I do not own ANY of Rorouni Kenshin characters
in any way or extent. However any other characters involved who came from my
pen belong to me.
I wrote
this for pleasure purposes only, so please don’t sue me, since I do not intend.
To make any profit from my fic.
Note: Be warned. It will include violence, some
use of profane language, and will include some extent of explicit sexual
contend in later stages I’ll rate
chapter by chapter, according it’s contends
The story begins few month before the events of
Kyoto Arc, so it will include spoilers and
some elements from it as well as from the Revenge Arc too, although my
fic will not follow neither the anime nor the manga, and I will break some
rules.
*****************************************************************
Kamui
: Mil gracias por tus comentarios. Definitivamente, Tomoe hará algunas apariciones
“estelares” en el fic, aunque como espíritu, por lo menos POR AHORA...Veremos
que nos depara el futuro...Jejeje.
.
**************************************************************************
Divisaron las nubes de arena moviéndose hacia ellos justo antes del amanecer.
Eran lo suficientemente grandes para asegurar que se trataba de una caravana en movimiento y no de bandidos.
A pesar de su debilidad, Enishi consiguió ayudar a la mujer a desarmar la tienda y cargarla en el lomo del camello.
Luego, montaron y se dirigieron hacia la columna que avanzaba.
Cuando llegaron hasta ella, antes de que Asiya pudiera decir palabra, Enishi se adelantó e hizo los arreglos necesarios para poder unirse a la caravana. Después del shock y la ira iniciales por aquella brusca muestra de autoritaria intromisión en sus decisiones, Asiya admitió para sus adentros que la acción de Enishi había sido definitivamente la más prudente. En aquellas regiones la opinión o palabras de una mujer valían tanto como cualquier puñado de la arena que los circundaba arrojado al viento. Simplemente, el jefe de la caravana ni siquiera se hubiera detenido a hablar con ella o la hubiera considerado seriamente. O tal vez peor. Quizás, habrían tratado de capturarla. Y entonces no hubiera tenido otra salida que pelear...
No era que realmente no pudiera arreglárselas sola. Estaba desterrada para siempre del reino de los Yinn, pero mantenía intactos todos y cada uno de sus poderes. De hecho, a medida que pasaran los años, éstos se incrementarían de la misma manera que si hubiera permanecido entre los suyos. Sin embargo, si vivía entre humanos, debía mantenerse dentro de sus reglas de juego, aunque estas la irritasen. Y vaya que la irritaba el cambio de una sociedad jerárquica y matriarcal, a una igualmente jerárquica pero absolutamente machista y patriarcal.
Después de la sentencia de las Venerables y su expulsión, su plan inicial había sido trasladarse directamente a alguna de las grandes ciudades del interior de China y dejar al humano allí. Sin embargo, pensó que tal vez el despertar estando todavía en el desierto acarrearía menos preguntas que el levantarse en medio de Beijing o alguna de las grandes ciudades imperiales. Así que se trasladó a un lugar que sabía sería atravesado por una caravana en cuestión de horas, dándole al humano suficiente tiempo para despertarse y recibir algunas explicaciones simples y más o menos convincentes.
Lo miró con el rabillo del ojo. A pesar de la evidente incomodidad al
cabalgar, debida tal vez a los días de inmovilidad y al dolor residual de sus
heridas, parecía lo suficientemente repuesto para arreglárselas por sí mismo.
Estaba resuelto.
En el momento en que llegasen a Dunhuang, lo dejaría y desaparecería. No
quería recordatorios de su miseria dando vueltas a su alrededor.
*******************************************************************
A medida que avanzaban en su marcha, Yukishiro Enishi se ensimismaba
cada vez más profundamente en el cuidadoso repaso de las circunstancias que lo
habían llevado a la presente situación.
Después de negociar y tratar infructuosamente durante años de
establecer conexiones con los jefes que dominaban el Oeste de China (y por
consiguiente la productiva Ruta de la Seda... y del opio), había logrado
finalmente una alianza muy beneficiosa con ellos. Xian Zedong, la cabeza más
importante del trafico de opio hacia América, había sido crucial para su éxito,
pues era él quien lo había puesto en contacto con sus propias “relaciones” en
el Oeste . El era un jefe antiguo y muy
respetado, pero admiraba a Enishi por su audacia y en cierta forma lo
patrocinaba, a pesar de que era un extranjero, un japonés, para ser precisos,
los que en China nunca habían sido demasiado populares.
Enishi no estaba interesado en el opio, por lo que no constituía para
Xian ni una competencia ni una amenaza. El solo estaba interesado en la
comercialización de armas. Y Asia Central era un lugar muy prometedor.
Con las guerras entre los ingleses y afganos, la inestabilidad perenne
en Persia, y el expansionismo ruso en la región, más los continuos
levantamientos contra el poder colonial británico en la India, el área
aseguraba interesantes y continuos dividendos.
Pero había también riesgos muy altos que correr. La región estaba
dominada por traficantes occidentales y los propios gobiernos gaijin, que
procuraban desestabilizar internamente a las potencias enemigas del área,
apoyando y alimentando las revueltas internas de la región. Decididamente, la
intervención de “agentes libres” como él, no sería bienvenida.
Los rusos proveían de armas a los indios y afganos, para que atacaran a
los ingleses. Los ingleses, vendían armas a los persas, para que atacaran a los
rusos. Los alemanes asesoraban y aprovisionaban a los turcos, también en contra
de rusos e ingleses... Y lo hacían de manera directa o a través de respetables
fachadas comerciales como la Compañía de las Indias Orientales... o de no tan
respetables contrabandistas. Sin embargo, el costo de tales intromisiones de
los occidentales era demasiado alto, y no en oro o valores precisamente. Tratar
con ellos era como venderle el alma al Diablo. Ellos no hacían esto como un
negocio entre partes, sino con el objetivo de ocupar y colonizar todo Oriente,
imponiendo esclavitud, modo de vida y dominio absoluto sobre los que no eran
blancos.
Y el odiaba a los occidentales.
Tenía razones muy personales
para hacerlo.
Perry , el americano que había provocado el Incidente de los Barcos
Negros, forzando a Japón a abrirse al comercio con las potencias occidentales,
fue la chispa que inició el Bakumatsu no Duran, concluyendo con la caída del
régimen del Shogunado Tokugawa y el establecimiento de la Restauración
Meiji.
Si los occidentales no hubiesen sido tan codiciosos, hubieran dejado a
Japón en paz.
Y la guerra no hubiese estallado.
Kyosato Akira, el prometido de su hermana, nunca hubiese tenido que
marchar al combate, y por lo tanto no hubiera muerto a manos de Hitokiri
Battousai. Tomoe se hubiera casado con
aquel hombre y nunca habría dejado Edo.
Y sobre todo, seguiría viva.
El bosque cerca de Otsu, el fulgor de la espada de un asesino cortando
carne y seda blanca, y la sangre de su hermana sobre la nieve, solo serían
parte de una horrible pesadilla producto de algún demonio de la noche jugando
en su cabeza y no la agobiante realidad que plagaba cada minuto de sus días.
Oh, si...tenía muy buenas razones para odiar a los occidentales. Casi
tanto como odiaba a Hitokiri Battousai. Su cuñado. El asesino de su hermana.
Y nada evitaría que tomara su venganza tanto de los unos, como del
otro.
Venderles armas a los rebeldes, bandidos y contrabandistas del área de
Asia Central, no solo era un buen negocio, sino una sutil forma de represalia.
Al menos contribuía a que la vida de los occidentales en la región no fuese tan
fácil. El producía las más sofisticadas en Shangai, tomando ventaja del dominio
occidental sobre la ciudad, lo que le permitía una mayor libertad de
movimientos y facilidades extra para sobornar a los funcionarios que solo
venían a enriquecerse a la ciudad, y contrabandeaba las armas más habituales,
como rifles y pistolas, vía América.
En cuanto al gobierno Meiji de Japón y a Battousai mismo, tenía en
mente algo muy especial para ambos...Una sonrisa cruel botó de sus labios
Se apartó por unos momentos de sus pensamientos de venganza para volver
a cavilar sobre los últimos acontecimientos.
La reunión había sido un éxito completo.
Sin embargo, en medio de su regreso, su grupo fue emboscado
inesperadamente. Los guías habían sido los primeros en ser atacados, con la clara intención de que
si lograban rechazar el ataque o alguno escapaba con vida, no pudieran huir de
las garras inmisericordes del desierto. Un plan realmente excelente, que el
mismo podría haber ideado: esperar a que las negociaciones concluyeran,
emboscarlos y cosechar los frutos del
encuentro. Lo que lo llevaba a la conclusión de que o bien otro de los jefes de
Shangai había querido tomar su organización (cosa poco probable dado el
delicado equilibrio concertado de común acuerdo entre todos los jefes para
evitar enfrentamientos que disminuyeran
las ganancias generales) o bien alguien de su propio entorno había
intentado traicionarlo. La opción más lógica era la segunda, por supuesto.
Prácticamente toda su gente había sido liquidada en los primeros
momentos. Pero los atacantes no constituían ningún desafío para él, y aquellos
que habían sobrevivido al contraataque de los suyos, no tuvieron tanta suerte
contra su pistola y su espada.
Una vez liquidados los atacantes, dos de sus acompañantes a pesar de
estar muy mal heridos y él mismo, con dos profundas lesiones de espada,
trataron de regresar sobre sus pasos, en busca de auxilio, pero las dunas eran
muy traicioneras si no se era un guía experto, porque cambiaban continuamente
de lugar, borrando las huellas que habían dejado. En muy pocas horas, comprendieron
que estaban irremediablemente perdidos.
Sus dos acompañantes duraron solo un día, a causa de sus heridas.
Tomó sus provisiones y su agua y siguió adelante, esperando cruzarse
con alguna caravana que por milagro pasase por allí. Vagabundeó por lo que le
parecieron cerca de diez días, los primeros cuatro a lomo de su fiel caballo
mongol, hasta que éste no pudo resistir el esfuerzo y murió de agotamiento.
Luego, sólo siguió adelante, caminando y resistiéndose a caer. Tenía una promesa
a su hermana por cumplir y eso era
motor suficiente para no ser presa fácil de la muerte.
La fortuna quiso sonreírle una vez más, como cuando había sido
rescatado de la muerte en las sucias calles de Shangai hacía tantos años atrás,
y aquella mujer y su hermano lo libraron una vez más de sucumbir .
Miró a la extraña mujer que cabalgaba a su lado. No parecía demasiado
preocupada por la suerte de su hermano, aunque se había desvivido por hacerlo
sentir confortable desde que había despertado. Algo sumamente curioso para una
hermana normal... o al menos lo que él consideraba normal, que no siempre
coincidía con lo que los demás opinaban al respecto.
Si no supiera que ninguna mujer podría manejarse o sobrevivir sola en aquel
lugar salvaje, no tendría ninguna duda de la inexistencia de aquel supuesto
hermano.
Cuando la ayudó a desarmar la carpa, encontró una pistola y balas entre
los utensilios. Por precaución, la cargó y la ocultó entre sus ropas. Si ella
lo traicionaba, tal vez no podría matarla, pero sin duda la haría pagar.
Después de todo, había cosas perores que la muerte. Especialmente para las
mujeres.
Volvió a mirarla, ahora con un poco más de detenimiento. Llevaba una
larga túnica de algodón azafranado y tenía la cabeza parcialmente cubierta con
un manto, pero podía vérsele el cabello lo suficiente como para que
inmediatamente los ojos del más desaprensivo observador se posaran allí. Eran
del más increíble color carmesí, un tono muy poco habitual para esta parte del
mundo, y destellaban como si con cada uno de sus movimientos brotaran chispas.
Tuvo en súbito dejà vú. El cabello de Battousai era del mismo color...
Como si sintiera la corriente de rabia que lo estaba invadiendo, ella
lo miró con una expresión de interrogación en el rostro. La piel blanquísima,
los enormes ojos almendrados color esmeralda y las doradas chispas danzantes
dejaron en evidencia que la similitudes no terminaban solo en el color del
cabello.
La piel de Battousai era blanca, y hacía suponer que su madre era
gaijin, lo mismo que sus ojos lavanda y el color fuego de su cabello. La piel
de Asiya era aún más blanca, casi una porcelana traslúcida, y el color de sus
ojos y cabello también revelaban cuando menos una herencia mixta. Los rasgos,
tanto de Battousai como los de Asiya en cambio indicaban características
netamente orientales, si bien en el caso de ella no se trataba evidentemente de
herencia china ni japonesa. Lo más probable era que fuera producto de la unión
de algún soldado británico con alguna mujer hindú.
Lo que la volvía inocultablemente exótica y llamativa.
Detalles que otra vez lo llevaban a preguntarse que hacía allí sola.
Cualquier bandido o jefe de caravana inescrupuloso podía hacerse una fortuna
vendiéndola a alguna casa de placer o como concubina, un hecho bastante común
cuando se hallaba la oportunidad de sorprender a alguna mujer atractiva sola.
Aún se encontraba en aquel tren de pensamientos, esperando no tener
inconvenientes por culpa de ella, cuando notó que algo brillaba al sol sobre su
mano. Cuando miró con mayor detalle, estuvo a punto de caerse del caballo a
causa de la sorpresa.
Definitivamente aquella mujer estaba loca .
El anillo en su mano despedía el inconfundible resplandor de los
brillantes.
-
¿Qué crees que
estas haciendo?- le susurró entre dientes apretados poniéndose a la par y
mirando a su alrededor
-
¿Q-qué?
Con un
ademán brusco, quitó su mano de las riendas y le sacó el anillo que refulgía en
su mano.
-
¿Qué crees que
nos harán si alguien ve esto? Escóndelo discretamente. Que nadie lo vea. Y trata de pasar más
desapercibida. No hables ni mires a nadie. Podrías darle ideas a alguien que
quisiera hacer fortuna rápidamente. Si
algo sucede y es a causa de una cosa estúpida que hayas provocado tú misma, no
moveré un dedo para defenderte.
-
Cuanta
amabilidad...Absolutamente conmovedor.
-
Definitivamente.-
resopló él
Por
precaución, permanecería lo más cerca posible de aquella imprudente mujer por
lo que restara del viaje.
*******************************************************************
Después del
incidente con el anillo, miró al arrogante humano con rabia.
Si bien
tenía razón, esperaba un poco de amabilidad y cortesía de alguien a quien ella
le había salvado la vida. Además...ella podía dar cuenta de cualquier estúpido
que tuviera la peregrina idea de meterse con ella sin necesidad de la ayuda de
ningún varón...mucho menos de un varón humano.
Eso, sin
contar con las propiedades del anillo en sí, que como todo objeto mágico tenía
la capacidad de reconocer a su dueño y si caía en manos equivocadas podía
“defenderse” convenientemente.
Aunque,
mirándolo con más detalle, no podía dejar de sonreír ante la idea de aquel
hombre “protegiéndola”, aunque fuera de manera tan áspera.
Y
definitivamente, él estaba tomando ese papel, cabalgando tan cerca de ella que
sus rodillas se tocaban, como para no dejar lugar a dudas de que no viajaba
sola.
Sacudió la
cabeza levemente, reprimiendo una carcajada que pugnaba por salir de su garganta.
Al menos,
reía.
Las últimas
horas habían sido tan irreales...
El mundo se desmoronó
sobre su cabeza en el momento en que las tres Venerables habían pisado su lugar
de retiro.
Nunca lo
habían hecho en cincuenta años, por lo que no le cabía duda de que alguien la
había visto y denunciado sus acciones, a pesar de todos sus cuidados.
Como se le
había advertido, la sentencia era final e inapelable. Pasaría el resto de su
existencia material en el mundo de los humanos, sin posibilidad alguna de
retornar al reino de los Yinn.
Sin embargo,
no se fue con la cabeza gacha y en silencio. Alzo su voz fuerte y clara y dijo
lo que debía decir, desquitándose de todo cuanto había guardado por casi
doscientos años, es decir, desde el momento en que alcanzó la edad suficiente
para cuestionar el orden de las cosas.
Pero, aunque
se marchó con dignidad, el dolor no dejaba de ser apenas tolerable. Nunca más
estaría en compañía de los de su clase. Ningún humano, por más que se esforzara
sinceramente, podría comprender las angustias, alegrías o experiencias de una
yinn.
Suspiró y
volvió a mirar a su lado.
Otra vez
sonrió, pero había tristeza en el gesto. Seguramente, pensó con no poca ironía,
Dios había decidido jugarle una broma muy pesada. Había arriesgado y perdido, y
lo había hecho por un humano rudo, duro y arrogante...
******************************************************************
Finalmente,
después de cinco días de agotadora marcha y un par de detenciones en dos
misérrimos oasis, llegaron a Dunhuang, sin más incidentes que un par de peleas
menores que Enishi se las arregló para finalizar segundos antes de comenzadas.
Definitivamente, era un excelente guardaespaldas...
Por lo
demás, las cosas no habían cambiado demasiado durante el resto de la travesía.
Enishi era
muy poco comunicativo. No perdía el tiempo en charlas banales ni se metía en
los avatares de las vidas ajenas. Por otra parte, tampoco permitía que se
metieran con la suya. Cuando hablaba era medido, preciso y cortante, como el
filo de una buena espada y bastante autoritario.
A pesar de
todo, el hecho de dejarlo no le era del todo agradable. Simplemente tenía ganas
de golpearse la cabeza contra el muro más próximo por semejantes pensamientos.
En realidad, no sabía aún que era lo que la atraía inexplicablemente al humano.
Se tranquilizó diciéndose a sí misma que seguramente se debía a que era lo
único conocido a lo que aferrase ahora que debía emprender una vida en este
reino. Pero la decisión ya estaba tomada.
Una vez
dentro de la ciudad, se separaron del resto de la caravana. Claramente, él
tenía idea de donde dirigirse, porque después de un corto tramo, se encontraron
a las puertas de una pequeña tienda.
-
Desmonta y ven
conmigo. Aquí esta mi gente. Ellos te ayudarán a encontrar a tu hermano y a tu
familia dentro de la ciudad. Mientras tanto, podrás descansar, darte un baño y
comer comida decente.
-
Yo...
-
Si hubiera
querido hacerte algo, ya lo hubiera hecho mucho antes. Vamos- dijo con
impaciencia, tendiéndole la mano para ayudarla a desmontar.
Evidentemente,
él malinterpretó su momento de duda. Ella simplemente quería dejarlo a salvo y
desaparecer lo más rápidamente posible. Las cosas se complicaban...
Una vez adentro de la tienda, el anciano que la atendía casi sufre un ataque al ver a Enishi. Parecía como si hubiese visto un fantasma...Sus gritos de terror atrajeron a un grupo de hombres fornidos y armados, que se quedaron tan pasmados al ver a Enishi como el anciano.
- ¿Van a quedarse todo el día ahí parados mirándome, idiotas?
- Je-je-jefe...- alcanzó a decir uno con una expresión semi catatónica- Esta vivo...
- ¿Podía acaso ser de otra manera? Tengo cosas que terminar todavía, no puedo morir aún.- gruñó mientras forzaba su camino hacia el interior, empujando a los hombres que se hallaban en su camino.- Envíen un mensaje a Wu, avisándole que los informes sobre mi muerte han sido grandemente exagerados. Quiero un reporte detallado de TODO lo que pasó en mi ausencia. Y atiendan a la dama que vino conmigo. Denle todo lo que les pida. Que nadie la moleste. Esta bajo mi protección personal. Ah, perdió a su hermano en el desierto, encuéntrenlo. Y busquen a los parientes que tenga en la ciudad y avísenles que esta segura. Y protegida.
- No es necesario que...- Asiya empezaba a sentirse atrapada
- Insisto.- dijo Enishi en un tono que no admitía discusiones, mirándola con ojos acordes – Dale los nombres y las señas a mis hombres y ellos traerán a tu familia aquí. Ahora, excúsame. Voy a darme un baño y a dormir. Te veré a la hora de la cena.
< ¡Maldición! ¡Maldición!...¿Qué voy a decirles?...Piensa...piensa...>
Los hombres de Enishi, que definitivamente era
temido por ellos, la miraban como estudiándola pero sin fijar sus ojos
directamente en ella. Seguramente temían la ira de su jefe, si hacían algo que
la ofendiera...Sentía curiosidad por averiguar que tipo de sujeto era Enishi,
como para provocar semejantes reacciones en hombres de apariencia tan temible
como los que tenía delante. Pero, ese no era su problema inmediato. Ella nunca
había estado antes en Dunhuang, por lo
que era imposible que diera pistas sobre lugares en la ciudad. Por otro lado,
era evidente que no tenía parientes de NINGUN tipo allí. Poniendo su mente a
funcionar a toda velocidad, inventó algunos datos y nombres y luego se dejó
conducir a una habitación amplia, con pocos muebles, pero muy confortable.
Tenía poco
tiempo para desaparecer, antes de que descubrieran que la información que les
había dado era falsa...
Se acercó a
un escritorio que había en el cuarto, buscó papel y tinta y escribió una nota.
Un pequeño zurrón apareció de la nada en su mano, y susurrando unas palabras
abrió una puerta mágica y salió de la habitación, sin mirar hacia atrás.
*******************************************************************
-
Averigua todo
acerca de ella y su familia. Quiero que tengan la provisión adecuada de ahora
en adelante y si alguno de ellos tiene problemas o necesita trabajo, ve como
solucionarlo de una manera que me complazca.
Me mantendrás al tanto de sus asuntos. Visita a Luang y cómprale una docena de los mejores vestidos
que tenga, que los anote en mi cuenta. Y ve a la caja fuerte y tráeme el arcón
pequeño, y déjalo sobre la cama. También separa y tráeme una bolsa de monedas
de oro. Asegúrate que este la chica esté cómoda. – Enishi cerró los ojos
recostándose en la tina- Ah...y cuando encuentres a su
familia...convéncelos...de que ella estará mejor si viene conmigo a Shangai.
-
Aposté guardias
a la puerta de su cuarto como ordenaste. Y Li
y Xuen fueron en busca de sus parientes. También mandé a una partida en
busca de su hermano. Y ya me ocupé de enviar las novedades de tu ...regreso...a
Shangai.
-
Bien. Están los
asuntos resueltos, al menos por el momento. Déjame solo. Ven a verme en cuanto
tengas novedades respecto a la chica y su gente. Y haz que preparen una cena
decente. Largo.
Después del
baño, se vistió y se arrojó en la cama. Necesitaba descansar. El viaje de
regreso a Shangai era muy largo...
Golpes en la puerta lo despertaron. Ya era de noche. Se levantó e hizo
pasar a su lugarteniente en aquella ciudad.
Por su aspecto, sabía que no traía buenas noticias. El hombre sudaba y
temblaba de pies a cabeza. Dos hombres, en condiciones aún más miserables se
hallaban a sus espaldas.
-
¿Qué-sucede?-
preguntó haciendo una pausa entre las palabras, con los brazos cruzados al
pecho
-
Es sobre la
chica...
-
¿Qué hay con
ella?
-
Los datos que
nos dio...aparentemente son falsos...nadie conoce a esa gente, ni nadie la ha
visto jamás por aquí...- el hombre se apresuró a agregar velozmente- pero puede
que nos hallamos equivocado y su familia se encuentre en otra parte de la
ciudad...
-
Mmmm...Iré a
verla y yo mismo la interrogaré. Seguramente, con su acostumbrada incompetencia,
omitieron algo.
Enishi
golpeó a la puerta del cuarto, sin obtener respuesta. Finalmente, después de
insistir en varias oportunidades, la
abrió un poco, por si acaso ella estuviera en alguna
situación...incómoda.
No necesitó
inspeccionar el cuarto con detalle para saber que ella ya no estaba allí. Y ni
siquiera estaba en el edificio.
Levantó a
los guardias en el aire y los arrojó contra las paredes, en un ataque de furia.
Simplemente no podía creer que una mujercita hubiera podido escapárseles en las
narices.
Era evidente
que cuando uno quería una cosa bien hecha debía hacerla uno mismo. Con largos
pasos se dirigió a su cuarto a vestirse. Saldría él en persona a encontrarla, y
vaya que tendría que contestarle algunas preguntas...
Antes de
salir, encontró sobre su cama una bolsa y una nota. Eran de parte de Asiya.
“ Lamento no
poder quedarme. Te debo una cena. ¿Otro día tal vez? ...No....no creo que nos
volvamos a ver...
No te preocupes por mi “familia” ni mi
“hermano”. Nunca los hubo. No era mi intención mentirte, pero no tuve otra
alternativa debido a las circunstancias. Créeme, son
realmente...complicadas...Y dudo mucho que estés en capacidad de entenderlas.
Disculpa las
molestias que te ocasioné durante el viaje, con esos dos tipos.
Conserva el
caballo. Te servirá de reemplazo para el que perdiste en el desierto. Deduzco
que no tendrás inconvenientes en regresar a tu hogar, pero por si acaso...te
dejo la bolsa, para los gastos del viaje. Si no la usas para eso...bien, puedes
conservarla.
No me
busques, pues no me hallarás.
Espero que
tengas una vida agradable y obtengas el anhelo de tu corazón.
Asiya”
Abrió la
bolsa. Perlas de incalculable valor, como nunca había visto asomaron entre sus
dedos. Sacudió la cabeza con incredulidad. El que pensaba recompensar, se
encontraba con una fortuna en perlas en su mano...
Miró a sus
subordinados y tomó una decisión : gente tan incompetente que no podía evitar
que una jovencita de no más de dieciocho años se escapara de su cuarto y se
introdujera con toda facilidad al suyo,
se llevara un caballo y su camello sin ser notada siquiera, no tenían utilidad
dentro de su organización.
En cuanto
llegara a Shangai, enviaría reemplazos adecuados.
Y
encontraría a Asiya, aunque debiera dar vuelta a China como a un guante.
Observó el
cielo a través de la ventana de su cuarto, pensando en ella.
< ¿Quien
eres, Asiya? ¿Quién eres en realidad? >
******************************************************************
Dos días
después, en Shangai...
-
No...no es
posible...no puede estar vivo...No se puede salir de “el que no se regresa”*
De pronto, recordó el escritorio del despacho de su resucitado jefe...
-
¡Rápido! ¡ No se
queden ahí parados!...Llamen a un restaurador de muebles... ¡Oh, Cielos! Si se
llega a dar cuenta me cortará en finas fetas ...
Y un escalofrío lo recorrió al pensar que le se sucedería si Yukishiro
Enishi llegaba alguna vez a darse cuenta de su “otro” desliz.
N de la A :
* Wu Heishin hace referencia al nombre del desierto Taklimakan (ver nota capítulo anterior)
Quisiera hacer una breve introducción en cuanto a la
naturaleza de Enishi y de Asiya. Son distintas entre sí, y serán explicadas más
adelante. En cuanto a la de Enishi, tiene que ver con la tendencia de las
culturas tradicionales a que las
personas bajo ciertas circunstancias adquieren las características de sus animales
“protectores” o totémicos, como si el propio animal fuera parte del alma de la
persona, aunque admito que me he tomado algunas ...licencias..en la interpretación
y utilización del concepto..
En
lo referente a Asiya, es una Yinn (genio), un personaje de una “especie” que es
una realidad muy tangible para los habitantes de las regiones de Persia y el
Oriente Medio (sobre todo en los amplios desiertos de la región), y los musulmanes
en general. En este caso, he sido más literal con la naturaleza de los Yinn y
sus poderes, de acuerdo a lo que la literatura religiosa islámica y ficcional
de los pueblos de Oriente nos han legado, aunque no con su “organización social”,
aunque esto es materia debatible...
Seres de similares características se encuentran
presentes en las historias tradicionales de todos los pueblos del mundo