez desatada su violencia, era como un tornado, imparable hasta que por sí sola se apagaba. Sin embargo, el siempre estaba en control, nunca se perdía a si mismo en su propia rabia. En ese momento, en el puente, nada lo había contenido, y su explosión había rayado el límite de la cordura

Pero la sacudida más feroz no había venido de Enishi, sino de las respuestas de Battousai.

 

No podía creer que voluntariamente se ofreciera a ponerse en las manos de Enishi para que éste concretara su venganza. No podía creer que lo hiciese para salvar a la gente inocente a la cual Enishi estaba dañando. Ese no era el asesino monstruoso de sus sueños. Ni era el que había matado de aquella manera tan cruel a Tomoe.

 

Tenía que hacer algo. Tenía que descubrir que estaba sucediendo allí. Y sobre todo, tenía que frenar a Enishi.

 

Antes de que fuera tarde para él mismo.



[1]  El último guerrero que enfrenta en el bosque, antes de que Tomoe se interpusiese entre los dos.