Nota: No y no, que digo que no. Los personajes de RK no son míos (¡¡¡BUAHHHHHH!!! ) Pero si alguien sabe de alguien que ‘alquile’ a Enishi-sama aunque sea por un modesto par de horas ( menos no... no me conformo) ¿me avisan?
Bueno...
¿Proyectos? Bueno, estamos tramando un nuevo fic (K+K, comedia) con otras dos autoras latinas, ya tendrán novedades en el futuro..
Acabo de empezar un nuevo fic (en inglés
por ahora) inspirado en el Seisou Hen,
es puro angst, y los personajes principales son Enishi, Kaoru, y Saitoh.
Todavía no lo publico. Posiblemente en los próximos días. Su nombre: Sakuras over White Snow
Además digamos que estoy ‘comentando’ varios fics (beta-reading), así que como ven tengo las manos un tanto ocupadas...Pero a no desesperar, que si bien este capítulo me ha llevado más de lo esperado el final ya no está tan lejano.
De nuevo: a los que leen y disfrutan, mis agradecimientos.
A los que leen y comentan, van DOBLES.
Acarícienme el ego un poquito... déjenme sus reviews... sean buenitos... tengan piedad de esta pobre escritora, no les cuesta más que cinco minutitos de conexión... (que conste en actas: no tengo contrato con ninguna telefónica)
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Mei Lin notó los sonidos que salían del estudio del amo Yukishiro antes que nadie.
Desde que el amo y su mujer partiesen a Japón, ella había sido dejada a cargo de la casona, y era la única con acceso a las áreas más críticas.
Por eso sabía que algo no andaba bien allí.
Tomó una pistola, y con la máxima discreción, giró la llave en la cerradura.
Para su sorpresa no halló a un desconocido atacante, sino a la joven ama Asiyah en medio del estudio devastado como si un huracán hubiese pasado por él.
- ¿Ama?
- ¡Mei Lin!- Asiyah giró sobre sí misma, sorprendida, pero aliviada. Mei Lin era la primera cara amigable que veía en mucho tiempo... La Yinniyeh le dio una cálida sonrisa a la anciana y la abrazó
- ¿Qué sucedió con el amo? ¿Dónde está?
- Cuando lo dejé ayer, aún seguía en Japón- la profunda tristeza en los ojos de Asiyah y el tono amargo tras sus palabras, alarmaron a la anciana- Mei Lin, el amo está en muy graves problemas. Están tras su cabeza, literalmente hablando.
- Es... imposible... Su contrincante no puede ser más fuerte que él...
- Mei Lin, si estuviéramos hablando de Battousai simplemente, estaría de acuerdo. Pero hay muchas cosas que ignoras, cosas que han entrado al juego, y ahora pesan en la balanza. Hay razones por las cuales escogí estar con Enishi-sama, razones que desconoces. Ven. Te las contaré.
Asiyah hizo una apretada síntesis de en que forma y porqué rescató a Enishi en el desierto, y luego lo aceptó como pareja. Y también todo lo que sabía de Shishio, lo sucedido con Tokio y Hiko... y la historia de Enishi, Tomoe y Battousai.
- En este momento, y en el actual estado, lo que seguramente ocurrirá es que será cazado y muerto. Es demasiado peligroso. Si lo dejasen vivir sería una amenaza directa para las otras Bestias. El hechicero llamado Hiko irá tras de él. Y él solo no tiene oportunidad contra un hechicero, no mientras no estén sus habilidades despiertas.
- Pero... ¿por qué no estás con él, protegiéndolo entonces?
- No puedo hacerlo directamente, sin la posibilidad de que el demonio despierte a la Bestia, para evitar que yo lo recupere. Y si despierta ahora, ya no habrá vuelta atrás. Será irremediablemente un Destructor. No puedo arriesgarme a ponerlo aún en mayor peligro. No puedo presentarme ante él sin que la situación sufra un desequilibrio definitivo. Pero, sí sé de alguien que puede ayudarlo... y rescatarlo. Desgraciadamente, Azazel-Shishio, la tiene prisionera, pero la hechicera mencionó que en el libro puede encontrarse la forma de rescatarla. Enishi –sama sólo escuchará a su propia hermana. Debo ir por ella. Mei Lin, necesito encontrar ese libro. Y tú deberás ayudarme, incluso es probable que te necesite durante la ceremonia. Y seguramente deberás estar lista para recibir al libro de nuevo y la espada una vez que logre que Tomoe-san escape. Sé que ahora todo es confuso, pero a medida que revisemos los pasos los comprenderás. Estoy segura de que lo harás bien.
- Pero... pero... yo... ¿No hubiera sido mejor llamar a esos hechiceros?
- No. Bajo ninguna circunstancia. Ellos quieren el libro... y posiblemente la espada. Y por ningún motivo se los daré. Una vez que Enishi-sama esté recuperado, deben volver a su poder. Eso asumiendo que Tomoe-san pueda evitar el enfrentamiento entre él y Kenshin, o que aunque éste se lleve a cabo, lo sobreviva. Prométeme que protegerás ambas cosas. No deben caer en otras manos que no sean las de él.
- Pero, ama... No sé que haya sucedido entre los dos, pero estoy segura de que cuando el amo deje de sufrir el dominio de ese demonio, volverá a sus cabales y Ud. deberá regresar a su lado.
- Mei Lin, no has comprendido... Tendré mucha suerte si puedo sacar a Tomoe-san del lugar a donde voy, pero para mí el regreso es imposible. No tengo ni la fuerza, ni la capacidad para vencer a Azazel. Y jamás la tendré.- una sonrisa triste se dibujó en sus facciones- Será un logro si logro mantener la puerta entre los mundos lo suficiente para liberar el alma de Tomoe-san. Es un viaje solo de ida para mí.
- ¿Q-qué?
- Escucha bien, Mei Lin, porque es importante que entiendas porque hago esto. No quiero que él se sienta culpable por lo que va a suceder. Ya carga demasiadas tristezas sobre sus espaldas para agregar una más. Esta es mi elección, completa y conciente. En primer lugar, es mi culpa que esto esté sucediendo. Tomoe-san trató de ayudarme a entender. Me advirtió. Me dio pistas... Luego Huen dijo cosas que debieron haberme alertado... Soy una idiota. Una idiota. Tan soberbia que me doy asco.- Asiyah hizo una breve pausa- No me duele dejar este plano de existencia, porque mucho más me dolería que él se perdiera. Aún si todo saliera bien, Mei Lin, aún si yo pudiese volver, mi lugar no está junto a tu señor. No soy la adecuada, no estoy lista, no sirvo para esto. Lo que está sucediendo es la prueba de ello. Ha sido un error mío terrible que lo ha lo puesto en peligro. Esta es la única forma en que puedo repararlo. Quede donde quede mi alma, ningún sufrimiento me será doloroso si sé que Enishi-sama se ha salvado. Así que, no estés triste y por sobre todo, no permitas que él lo esté. Debes prometerme que harás lo que esté en tu mano para convencerlo de viajar a Mongolia y buscar a mi gente, que le dará una consorte adecuada. Con un poco de tiempo, entenderá y superará todo. Sobre todo cuando se dé cuenta de cuan indigna soy de él.
- No es por culpa que irá en busca de la hermana del amo. Una mujer indigna no se sacrificaría, ni siquiera ahogada por la ese sentimiento.
La historia de Tomoe, sus propias palabras escritas en el diario, su muerte para darle a Battousai una nueva chance, todo aquel trágico paralelo en la vida de Kenshin y Enishi repitiéndose, una vida entregada para salvar otra y dar otra oportunidad, aún resonaban en Asiyah. Sólo esperaba que Enishi estuviera allí para aprovecharla.
- Pero ese sacrificio no servirá de nada cuando él sepa lo que hizo. Será como terminar de matarlo. Debe regresar, debe hacerlo. Si realmente desea salvarlo, debe regresar
- No. No digas nada. Nada más. Esto es lo único valedero o importante que puedo hacer por él.- Sus últimas palabras fueron casi un susurro- Y no tengo opción, no está en mi mano, Mei Lin. Sólo puedo tratar de explicarle en una carta que tú le entregarás y rogar porque entienda esto, por que lo hago. No necesito decirte lo fuerte que es. Ha sobrevivido a las situaciones más terribles. Sobrevivió a la muerte de Tomoe-san. Sobrevivirá esto. No digo que será fácil, sólo que lo hará.
El silencio se instaló entre ambas, hasta que Mei Lin se levantó y comenzó a revolver entre los estantes, golpeando levemente la pared, en busca de algún escondite donde el libro pudiera ser hallado.
Los ojos de Asiyah siguieron los movimientos de la anciana. Una triste sonrisa se asentó fugazmente en sus labios.
Había comprendido.
Mei Lin la ayudaría hasta el final.
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El hombre levantó la mirada hacia los cielos dorados, mientras daba un suspiro.
- No podemos perderla.
- No. Sería un fracaso.
- Peor que eso. La necesitaremos en el futuro. Es el eslabón.
- ¿Entonces entraremos directamente en el juego?
- No, no hasta el momento preciso. Pero antes deberé hacerle una visita a alguien...
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No usaría el Hiten.
Si lo hacía, el Lobo asumiría que su estúpido alumno había vuelto a matar, y eso lo llevaría a concretar el tan demorado enfrentamiento.
Y ya era suficiente con el enfrentamiento con Yukishiro como para precipitar aún más las cosas.
Utilizaría su magia.
El Tigre no sabría ni siquiera que lo había golpeado.
Era una verdadera lástima. Un desperdicio completo. No podía dejar de pensar aquello al verlo moverse con la grácil y mortífera elegancia con la que lo hacía, mientras practicaba sus katas en el jardín de la mansión de Yokohama.
Hubiese sido un duro rival para Kenshin, hasta tal vez un igual. Como el Lobo.
Así debía ser, después de todo.
Las tres Bestias, perfectamente equiparadas.
Solo que no había ni equilibrio ni armonía entre ellas...
No podía dejar de sentir ira al recordar a la estúpida Yinniyeh.
No le importaban las duras palabras de Tokio ni la encendida defensa que hiciera de la muchacha.
Era cierto que la Yinniyeh era una parte menor en la ecuación del destino del Tigre, y que muchos otros factores se habían conjugado adversamente para ponerlo en manos del enemigo, pero era imperdonable para la consorte de una Bestia, mucho más si se trataba de una Yinniyeh, el no haberlo sabido proteger y conducir.
Pero, como sabía desde el principio, solo había una opción.
Había sido tonto retrasarla. Tonto y peligroso.
Era tiempo. Terminaría con el problema en ese momento.
- Yo ni siquiera lo intentaría...
Hiko Seijuurou el Treceavo, giró, tomado totalmente por sorpresa. Un hombre de rojos cabellos entremezclados con algunas hebras grises y una tupida barba del mismo color de fuego lo miraba, casi flotando sobre la copa de un árbol cercano.
Un Yinn.
Un Yinn como ninguno de los que conocía.
De su aspecto deducía que era un ser antiguo, quizás un contemporáneo de la Gran Guerra.
Y sus ojos dorados no eran amigables.
No tenía oportunidad alguna contra semejante criatura.
- Ah, creo que tú y yo debemos hablar. Pero no aquí. Volvamos a tu cabaña.
- Tengo que cumplir con mi misión. Aunque pierda la vida en el intento.
- No voy a dejarte. Pero no te confundas. Estamos del mismo lado. Debes dejar que el destino se realice. Vayamos a tu montaña y te explicaré.- Hiko dio una última mirada sobre Yukishiro Enishi, sopesando las posibilidades de atacarlo a pesar de todo- Y no, no lo intentes. Odiaría tener que acabar contigo. Si de verdad quieres salvar a las Islas y a la gente, si de verdad te importa Shinta y el Lobo, me escucharás.
Un portal se abrió ante ellos. Y del otro lado, la familiar figura de su cabaña y el horno que utilizaba para su alfarería, aún humeante, se presentaban ante sus ojos.
- ¿Nos vamos?
Hiko miró al pequeño ser, cuyas pupilas ahora parecían mucho más amigables, teñidas de un cálido y familiar tono de violeta, que le tendía una mano con una sonrisa, invitándolo a seguirlo.
Echó una última mirada sobre su hombro al Tigre, mientras atravesaba el portal.
Sólo esperaba que no tuviera que lamentar aquella decisión.
Y que el Lobo, que estaba tras la pista, actuase en su lugar
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Algo iba a suceder en los próximos días.
Sus informes mencionaban una actividad mucho mayor en la casa de Yokohama.
Había ordenado a Chou que permaneciese en los alrededores del sitio, preparado para deslizarse dentro ante la menor oportunidad.
Quería atrapar al bastardo y a todos sus ayudantes. Pero necesitaba pruebas, pruebas que no le permitieran escapar al castigo.
Quería su cabeza cortada puesta en exhibición en una jaula.
Como en los buenos viejos tiempos.
Esa era la pena para los traidores, los que hacían peligrar el bienestar de la patria.
Muchos lo acusaban de haberse vendido, de haber traicionado los ideales del Shinsengumi.
En verdad era el único que los entendía a la perfección, el único capaz de llevarlos adelante sin la menor hesitación.
El único que vivía totalmente de acuerdo a ellos.
Exterminar al mal, instantáneamente.
Y la consigna que era la medida de todas las cosas para su muy personal punto de vista, no pertenecía ni al Shogun, ni a los Ishin.
Pertenecía a la Justicia.
Así que no se había vendido.
El se mantenía fiel a sus ideales.
Que coincidieran con los principios generales que por el momento sostenía el gobierno Meiji era un mero hecho fortuito.
Si en el futuro, ese mismo gobierno traicionase esos principios, sin duda que se enfrentaría a él.
Pero, por el momento no era aquello lo que ocupaba su mente.
Yukishiro había ordenado un embarque a Shanghai.
Habían interceptado el mensaje una semana atrás, y aunque estaba prolija y densamente codificado, habían logrado descifrar la parte sustancial del mismo.
Pero algo le decía que aquel hombre tenía una agenda oculta detrás de todo aquello.
Sospechaba que deliberadamente habían puesto los mensajes en su camino, haciéndolos lo suficientemente difíciles de descifrar como para que no pareciese sospechoso.
Tenía la impresión de que Yukishiro pretendía utilizarlo en un plan mayor contra Battousai, casi como si quisiera que vieran a través de una parte de sus maquinaciones, mientras el propósito principal caía sobre ellos de manera inesperada.
Tenía que detener a aquel hombre. No solo por lo que había hecho en el pasado, ayudando a Shishio, sino porque si su organización se plantaba en Japón, eso significaba a largo plazo la caída del régimen Meiji.
Las cuentas que tuviese que arreglar con Battousai lo tenían sin cuidado. El antiguo Hitokiri debía mantener su propia casa en orden.
Los primeros informes que había recibido de él lo habían hecho subestimarlo.
Pero lo poco que pudo obtener de sus espías en el Continente antes de que fueran literalmente destrozados por los hombres de Yukishiro, le dejaban claro que había mucho más detrás de aquel hombre de lo que las apariencias indicaban...
Y la extraña mujer que lo había acompañado hasta pocos días atrás era otra parte del rompecabezas que no alcanzaba a desentrañar.
Los pocos informes que había recibido sobre ella eran tan oscuros y crípticos como los que tenía de su pareja.
Desde el día en que se había cruzado con la chica, se había desvanecido literalmente en el aire, y nunca más pudo obtener trazas de su paradero.
Una cosa era segura: No estaba en Yokohama.
Se preguntaba si cuando la encontró, ella no estaría intentando escapar de Yukishiro.
Tal vez, incluso él ya se habría librado de ella... Una infidelidad... un ajuste de cuentas...
Investigaría aquello cuando tuviera al hombre en sus manos.
Pero aún le faltaba encontrar al hombre y la mujer con los que se había reunido en Tokio.
Del hombre solo había podido ver su extraña capa blanca.
Había detectado su poderoso Ki, y eligió mantenerse a distancia, para evitar ser detectado él mismo. Era otro espadachín.
La mujer... Era... extraño... No había podido captar sus facciones, ni siquiera el color de sus cabellos. Aún así, algo la hacía extrañamente familiar.
Tenía a sus hombres en máximo alerta, tampoco esos dos se le escaparían.
Y seguramente le ayudarían a resolver el misterio de lo ocurrido con la mujer del traficante...
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Hiko se sentía francamente furioso.
El pequeño Yinn, se paseaba por su casa con toda parsimonia, como si todo el tiempo del universo estuviese a su completa disposición.
Y además, estaba consumiendo su reserva de sake a un paso alarmante.
- ¡Ah! Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de esas delicadezas humanas... La última vez que estuve por aquí no conté con el tiempo para recrearme...
- ¿Y eso fue hace...?
- Mmm... veamos... ¿Cuantos años tiene tu alumno?
- Cerca de treinta...creo.
- Sí esa fue la última vez que estuve cerca de aquí...
- ¿Tú lo dejaste...?
- Ahá.
- Pero...
- Bueno, en realidad, lo cambié con otro pobre desdichado bebé Yinn que estaba destinado a terminar en las entrañas de algún animal. Era la única forma de engañar a las Venerables y dejarlo vivir entre los humanos para cumplir su destino...
- ¿Qué...?
- Hiko Seijuurou hay más en juego de lo que crees.
- ¿De dónde eres? – Hiko decidió no presionar sobre el asunto, el Yinn le contaría todo a su debido tiempo
- ¿De qué Clan? Oh, no, yo nací en un tiempo sin clanes, antes de que estallara la última Gran Guerra. Pues hubo otras antes de la que Uds. llaman así. Pero si debo definirme como perteneciente a algo, soy un Yinn de la tribu de los Marid[1].
El pequeño Yinn, que tenía la altura aproximada de su estúpido alumno y una figura tan delicada como la suya, estaba sentado sobre un banco invisible a medio metro del suelo, una de sus piernas balanceándose en el aire, la otra apoyándose en la tabla invisible que soportaba el peso de su cuerpo, y sus ojos violetas lo miraban con una inocultable chispa de diversión.
- Te estoy molestando... - no era una pregunta, sino una afirmación, en la que sonó claramente la satisfacción- Bien, espero que aprendas la lección. Pero, no he venido por eso... Bueno, no del todo...
- Merezco una explicación.
- No, no la mereces. Tampoco la necesitas. Y sólo te la daré porque se me antoja.
- ¿Por qué no me permitió acabar con Yukishiro? Es un Destructor, y esta siendo usado por un demonio para llevar a una trampa a los otras dos bestias y poder destruirla a las tres.
- En primer lugar, Yukishiro aún es sólo un humano. Un humano desequilibrado bajo la influencia de un demonio, sí. Pero no se ha convertido en Bestia aún, mucho menos es un Destructor. Y lo creas o no, superará la prueba, igual que los otros dos. Voy a enseñarte algo.
El Yinn hizo un gesto y frente a los ojos de Hiko apareció la imagen de la compañera del Tigre, junto a una mujer anciana. Por las ropas y los rasgos, esta última parecía china.
Hiko vio con horror como la joven había logrado romper el sello y estaba llevando a cabo un ritual
- ¿Cómo es posible? ¿Qué esta haciendo?
- En cuanto a como es posible, la espada contenía la llave de libro. Y en cuanto a lo otro, es obvio. Irá tras la única persona que puede devolver el sentido al Tigre. Liberará a Tomoe.
- Es... suicida. Nunca lo logrará. No tiene el poder... ¿Porque lo intenta? Todo el Concilio trabajando unido tal vez hubiese podido rescatarla, no sin grandes pérdidas, pero ella sola...
- Veremos... Nosotros confiamos en ella. Volverá - el pequeño Yinn sonrió-. Necesito que estés listo y que llames a la otra hechicera para cuando ella regrese. Seguramente volverá muy malherida. Pero deben hacer lo imposible por que sobreviva. Es imperativo para el bienestar de las Islas que lo logre.
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Tardaron un día completo en hallar el libro.
Luego, descubrieron que estaba sellado.
Asiyah entró en un estado de franca desesperación.
La hechicera que deseaba el libro seguramente conocía la forma de romper el sello, pero por supuesto, nunca se lo revelaría y por su parte ella se negaría a entregárselo.
Y no podía ir tras ella. En las Islas estaba en absoluta desventaja... Y no le serviría de nada a Enishi si estaba muerta... al menos antes de tiempo.
Pasó la mano por la cubierta del libro por enésima vez, envuelta en la tristeza y la desesperanza.
Ya no había tiempo...
No había tiempo...
Y de pronto un patrón familiar se descubriendo ante la yema de sus dedos.
De un salto y con largas zancadas atravesó la habitación. Apoyada contra una de las sillas de estilo de la habitación, descansaba la espada, enfundada dentro del bastón.
No podía creer que la respuesta fuese tan simple...
El extraño sello que cubría la vaina original[2] de la espada había sido cuidadosamente emplazado en el mango de la funda –bastón actual. Aunque no parecía ser necesario, optó en aquel momento por ser prudente y no separarlo de la espada. Lo estudió intensamente y rió en voz alta, por vez primera en muchos días.
Estaba segura de que coincidía perfectamente con la figura tallada en la tapa exterior del libro. No lo había notado desde el principio, simplemente porque la forma en la cubierta estaba tallada exactamente al revés de la que se hallaba en el bastón.
Exactamente al revés.
Para hacerlos encastrar perfectamente.
La talla en el bastón debía ser la llave del libro.
Y en efecto, así era...
Una vez que unió la talla y la portada, el sello cedió, y el texto quedó ante sus ojos.
Dio gracias al Gran Hacedor.
El camino ya no resultaba tan oscuro.
Y ni siquiera se lo debía a los hechiceros de las Islas
Pasó los siguientes días preparándose para su misión.
El tiempo apremiaba. Enishi estaba a punto de lanzar el ataque al dojo Kamiya...
En primer término, dejó una serie de instrucciones para Mei Lin.
Asiyah preveía problemas.
En el estado en que se encontraba Enishi sería afortunado si sobrevivía. Ella estaba al tanto de las negociaciones que él había llevado con el Taipan de Hong Kong y Xian. Ambos hombres querían la organización de Enishi, ni bien este se retirase tras su Jinchuu.
Pero en el momento en que descubrieran que él estaba debilitado, simplemente se echarían sobre las posesiones y propiedades de Enishi, eliminando todo cuanto se cruzase en su camino para obtener la mayor porción.
Mei Lin estaba entonces en franco peligro.
Le dejó el suficiente dinero para mantenerse al menos por un año, y procuraron entre ambas un lugar seguro para la anciana para cuando ocurriera el inevitable desastre.
Separó las posesiones de Enishi que sabía que él valoraba más y las puso a resguardo en el refugio de Mei Lin, y también proporcionó una sustanciosa cantidad para él, aunque conociéndolo como lo conocía, sabía que tendría tomadas precauciones contra eventualidades y catástrofes.
Por último, entregó a la anciana una carta sellada mágicamente, que Enishi debía presentar a la gente de Mongolia. Allí describía hasta el último detalle todos aquellos hábitos, gustos, costumbres y rasgos de carácter que Enishi poseía. Al menos, eso facilitaría enormemente la tarea de la nueva consorte y haría la transición menos traumática para él.
Luego se dedicó a leer cuidadosamente el libro, aprendiendo todo lo posible, y descubriendo que tanto la espada como el libro estaban estrechamente relacionados, y combinados alcanzaban un poder enorme.
Un poder que se relacionaba directamente con la clase de criatura que manipulase ambos.
Un hechicero o hechicera obtenía el diez por ciento del poder real del libro y la espada. Una Yinniyeh de los Yinn un cincuenta por ciento. Una Bestia, un Ifrit o un demonio podía controlar dos tercios del poder total y solo un Marid podía alcanzar el potencial completo.
< ¡Qué bueno sería conocer a algún Marid dispuesto a ayudar ahora!> Pensó.
Es decir, que aún con la ayuda de la espada y el libro, estaba en desventaja respecto a Shishio.
No era algo que la sorprendiera. De hecho, era afortunada en tener la ayuda de ambos objetos. Al menos le garantizaban el tiempo suficiente para hacer lo que debía. Por supuesto, debía hacer lo imposible por lograr que antes de que el portal se cerrara tras Tomoe, Mei Lin recibiese ambas cosas. No debían caer en manos de los demonios nunca.
Pasó la última noche escribiendo una larga carta para Enishi.
Y le dijo, por fin, todo lo que debía ser dicho y nunca volvería a tener oportunidad de expresarle.
Esperaba que él fuese capaz de entenderla y perdonarla, y sobre todo, que no se culpase a sí mismo por una decisión que ella misma tomaba de manera completamente voluntaria y conciente.
- Mei Lin, es hora.
La oscuridad aún reinaba, pero en poco tiempo se elevaría el alba.
La anciana dormía hecha un manojo cerca de la puerta. Nadie, excepto ella sabía de la presencia de Asiyah en Shanghai.
Mientras se dirigían al lugar que habían elegido a las afueras de la ciudad y a orillas del río, Asiyah sintió una cierta tensión creciendo entre ambas.
- No quiero lágrimas, ni despedidas tristes. Después de todo, humana, solo ayudé a poner tu ordenada existencia patas arriba todos estos meses.
- Ambas sólo queríamos lo mejor para el amo...
- Aha. Y por eso hoy me acompañas.
- A pesar de ser un verdadero dolor de cuello, debo decir que ha sido un gran honor conocerla.
- Lo mismo digo, Mei Lin, lo mismo digo. Fuiste una de las personas que me ayudó a respetar y hasta querer a los humanos... Pero nunca has sido una persona fácil... Espero que ningún otro de los míos tenga la desgracia de cruzarte contigo...
- Estoy de acuerdo...
Era una buena despedida. Las dos sabían lo que en verdad querían decirse con aquellas palabras que a los oídos de cualquier testigo desprevenido sólo constituían un áspero intercambio.
Finalmente, llegaron al claro elegido. Mei Lin preparó los utensilios. Asiyah repasó mentalmente el primer ritual. Desenfundó la espada y se alistó. Antes de iniciar el viaje le dio una última mirada a la anciana.
- Cuídalo por mí ¿quieres? Y se más paciente con la mujer que vaya a estar con él de lo que fuiste conmigo. Hazlo por mí.
Mei Lin se tragó las lágrimas, porque lo había prometido. Pero la abrazó con fuerza.
- No es mucho, pero es todo lo que tengo- La anciana le dio un medallón que llevaba al cuello- Mi madre me lo dio cuando era pequeña. Me dijo que servía para alejar al mal. Sé que frente a lo que necesita y su propia fuerza esto no significa nada, pero le pido que lo lleve a la batalla. Es todo lo que puedo hacer para ayudarla contra lo que va a enfrentar.
Asiyah asintió y se colocó al cuello el obsequio. Tal vez no fuese útil, mágicamente hablando, pero su significado valía más que mil hechizos.
Asiyah se ubicó mirando hacia el Este, hacia el sol pronto a resurgir, y comenzó la invocación. De pronto se sintió girando, sin peso, el Universo enrollándose sobre ella. Pareció aumentar de tamaño. Un halo de luz pura y blanca comenzó a envolverla desde una estrella situada sobre su cabeza. Elevó la espada, y la sumergió en la luz, atravesando la estrella en su centro. Lentamente, pronunciando las fórmulas prescriptas, fue haciendo descender la espada, tocando primero su frente, y luego su corazón. Sintió al rayo de luz atravesándola completamente, llegando al mismo centro de la Tierra
Llevó la afilada punta de la espada hacia su hombro derecho y otra estrella, como la primera apareció, atravesando con su luz su brazo por completo.
Repitió la operación con el otro brazo y luego llevó la espada sobre su corazón la hoja apuntando hacia delante, empuñándola con su mano derecha.
La movió en círculos, de izquierda a derecha, siete veces, pronunciando las invocaciones correspondientes. Unió la mano izquierda, entrelazando los dedos de ambas extremidades y mantuvo la espada quieta sobre su corazón, la punta hacia delante, los codos separados a los costados, sobre la línea de luz.[3]
Luz.
Luz a derecha e izquierda, arriba y abajo.
Y la puerta recién empezaba a abrirse.
Apenas podía ver la sombra de Mei Lin contratando contra la brillantez que la envolvía.
Llevó la punta de la espada hacia su pie derecho, para luego elevarla en diagonal sobre su hombro izquierdo, moverla en línea recta hacia su derecha, y desde el hombro trazar una nueva diagonal hacia el pie opuesto. Finalmente elevó nuevamente la espada, ahora sobre su cabeza, para completar el pentáculo[4] tocando por último su pie derecho. La figura se dibujó en un halo de delgada luz azul. Llevó finalmente la empuñadura nuevamente sobre su corazón y trazó la Rueda de la Vida, ocho brazos partiendo desde el centro, encerrados en el círculo mágico.
Una brisa cálida se levantó y desde el libro, cuatro columnas de luz roja, amarilla, azul y verde se elevaron, transformándose lentamente en seres de apariencia humana, ocupando cada una un punto cardinal. Cada uno llevaba un símbolo del poder que representaban, el primero una llameante espada, el segundo, un cayado símbolo del máximo poder mágico, el tercero una copa de agua pura y por último el cuarto portaba una rama de olivo. Con lentitud se inclinaron ante ella, y la que sostenía una especie de cayado habló primero.
- Somos los siervos del libro y estamos a tu servicio.
Asiyah los miró confundida. Sabía que estaban allí, pero también el libro decía claramente que solo aquellos con el mayor poder del mundo mágico podían convocarlos.
Solamente un Yinn de la tribu más poderosa. Solamente un Marid.
Pero a pesar de todos los interrogantes, y de las dudas, de la alarma que estalló en su cerebro, estaba ante la puerta abierta ya completamente, ya no podía detenerse hasta que la misión estuviese completa.
Sus preguntas deberían esperar. Si es que alguna vez tenía la oportunidad de que pudiesen ser contestada.
Miró por última vez la forma apenas visible de Mei Lin recortándose contra la luz, y luego giró hacia el portal, decidida.
El viaje había comenzado.
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[1] El tema de la organización social en Clanes de los Yinn (Yinn en este caso define al género, como humano define al género o especie a la que pertenecemos) surge de mi imaginación. Pero lo que se informa en las fuentes religiosas y en la mitología del Medio Oriente es que los Yinn viven en diferentes tribus: Los Yann, que son los más jóvenes o más recientemente creados, los Yinn (no confundir con el término genérico), los Shaiatin (plural de Shaitán, demonio), los Ifrit y los Marid. Los Ifrit son mencionado en el Corán. La tribu más antigua de la cual surgen las demás subespecies son los Marid, Son solitarios y tienen gran control sobre los elemntos naturales. Su aparición volcó la balanza a favor de los humanos y Yinn seguidores de la Ley de Dios contra Ifrits y Shaitin rebeldes.
[2] Ver capítulo 15, después de la lucha con el hechicero Huen.
[3] El ‘ritual’ esta basado libremente en prácticas ligadas a la Kábala y la Magia Hermética. Sólo lo estoy usando con propósitos de mantener el ‘realismo’ del fic todo cuanto sea posible. De todas maneras esta suficientemente alterado respecto del original, lo mismo que todos los que serán usados de aquí en adelante.
[4] Estrella de cinco puntas, una hacia arriba dos hacia abajo y una a cada costado. Símbolo mágico considerado de gran poder. En esta configuración se asocia con la Magia Blanca y el poder de las fuerzas de la naturaleza. El pentáculo en esta configuración representa al hombre, hecho según la cosmoganía hebrea (en la que se basa la Kabala) y cristiana a imagen y semejanza de Dios. Si el pentáculo esta invertido, representa la cabeza de Lucifer (un chivato, cuernos, orejas y barba), es decir, se utiliza para convocar magia negra y las fuerzas negativas.