I do
not own ANY of Rorouni Kenshin characters in any way or extent. However any
other characters involved who came from my pen belong to me.
I wrote
this for pleasure purposes only, so please don’t sue me, since I do not intend.
To make any profit from my fic.
Be warned. It will include violence, some use of profane language, and will include some extent of explicit sexual contend in later stages I’ll rate chapter by chapter, according it’s contends
The story begins few month before the events of Kyoto Arc, so it will include spoilers from it as web as from the Revenge Arc too
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- ¡No!
El grito rabioso, obstinado, resonó contra las rocas ardientes a su alrededor. El sol caía a plomo sobre él. Las sombras expectantes de las aves de rapiña encima suyo bailaban a su alrededor, esperando que cayera para dar comienzo a su festín.
No podía morir. No debía morir. Aún no...
- ¡Aun no!¡Kami, nunca les he pedido nada, pero por favor...por favor...!
Apenas sentía su cuerpo. Tenía ampollas en el rostro, la espalda, los pies...Las heridas en su costado y su espalda latían infernalmente...
Lleva diez días en el desierto, los dos últimos, sin comida ni agua y con las pocas medicinas que había llevado consigo agotadas también. Su caballo había muerto al cuarto día, exhausto, y su carne y sangre le habían servido para mantenerse hasta el octavo día. Sabía que de no ocurrir un verdadero milagro sería comida para los buitres en pocas horas, por eso ya no le importaba si debía implorar. Había maldecido, gritado de rabia, arrastrado testarudamente su cuerpo por las estepas rocosas, resistiéndose a entregarse a lo que ahora era una realidad inevitable. Sólo le quedaba implorar.
Porque no podría irse en paz de este mundo si no llevaba a cabo la meta que se había fijado tantos años atrás.
No. No podía morir allí, de aquella manera tan absurda.
Siguió avanzando. Uno, dos, tres pasos...Cayó hacia delante. Con terquedad, se levantó, trazas de la sangre de sus manos y rodillas quedaron impresas en la rocosa superficie. Una nueva invitación para los depredadores, pensó.
Dos pasos más...El suelo de nuevo contra su rostro...no podía...no debía...pero estaba tan cansado...tan cansado...Cerró los ojos...Un momento, descansaría solo un momento...
Niebla alrededor suyo...¿Niebla?...¿En el desierto?...No... Así que eso era morir...Siempre había imaginado que el frío de la hoja de una espada, el fuego de una bala asesina o el sabor amargo del veneno en sus labios serían lo último que sentiría. Nunca había imaginado niebla... Ya no había remedio...Era inútil seguir luchando...
- Lo siento, ‘neesan...lo siento tanto...Te he fallado otra vez...
Esas fueron las últimas palabras que salieron de su boca antes de hundirse por completo en la niebla.
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El espejo en la pared de su estancia refulgía.
<¡Qué extraño!> la pequeña pelirroja se acercó cautelosamente al mismo < Nunca lo hizo de semejante manera... >
Los espejos mágico eran objetos de cuidado... podían ser peligrosos, caprichosos, impredecibles... El suyo jamás le había presentado problema alguno... hasta ahora.
Trató de mirara a través de él, desde distancia segura.
Algo... no, alguien ( ¿un humano? Se preguntó aún más confundida) estaba allá afuera, arrastrándose obstinadamente sobre las candentes arenas del desierto...
Porqué el espejo le mostraba aquella imagen, ella no lo sabía... Los humanos morían todos los días en el desierto. No era nada fuera de lo común y hasta debía esperarse de seres tan frágiles. Era tan rutinario como el canto de las flores de cristal...
Entonces ¿qué hacía al humano tan especial para que el espejo lo mostrase de aquella forma?
Se acercó a la imagen centelleante, entrecerrando los ojos, su cuerpo en tensa expectación, estudiando el reflejo frente a sus ojos con completa concentración.
Y entonces se dio cuenta. Estaba tan claro como los dorados cielos del reino Yinn en medio de un día de verano. La figura que le devolvía el espejo no era la de un ser humano común y silvestre.
A pesar de la tupida y rebelde cabellera color plata que coronaba su cabeza, se trataba de un joven varón humano. Aún con la apariencia miserable que sus heridas y la inclemencia del desierto habían dejado en él todavía tenía fuerzas a pesar de todo. Sin embargo, lo que llamó su inmediata atención no era lo visible a los ojos, sino lo oculto: su naturaleza mágica.
< ¿Un guerrero mestizo? > pensó asombrada, mirando al hombre alto, de atlética complexión manteniéndose apenas en pie en medio de las arenas hirvientes.
Estaba azorada.
¡Un humano con herencia mestiza!
Había oído las historias, como todo el mundo, acerca de las Bestias Mágicas, aquellos antiguos Guardianes Protectores tanto de los humanos como de los suyos, los Yinn[1], quienes de vez en cuando se unían a humanas para procrear descendencia. Su meta era producir seres de características sobresalientes cuando alguna calamidad estaba a punto de sucederla a algún pueblo o lugar en particular dentro del Reino Humano, seres aptos para llevar adelante un liderazgo sabio y capaz, o de excepcionales actos de heroísmo capaces de inspirar a las futuras generaciones en la búsqueda de la justicia y el cumplimiento del deber.
Pero como los mismas criaturas que los engendraban, estos seres eran extremadamente sensibles a los eventos que se sucedían a su alrededor y al medioambiente en el cual surgían. Así, seres nacidos para beneficio de sus comunidades, si eran influenciados erróneamente podían transformarse en esclavos de la más abyecta oscuridad.
Meditando en esto la chica se preguntó a quien servía aquel hombre.
Iría a ver a las Venerables. Tenían que ser advertidas..
El mestizo debía ser rescatado. Era menester averiguar quien era y que estaba haciendo allí, pero aún más importante, a quienes servía.
Estaba entusiasmada.
Probablemente recibiría alguna recompensa, pero a ella solo le interesaba convertirse en la guardiana del mestizo. Los humanos siempre la habían fascinado, pero además en este caso se hallaba de por medio su naturaleza mágica.¡Sin dudas sería una experiencia memorable!
Sonrió, echando una última mirada a la imagen que refulgía en la pulida superficie, y haciendo un elegante gesto con las manos, despareció, para obtener su audiencia con las Venerables.
No había tiempo que perder, no sabía por cuanto tiempo más resistiría el humano las durísimas condiciones del desierto...
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Dos figuras, ocultas en la oscuridad observaban los acontecimientos reflejados ante ellos en las aguas ondeantes de la fuente.
- Acaba de comenzar, y no hay vuelta atrás en este camino. Si tu corazonada esta errada, ambos serán destruidos, y no sólo eso, el balance cósmico entero será seriamente perturbado.- dijo una de las siluetas. Se podía adivinar por la voz profunda pero melodiosa, que se trataba de un hombre.
- Ten confianza.- le respondió la voz suave de la mujer a su lado
- Tengo la completa certeza de que ella fallará. Él nunca fue destinado para ella.
- El destino no está escrito inmutablemente en piedra. Sabes que esa es una verdad universal. Puede ser torcido y enderezado muchas veces. Si no fuera así, no estaría aquí.
- Quizás sea como dices... pero hay cosas con las que no se debería jugar.
- ¿Nos volveremos a ver?- La mujer suspiró.
Ella conocía perfectamente cuan obstinados podían ser los varones de la familia de aquel hombre a su lado. No tenía sentido continuar con la discusión. Solo restaba esperar a que todo saliera como esperaba.
- Sólo si es necesario
- Bien, entonces será mejor que me vaya. Vuelvo a pedirte disculpas por las molestias que te causé a ti y a los tuyos durante estos años...
- Tal vez las necesitábamos... – el hombre rió quedamente- Adiós... y buena suerte
- Todos la necesitaremos...
La figura femenina se desvaneció lentamente entre las sombras, hasta que el hombre tuvo la absoluta certeza de que estaba completamente solo nuevamente. Suspiró, elevando una silenciosa plegaria y esperando que la mujer tuviese razón.
Porque si ella había errado en su juicio, todos ellos estaban condenados.