Nota: Ya saben, yo no soy dueña de ningún derecho sobre ninguno de los personajes, excepto los creados por mí ¿O qué? ¿Acaso pensaban otra cosa?...Jejejeje Que más quisiera yo...

 

¡Hola a Todos! Perdón por la demora. Anduve con bloqueo... y además estoy enfrentando nuevos proyectos.

Pero como verán, el capítulo tiene  mucho más del doble de extensión que la mayoría de los anteriores (8558 palabras contra un promedio de 3500 a 4000 habituales...), así que aprovechen el bonus...

 

Por otra parte quiero agradecer a todos mis lectores, tanto en la versión en inglés como en castellano. Gracias por su apoyo, comentarios y sugerencia. Son altamente apreciadas.

Quiero agradecer especialmente a Jo-chan, a Lizzette, Mae_chan, Bao Blossom, Hana Himura, Mara, Anna-Neko, Piyasayo, Y muchos otros cuyos nombres se me escapan ahora, pero a los que les agradezco infinitamente el apoyo, los comentarios, sugerencias y el entusiamo.

 

Por supuesto, Mir, mi editor en ingles, merece un abrazo y saludo extra especial...Ojalá hubiese más gente como Mir allá afuera (o Hana Himura, que por cierto es otra excelente escritora, que ayuda mucho a otros, igual que Mara y Bao). Más gente positiva y menos flamers...

 

Otro abrazo súper especial es para Piyasayo (María Angélica), que hizo un EXTRAORDINARIO retrato de Asiyah. Está publicado en Media Minder y el link es el siguiente, por si quieren visitarlo (sean buenitos…¡Vale la pena!):

 

http://www.mediaminer.org/fanart/src.php?sort=dateD&s=MISC&srcht=srcae&srch=piyo_piya@hotmail.com&show=Show%2FSearch

 

Quería comentarles algo acerca de mis personajes…Asiyah va a estar de ‘excursión’ por una obra de Mara, The right Side, un fic en un universo alterno, el primer capítulo esta ya publicado... (Aunque va a ser una mujer común y silvestre, nada de sobrenatural). Aquellos que saben inglés les recomiendo leerla, como todas las obras de Mara. Son un poco fuertes, y tal vez más de uno se shockee un poco, pero es  fanfic adulta. Les va a gustar.

Bueno, creo que eso es todo por ahora.

Estoy muy, muy, muy inspirada ahora. No prometo nada, pero es posible que termine este fic para el próximo fin de semana. Así que ¡¡¡¡¡¡¡ESTEN ATENTOS!!!!!!!

 

También quisiera recomendarles a los que leen inglés que revisen la última obra de Bao Blossom, y la de Hana Himura (que ya tiene su versión en portugués). Y aquí en castellano, no se olviden de echar una mirada a La leyenda de las Mil Grullas de Jo-chan. ¡Y también empezó a escribir una en inglés! Así que si tienen tiempo…¡dedíquenlo a un rato de lectura de fan fics!

 

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Se movía por el lugar como un animal enjaulado, los ojos de la mujer fijos en su figura. La ira ensombrecía sus facciones, y cuando finalmente habló lo hizo con voz de trueno.

 

-         Se los advertí... Sabía que esto pasaría. Deben ser detenidos y eliminados.

-         El Concilio expresamente...

-         ¡Que el Concilio se vaya a la mismísima mierda! Hay gente inocente en riesgo, y sé que esto terminará con las tres Bestias destruidas si no acabamos con el perro rabioso.

-         Hiko-sensei, no puedes ir contra la voluntad del Concilio. Y además comprometiste tu palabra de honor.

-         ¡Todo es tu culpa! ¿Es que acaso no sientes nada por tu propio marido? ¡Lo estás poniendo en peligro deliberadamente! Si no hubieras influenciado al Concilio...

-         Lo que deba ser, será. Hajime es fuerte. Sobrevivirá. Y con un poco de suerte tu discípulo arrancará al Tigre de su estupidez, como lo hizo con Zanza, Soujirou y el Okashira. En el peor de los casos, lo derrotará como derrotó a Shishio. Y entonces veremos que camino tomar. Pero lo que debemos analizar es como liberamos al Tigre de la influencia de Azazel y Yumi. De hecho, como logramos liberar a su hermana, que es la ayuda más efectiva con la que hemos contado hasta ahora...

-         Tu Yinniyeh es un fracaso

-         Admito que tal vez me apresuré al juzgarla y posiblemente deba ser reemplazada como guardiana de la Bestia, pero aún no pierdo completamente mis esperanzas en ella.

-         Es demasiado joven, demasiado inexperta. Y dejó que él la influenciara demasiado. Ella lo sirve a él cuando debería ser al revés...

-         No olvides que la relación entre Yinniyeh y Bestias es distinta a la que mantienen con nosotros... Pero es cierto. Ella debería ser al menos su igual, y en un caso de semejante inestabilidad, ella debería haber tomado el control. Pero la relación podría ser salvable todavía... Ella se está percatando de que algo no encaja, y sé que algo se está gestando entre ambos. Cabe la posibilidad de que ella finalmente lo enfrente con la realidad y él despierte.

-         No sucederá. Él ya está en manos de Azazel. Es un Destructor. No hay remedio.

-         No, aún estamos a tiempo.

 

Hubo un corto silencio. Hiko sabía que era inútil seguir discutiendo el punto. Tokio era obstinada. Siempre lo había sido, desde su niñez. Lo que lamentaba es que su obstinación llevaría a la pérdida de vidas inocentes. Pero en definitiva, era exactamente como ella había señalado: sería lo que debiese ser.

 

-         Es imposible rescatar a Tomoe. Nadie puede ir al Reino de los demonios y regresar.

-         Debemos obtener el libro que tiene Yukishiro. Allí hay formas para lograrlo.

-         ¿Y como planeas apoderarte de él, sin no te es demasiado molesto explicarme? – la sorna en la voz de Hiko apenas podía ocultar su enojo- No necesito explicarte la situación ¿verdad?

-         Creo que es hora de tener una charla cara a cara con la consorte de la Bestia...

 

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Desde una prudente distancia había tomado debida cuenta de todos los movimientos en la casa durante casi toda la última semana.

 

No había sido tan difícil rastrearlos.

Hasta había conseguido que alguien desde una posición discreta tomara unas fotografías del lugar...

Esas cosas modernas podían ser útiles aunque algunos tontos creyesen que robaban el alma...

Él era un hombre práctico.

Aún si aquellas cosas ‘robasen’ el alma de las personas, gente como aquellos no tenían demasiado que perder ya...

 

Y su jefe estaría complacido.

 

Al menos eso esperaba.

 

Trabajar para ese tipo era peor que trabajar con Shishio-san.

Definitivamente ponía los pelos de punta.

 

Ya había reunido suficientes datos. Se lo llevaría y aguardaría la orden de ejecutar al tipo de cabellos blancos.

 

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La situación entre ambos se ponía cada día más tensa.

 

Faltaban tan sólo cuatro días para que comenzara al ataque al dojo Kamiya, y aunque había hecho lo imposible para tratar de analizar la situación razonablemente, lo único que lograba era poner cada vez mayor distancia entre los dos.

 

Él no estaba dispuesto a escucharla.

Como el Ahab de Moby Dick, estaba listo para arriesgar todo y a todos en su búsqueda de venganza.

 

La policía los había encontrado y estaban siguiendo cuidadosamente sus movimientos. Enishi, Gein y ella habían descubierto al sujeto de extraños cabellos rubios espiándolos.

 

Y ellos habían tomado sus precauciones.

Enishi había destruido o puesto en lugar seguro todos aquellos documentos que pudiesen comprometer su organización y a él mismo, y Gein sólo había dejado aquello que era absolutamente imprescindible para su trabajo.

 

Por supuesto, no habían avisado a los otros. Eso era parte del plan, en realidad.

 

Asiyah pensó que aquellas alimañas se lo tenían merecido. Excepto el manco, y tal vez  Yatsume, los demás eran cobardes despreciables.

 

Incluido Gein.

 

Finalmente ella había descubierto porque Enishi no había atacado inmediatamente.

Y tenía relación con la monstruosidad que Gein estaba ‘creando’ en el sótano de la casona.

Habían engañado a los demás con la espera del embarque de nuevas armas especiales para el ataque sobre el dojo, pero la verdadera razón yacía sobre una mesa en el laboratorio de Gein.

 

Ella sabía lo que estaba planeando. La más cruel de las venganzas.

 

Tal vez el hombre lo mereciera, pero los inocentes debían ser salvados.

 

Las cosas deberían terminar aquel día, para bien o para mal. No habría otra oportunidad ya. Había jugado todas las cartas.

Sólo le quedaba un enfrentamiento directo, hasta hacerlo entrar en razones, lo quisiera o no.

 

-         Enishi, debemos hablar.

 

Él estaba reunido con los demás (ya casi no podía verlo a solas nunca, porque ni siquiera estaban durmiendo juntos), planificando los últimos detalles del ataque. Ni siquiera hizo un gesto para reconocer su presencia, y  los seis siguieron enfrascados en lo que estaban debatiendo.

 

-         Ahora- insistió con una clara nota de impaciencia en la voz

 

Gein carraspeó nervioso al notar que los ojos de ella empezaban a cambiar de color, pero Enishi seguía hablando con los camaradas como si ella ni siquiera existiera.

 

-         Bueno... parece que necesitas un pequeño llamado de atención... Por mí esta bien...

 

El ruido infernal de los cristales de los ventanales, copas, y otros objetos estallando en mil pedazos y volando en todas direcciones realmente atrajo la atención de los presentes.

Todos excepto Enishi  trataron de ponerse a cubierto de los peligrosos y afilados fragmentos que caían y se clavaban en toda la habitación. Él se mantuvo impasible, mientras pedazos de cristal le pasaban a escasa distancia del rostro y el cuerpo.

 

Y en un instante imposible, todos los objetos en movimiento se detuvieron en medio vuelo, parecieron retroceder, hasta que todo volvió a estar entero y en su lugar.

 

-         Afuera. Todos.

 

El tono de Enishi no dejaba lugar a dudas. Y después de lo que habían visto, ninguno de los otros cinco tenía ganas de cuestionar ni al hombre ni a la mujer que se miraban fijamente parados en medio de la habitación.

 

-         Bien, supongo que hemos llegado al final del camino...

-         Efectivamente. No saldremos de aquí hasta llegar a alguna solución razonable.- dijo Asiyah- Creo que será mejor que tomemos asiento, porque esto llevará un buen rato.

-         No, no me refería a eso. Sabía que esto pasaría tarde o temprano... Simplemente tenía la esperanza de que todo lo que me habías dicho que sentías por mí fuese cierto. Pero finalmente y como de costumbre, Tomoe tenía razón. Ella me lo advirtió, me dijo que finalmente esto sucedería, que tendrías que irte. Simplemente quería creer que finalmente me elegirías y te quedarías conmigo. Fue un pensamiento tonto, una debilidad por la que tendré que pagar.

-         ¿De qué estás hablando? ¿Porqué involucras a Tomoe en esto? Ella no ha estado alrededor nuestro desde que dejamos Shanghai. ¿Por qué dices que tendré que irme?

-         Oh, no. Ella no ha estado alrededor de ti, que no es lo mismo... Porque descubrió tus intenciones, y me puso al tanto de ellas. Pero no podía aceptarlo, no podía creerlo. Me prometiste estar a mi lado en esto, hasta el final. Te comprometiste  e hiciste todo lo posible para que yo te creyera y confiara en ti. Pero desde que llegamos a Japón estas haciendo todo lo posible para que no concrete mi venganza. Ahora finalmente lo tengo ante mis propios ojos. Y supe que mi hermana tenía razón cuando atacaste a Otowa. Tus ojos... los ojos de Battousai... el cabello rojo... la piel... Él es uno de los tuyos. Y elegiste protegerlo por sobre lo que proclamabas que sentías por mí. En realidad...

-         ¿Q-qué?-  aquellas palabras eran lo último que Asiyah esperaba oír de la boca de Enishi.

-         ¡No me interrumpas cuando hablo!- las palabras gritadas a todo pulmón y su expresión de franco odio fueron como una bofetada feroz en el rostro de Asiyah para quien el mundo había empezado a dar vueltas a su alrededor- En realidad lo único que deseabas de mí era mi poder mágico, controlarme para beneficiarte de mí. Como todos los demás, solo estabas conmigo por interés. Como Heishin. Como las mujerzuelas. Oh, sí, Tomoe me lo dijo.

-         Tomoe no está...

-         ¡Te dije que te callaras!

 

Jamás la había tratado así. Y ella tampoco había llorado delante de él. Pero ahora sentía el sabor amargo de las lágrimas en sus labios...

 

-         ¿Vas a negar que Battousai es de los tuyos?

-         No... él... sí... él es un Yinn... pero...- no podía negar el hecho, pero carecía de importancia. Battousai no era un Yinn maduro aún. Estaba casi tan indefenso como un humano...

-         ¿Y por qué nunca me lo dijiste? Acaso querían atraparme entre ambos? Ese era el plan, ¿verdad? Sí. Tomoe también me contó eso. Ah, pero no debieron subestimarla... Mi hermana me protege... Siempre lo ha hecho. Y siempre lo hará.

-         Yo... puedo explicarte... no pensé que fuera importante porque...

-         No quiero escuchar porqués. Ya los conozco. Ella me los dio.

-         ¿Por qué? ¿Por qué haces esto? ¿No ves acaso que quiero protegerte? ¿No te das cuenta que están usando a Tomoe para engañarte?

-         ¿Y debo creerte a ti que me mentiste sobre Battousai, sobre lo que dice mi hermana?

-         ¿No te das cuenta? En todos estos años nunca la oíste. Nunca, aún cuando ella trató de que la escucharas... ¿y ahora cuando estamos en tierras enemigas, justamente ahora, puedes escucharla? ¿No te parece curioso?

-         Estaba lejos de su tumba, por eso no podía escucharla. Ella me lo dijo. Y después, tú y los tuyos pusieron todo tipo de barreras para mantenerme engañado. Pero aquí, en Japón, su pequeño juego se les acabó. Es por eso que no deseabas que viniéramos aquí, es por eso que querías quedarte en Shanghai, para poder actuar a distancia, sin que me diera cuenta, y manipularme a tu antojo. Fui un estúpido. Todo era demasiado bueno para ser verdad, debí haberlo imaginado. Nunca debí haber bajado la guardia, haberme abierto a las emociones, haber confiado en otro. Supieron como manipularme a la perfección, tú y los tuyos. Sabían cuanto necesitaba una persona a mi lado. Desde que Tomoe se fue, siempre estuve solo. Y esa fue mi única estúpida debilidad. Vaya que la aprovechaste... Espero que al menos el placer que te dí haya valido el trabajo que te tomaste... Realmente merecías aquellas pulseras y el vestido que Heishin te ofreció aquella vez... No había diferencia entre tú y las cortesanas, excepto que ellas admitían abiertamente lo que eran, en cambio tú que siempre me dijiste que odiabas a los hipócritas eres la peor que haya conocido. Peor que Lady Berry, peor que los diablos extranjeros. Lady Berry tenía razón, no eres más que otra cortesana. Más cara y sofisticada tal vez, pero sólo eso. Parece que las prostitutas pueden reconocerse entre sí. Ella lo hizo bien contigo, y yo  solo fui un tonto. Pero, al menos disfruté bien de ti. Eso sí valió la pena. Eres endiabladamente buena en la cama. Demasiado para una virgen. Me pregunto si también eso puede arreglarse con magia...

 

La bofetada resonó en el cuarto. Él sólo se limitó a mirarla con la indiferente expresión con la que ocultaba sus emociones más profundas y una sonrisa irónica atravesándole el rostro.

 

-         Apuesto que la verdad duele mucho más que el golpe que recibí- La marca en la piel del rostro de Enishi empezaba a tomar un furioso tono rojizo

-         ¿Cómo te atreves...?-

 

Asiyah sintió su corazón partírsele en mil pedazos. Ni siquiera podía sentir ira. Solo una enorme, opresiva tristeza que la desgarraba desde el interior. ¿Cómo podía  decirle esas cosas horribles? ¡Cómo podía dudar de su sinceridad, de su lealtad!

 

-         No es justo... Sabes que no lo es... ¿Qué hice para merecer esto? ¿En qué me equivoqué?- las lágrimas la ahogaban, pero no podía articular  casi palabra, no podía defenderse, defender lo que tenían, gritar, sacudirlo para que entrara en razones... estaba paralizada por aquellas puñaladas certeras a su corazón

-         Simplemente en intentar utilizarme y en querer traicionarme. Es una pena que no pueda  darte lo que mereces... Sé que no puedes usar tu magia aquí, porque te destruirían, solo podrías intentar usar tu persuasión. Pero ahora que sé que cuales son tus intenciones, no podrás hacer nada para detenerme. Nadie puede. Destruiré a ese maldito y a todos los que se me crucen en el camino. A todos. - hizo una pausa, la miró con dureza y luego continuó- Será mejor que te vayas. No tiene sentido que permanezcas a mi alrededor ahora que lo sé todo. Ah, por cierto, puedes quedarte con todo lo que te dí, es una paga adecuada por tus servicios, aunque no necesites nada de eso... Creo que fui  suficientemente generoso. Sólo debes dejar la espada y el libro.

-         El libro es tuyo... la espada no.

-         La dejarás.

-         Tendrás que venir por ella si la quieres.

 

No la iba a entregar, no, sabiendo que él ahora estaba a un paso de ser un Destructor. Sus ojos dorados le revelaron a Enishi que ella estaba determinada a defenderla. Tomoe le había ordenado retener la espada a cualquier costo, pero sabía que era imposible enfrentarse a Asiyah, si esta estaba resuelta a no entregarla.

 

-         Bien, a su debido tiempo iré por ella.

-         Y yo te estaré esperando.

 

Ella dio media vuelta y se retiró. Cuando llegó a la puerta sólo atinó a decir, con voz temblorosa y las lágrimas corriéndole por el rostro, casi en un susurro

 

-         Lo lamento. Lo lamento tanto. Nunca quise que esto terminara así... Cree lo que quieras, pero esto fue en serio para mí. Realmente te amo.

 

< Porque aún te amo, a pesar de todo lo que dijiste, y de lo que vas a hacer. Y de aquello en que estás a punto de convertirte>

 

-         Vete.

 

Después que ella se fue, Enishi se acercó al ventanal y descargó un furioso puñetazo contra el cristal, mientras cerraba  con fuerza los ojos, intentando detener las lágrimas que pugnaban por salir

 

 

< Solo... siempre solo... Pero por poco tiempo ‘neesan... Pronto estaremos juntos... Después de que envíe a Battousai al Infierno... >

 

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Una escalofriante carcajada retumbó en la caverna. La exclamación regocijada de Azazel tronó por las galerías cubiertas de huesos y sobre el fragor de los hombres batallando y los gritos demenciales de los condenados que recibían su castigo.

 

-         ¡La victoria es mía!

-         No pensé que sería tan fácil finalmente... Cuando estuvimos en Shanghai el reto parecía mayor.

-         Querida, aquí podemos hacer uso completo de nuestros dones. Impunemente.

-         Hacer a un lado a la Yinniyeh realmente fue muy sencillo... No puedo creer que ella fuese tan descuidada e ingenua... Deberíamos ir tras ella por si acaso... Aún conserva la espada...

-         Después. Ahora hay que preparar al Tigre para la batalla. Reavivar todo su odio, llevarlo al límite de la razón. Nada debe detenernos. Debe ir hasta el final y arrastrar a los otros dos con él. Ella, Marid o no, ya no puede hacer nada para salvarlo. Una vez que tengamos nuestro triunfo aquí, y me convierta en el Señor del Infierno, nos divertiremos con ella.

-         ¿Qué hacemos con la hermana de la Bestia? ¿Puedo jugar con ella?

-         No, aún no. Déjala intacta, para cuando llegue su hermano a hacernos compañía... Eso lo hará mucho más placentero...

-         ¡Shishio-sama, Shishio-sama! Traigo grandes novedades...

-         ¿De que se trata Houji...?

-         Hemos acorralado a Belial y Dagón[1], en el Sexto Plano[2].

-         Bien... Iblís ya casi esta a nuestra merced. Un solo paso más y todo esto será mío... ¡Ah, mis leales súbditos, pronto gozarán de los beneficios de haberme acompañado! ¡Y luego retornaremos al mundo! ¡Y éste será nuestro, como debió haber sido desde el principio! Invita a nuestras amigas, las Venerables de los Clanes del Este y del Oeste. ¡Qué sean testigos de mi victoria final, la victoria que finalmente nos llevará a la destrucción de los humanos usurpadores!

 

Una nueva carcajada, aún más espeluznante, rebotó en las paredes, creando un macabro eco que se extendió a lo largo de todo el Infierno, acallando por unos segundos los lamentos de los atormentados y el frenético chocar de metal contra metal de las espadas.

 

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No había mirado atrás ni una sola vez.

 

Y sin recordar como, se halló caminando por las callejuelas de Tokio, en vez de estar en Yokohama.

 

Aún estaba bajo un terrible shock.

No tenía noción del tiempo que había transcurrido desde que dejase la mansión.

Minutos, horas...

No importaba.

Solo sentía un adormecimiento en su cuerpo y sus sentidos.

 

No tenía noción de en que parte de la ciudad se hallaba.

Otra cosa que tampoco le importaba.

 

Solo siguió caminando, sin rumbo.

Y de pronto, sintió la presencia.

Justo enfrente de ella.

 

El reconocimiento fue mutuo, instantáneo.

Se halló mirando fijamente a unas sorprendidas pupilas violetas, cuyo dueño solo atinó a abrir la boca en un mudo gesto de sorpresa.

 

De inmediato, él se puso en movimiento, hacia donde ella se encontraba.

 

Dio la media vuelta, y se entremezcló con la multitud. Pero era imposible perderlo. Como Enishi, él podía sentirla.

Una mano fuerte asió su brazo y la detuvo.

 

Por pocos segundos.

 

En un instante, su perseguidor, Himura Battousai, se encontró aferrando sólo aire.

Y aunque aún sentía su ki, no podía hallarla.

Seguramente la creería un fantasma... O una alucinación.

Se alejó del lugar con paso veloz, mirando hacia atrás, temiendo ser seguida. Al doblar una esquina, chocó contra algo.

 

En realidad contra alguien.

 

Un hechicero.

Uno poderoso.

 

Solo pedía que fuese rápido. Se los haría fácil. No opondría resistencia. Sólo dejaría que pasara.

Una muerte veloz sería bienvenida, después de los acontecimientos que había sufrido aquel día.

 

-         Finalmente nos encontramos...

-         Eso parece. Hazlo de una vez. No me defenderé. No tengo motivos para ello.

 

Por primera vez Asiyah levantó la vista y la fijó en las facciones del hechicero. Llevaba una capa blanca. Y recordó Kyoto.

Tal vez este hombre era el culpable de lo que le pasaba a Enishi. Él los había seguido desde entonces... Tal vez se defendería, después de todo...

 

- Cambié de opinión... - sus pupilas pasaron con vertiginosa rapidez de su habitual verde al dorado mortífero del fuego del cual provenía.

 

Y de pronto Hiko Seijuurou el Treceavo se encontró a medio metro del suelo, tratando de defenderse del ataque de la Yinniyeh furiosa parada debajo de él.

 

-         ¡No! ¡Por favor suéltalo! ¡Vinimos a hablar!

-         ¿De qué?  ¿De cómo volvieron a mi consorte en mi contra? ¿De cómo planean destruirlo? ¿De cómo lo convirtieron en un Destructor?

 

No se sorprendió en absoluto al ver a su nueva interlocutora. Era la mujer de la librería de Shanghai. Y también era una hechicera, tan poderosa como el hombre a quien tenía atrapado. Seguramente, habría usado algún hechizo intenso, como lo había hecho Huen, para escapar a su detección.

 

-         ¡Nosotros no fuimos! ¡Debes escucharnos! De hecho queremos ayudarte, queremos salvarlo..

-         ¿Por qué habrían? Somos enemigos... No tengo porqué creerles.

-         Suelta a Hiko y hablemos... Te equivocas: no somos tus enemigos. Hay muchas cosas que desconoces. No tienes nada que perder con sólo oírnos.

 

Era cierto. Después de todo, ya no le quedaba nada. No tenía hogar, ni amigos, ni familia... ni al hombre al que amaba. No arriesgaba nada escuchándolos. Pero si querían usarla para herir a Enishi... Aún con lo que él le había dicho y como la había despedido, nunca lo traicionaría.

 

-         Vamos. Hay un pequeño y discreto restaurante cercano. Sé que te sentirás más segura si estamos en un lugar público.

 

Con desconfianza aún, los siguió cuidando atentamente todos su movimientos. Una vez que llegaron al lugar, buscaron un rincón discreto, y ordenaron comida, sake y té.

 

-         Creo que deberíamos empezar con el principio de la historia... - dijo tersamente la mujer, que mantenía su rostro semi cubierto por una capucha, como si temiera ser reconocida.

-         Antes que nada, creo que sería adecuado que supiera sus nombres.

-         Con que nos llames Tokio y Hiko, será suficiente.

-         Yo soy Asiyah, y ya que están hechas las presentaciones... soy toda oídos.

 

Ambos hechiceros se miraron, y Tokio comenzó a hablar.

Las cosas empezaron a  caer en su lugar lentamente. Desde la Gran guerra, hasta los levantamientos dentro de los Clanes, decenas de cosas que ella ignoraba... y que sin embargo intuía.

 

Recordaba el Clan de Mongolia... Y ahora sabía que había otros lugares, otros yinn asociados con hechiceros y humanos, gente que se rebelaba... Grupos que luchaban por una sociedad más equilibrada... y grupos que luchaban por mantener el status quo...

 

-         ¿Que tiene que ver Enishi en esto?

-         ¿Sabes que hay otras Bestias caminando la Tierra esperando despertar?

-         Sí, un dragón y un Lobo. Y el Dragón es Yinn, además.

-         Battousai... - dijo suavemente Tokio

-         Pero se supone que las Bestias deben trabajar unidas... No pueden ser enemigas. Son aliadas naturales... - Asiyah estaba cada vez más confundida

-         Siempre ha sido así... - Continuo Hiko

-         Hasta ahora.- acotó Tokio-

-         Los antiguos líderes se descarriaron... – Hiko continuó la narración- Y buscaron alianzas con los demonios antiguos, los que habían sido derrotados en la Gran Guerra, para aniquilar a los humanos... Y a aquellos Yinn y hechiceros que se opusieran.

-         Hace unos cien años comenzó la última gran era de Oscuridad. Y desde entonces, demonios y Yinns han empezado a conspirar juntos apara la destrucción de los humanos y los Yinn que se opongan a su plan de conquista del Reino humano. Por eso fueron enviadas las Bestias. Deben proteger a los humanos, hasta que se levante el que traerá la paz y la justicia. Pero los enemigos hicieron todo lo posible por destruirlos... - Tokio aprovechó que Hiko tomaba un generoso trago de sake para intervenir

-         Sin embargo se los protegió con una maldición terrible para aquellos que intentaran matarlos directamente... Así que el enemigo los expuso a todo tipo de adversidades. Kenshin fue abandonado en un bosque para que los animales salvajes dieran cuenta de él, pero fue encontrado por una familia de campesinos, que lo adoptó. Su familia fue envenenada, aunque él aún cree que simplemente murieron de cólera. Y fue vendido por los aldeanos a unos traficantes de esclavos para pagar deudas al daymio. Los  traficantes fueron atacados por bandidos y todos fueron muertos. Todos excepto Kenshin. Yo iba en camino de rescatarlo de los esclavistas, pero finalmente acabé con los bandidos, y lo recogí. El siempre pensó que había sido un hecho fortuito, pero en realidad, yo iba por él. Yo lo eduqué, lo crié y  le enseñé el Hiten para su protección de las adversidades de los enemigos y para que tomara el camino del Hiten que siempre ha sido el de velar y defender a los indefensos. Pero estalló la guerra... Y él era demasiado joven para entender que el Hiten nunca debe ser puesto al servicio de un grupo o facción, sino al servicio directo de la gente. Y con la idea de defender a la gente y forjar un futuro mejor para los oprimidos, se unió a los Ishin Shishi. Algo para lo cual no le alcanzará toda su vida de Yinn para arrepentirse.

-         En el caso del Lobo, que es mi consorte, él también sufrió duras experiencias. Fue el menor de los hermanos, y su familia lo trataba como un ser inferior. No le tocó nada de su herencia y fue casi arrojado a la calle antes de llegar al genpuku

-         ¿Genpuku?

-         La mayoría de edad de un hombre.- acotó Hiko.

-         Sin embargo y a pesar de todo, fue tomado bajo la protección de una familia samurai respetable, y recibió toda la educación necesaria como samurai y espadachín.

-         ¡Bah!  La familia de Tokio lo buscó, y lo puso bajo su cuidado directo. Después de todo, ellos han estado entre los hechiceros más poderosos del Japón por los últimos mil años... Tenían derecho a que una de sus hijas se convirtiera en consorte de una de las Bestias...

-         ¿Y por qué no protegieron a Enishi como lo hicieron con Battousai y el Lobo?

-         No tuvimos la chance. Se nos escapó de las manos por completo.

-         No veo como si se pudieron ocupar de las otras dos Bestias y abandonaron a la más cruel de las suertes a Enishi. ¿O tal vez deba decir que siendo Hiko el protector y maestro de Battousai tiene perfecto sentido que quisiesen muerto a Enishi, sobre todo después de lo que éste le hizo a su hermana?

-         ¡Las cosas no ocurrieron así!

-         Bien, creo que es hora de seguir mi camino. Fue una conversación interesante

-         Escucharás lo que tenemos para decirte.

 

Asiyah ya no estaba dispuesta a escuchar nada más y se levantó de la mesa. Una mano firme como una argolla de acero se cerró sobre su muñeca. La reacción fue inmediata: sus pupilas se convirtieron en dos mortíferas dagas que traspasaron al hombre, mientras la otra mano de Asiyah se apoyó sobre el brazo del ofensor. El resplandor y el olor a carne quemada se alzó entre ambos. Pero el hombre ni siquiera pestañeó.

Le sostuvo la mirada no solo con firmeza, sino con franco desafío. Sin duda, el hombre llamado Hiko sabía que podía aplastarlo como una mosca. Pero no le tenía miedo. Lo soltó. Y volvió a sentarse.  Desagradables ampollas aparecieron sobre la piel afectada.

 

-         En honor a la verdad, un hombre con esa determinación y valor merece que le dispense mi tiempo.

-         Continúa, Tokio.- dijo Hiko, mientras se untaba por la zona afectada un ungüento que Tokio le había entregado

-         A pesar de la muerte de su madre y el abandono de hecho de su padre, Enishi contaba con Tomoe, y tuvo una vida mucho mejor que Kenshin o Hajime, al menos hasta la muerte del prometido de su hermana. Por eso no lo seguimos tan de cerca. Gravísimo error. Hajime es mi esposo, el que tú llamas el Lobo.- explicó Tokio- Ese tiempo fue un tiempo terrible para todo Japón, y los hechiceros pagamos una cuenta muy alta. Muchos daymios contaban con nuestros servicios, así que estuvimos entre los primeros blancos de los Ishin. Es una ironía que Battousai matase a muchos de los que habían hecho todo lo posible por que él mismo sobreviviera...

-         Siempre fue un discípulo tonto... Pero debes estar de acuerdo con que a pesar de que mató a muchos de los nuestros también ayudó a la destrucción de nuestros oponentes. Sin esto, jamás hubiésemos triunfado en las Islas.

-         El hecho es que el que Tomoe tratase de vengar la muerte de Akira y Enishi escapara de la casa paterna para seguirla fue algo que nos tomó absolutamente por sorpresa. Tanto como todos los hechos que siguieron a esto.- Tokio continuó la historia luego de la interrupción de Hiko- Pero debo admitir que fueron nuestros adversarios quienes influenciaron sobre estos acontecimientos.

-         Una historia muy conveniente... - dijo Asiyah que no estaba satisfecha en absoluto  con las palabras de ambos hechiceros.

-         Puedes creerlo o no. Es tu elección. Pero las cosas finalmente sucedieron así.

-         Tomoe fue en busca de Battousai el Asesino... y se encontró con Kenshin, que era un jovencito atormentado por la culpa, pero determinado a sacrificarse por una nueva de era de paz. Y a medida que se acercó a él para tenderle la trampa que acabaría con su vida, descubrió quien era él en su interior. Y se enamoró en el proceso... Y Kenshin de ella.

-         ¡Ja! Creo que ahora sí es tiempo de irme.

-         Lo que decimos es verdad. Tenemos pruebas.- ante las palabras de Tokio, Asiyah volvió a sentarse.-

-         Estoy escuchando

-         El diario de Tomoe se halla en un templo en Kyoto. Allí ella cuenta toda la historia. Podrás saber que es auténtico, porque tú has tenido contacto con ella y su esencia impregna las páginas.

-         Pero yo ví...

-         Tus sueños, como los de mi estúpido alumno fueron influenciados. Distorsionaron los hechos para que tú empujaras a Yukishiro a la venganza y lo ayudaras a conseguirla.

-         Pero Enishi lo vio con sus propios ojos, vio como la mataba...

-         Solo vio cuando Kenshin descargaba el golpe. No vio como Tomoe se interpuso ante su oponente y trató de defenderlo con su tanto.- continuó Tokio

-         Todo había sido una trampa para acabar con mi estúpido alumno. Y ella era la carnada, aunque sin saberlo. Ah, y si me permites sacarte de tu ensueño, su hermano que tanto la amaba, colaboró en su muerte.

-         ¡Hiko-sensei!¡Tranquila! - exclamó Tokio ante la furia asesina que se pintó en el rostro de Asiyah y el insensato comentario de Hiko- Enishi sólo era un mensajero. Y él quería que Battousai muriera para que Tomoe regresara con él a su vida en Edo, lejos de la guerra, sólo para él. Pero, Tomoe tomó una decisión: fue con los que complotaban la muerte de Battousai, creyendo que podría engañarlos para salvar a Kenshin... Cuando lo único que deseaban de ella era hacerla una carnada viviente para atraer a Kenshin a una trampa. Una vez que Tomoe dejó la casa, uno de los asesinos dejó una nota a Kenshin y este fue a buscarla. Enishi, que no sabía lo que estaba sucediendo en realidad y esperaba afuera de la cabaña a que Tomoe se quedase sola, esperó a que Kenshin la dejase para llevarse a su hermana... Pero ella estaba en manos de los que complotaban...

-         Y que de todas maneras la hubieran matado... Tenían ordenes de no dejar testigos... – interrumpió Hiko

-         Eligieron un bosque de demonios, para evitar que sus sentidos pudiesen actuar. Porque aunque ellos no sabían de su naturaleza, sí conocían de sus sentidos especialmente afilados. Y poco a poco lo fueron privando de todos y cada uno de ellos. Cuando llegó frente a su último oponente, estaba ciego, sordo, privado de la posibilidad de leer el Ki de su adversario y había perdido una enorme cantidad de sangre. Iba a una muerte segura. Pero lo hacía para rescatar a Tomoe, para que ella viviera, y decidió descargar el último golpe que lo pondría directamente en el camino de su atacante matándolo a él mismo a la vez que acababa con el adversario. Lo que sucedió después es una tragedia. Ella vio lo que ocurría, que él no tenía oportunidad. Y rescató el tanto que le habían quitado. No había podido salvar a Akira. Pero salvaría a Kenshin. Y se interpuso en el momento preciso en que Kenshin descargaba su último golpe. Al caer hacia atrás con su tanto aún en la mano, Tomoe completó la cicatriz de su mejilla. Y Enishi sólo vio ese momento, porque al descubrir que Tomoe no estaba en la cabaña que compartía con Kenshin regresó a donde estaban los Yaminobu. Por supuesto, Tomoe se había adelantado, y no había manera de que Enishi pudiera igualar la velocidad de Kenshin, aún con los obstáculos que debió vencer éste hasta llegar donde estaba Tomoe... Sé que aún no estas convencida, pero puedes leer el diario.

-         Es... imposible... inaudito...

-         Kenshin estaba al borde de la locura cuando conoció a Tomoe. Ella lo rescató y lo hizo la persona que hoy es. Nunca más ha vuelto a matar desde el fin de la guerra, y ha recorrido Japón tratando de ayudar a los desvalidos. Esa es su forma de pagar por las vidas que tomó y el dolor que causó. Es la promesa que le hizo a Tomoe. Ella fue la vaina que encerró la locura de Battousai, y le dio la oportunidad a Kenshin de volver a vivir.

 

< Yo fui la vaina que encerró la locura de Battousai, tú debes ser la vaina que encierre la locura de Enishi. >

 

De pronto las palabras que Tomoe le dijera tiempo atrás cobraban un sentido completo... y extremadamente doloroso. Se sentía un fracaso. Lagrimas silenciosas empezaron a correr sin control por sus mejillas.

 

-         Quince años de dolor. Quince años de soledad. Quince años de tormento... ¿para nada? ¿Por qué, por qué no hicieron algo por él?

-         Logramos tomar el control de las Islas dos años después de que él dejara Japón. Ya no podíamos hacer nada.- dijo Tokio en apenas un susurro, sin poder mirarla a los ojos- Pero ahora, con tu ayuda, podremos...

-         Es tarde... es tarde... Demasiado, demasiado tarde.- por segunda vez en el día sollozaba sin consuelo- Nos... separamos. Hoy. No puedo volver con él. Ya no confía en mí.

-         ¿Qué?

-         ¡Oh, Kami!

-         Dime que sucedió.

-         ¡Te lo dije! ¡Era indigna de estar con una Bestia! No sirve, nunca sirvió para esto. Es solo una arrogante y tonta jovencita, aunque sea una  Yinniyeh. No podía manejar la situación...

-         ¡Hiko! ¡Basta! ¡Eres un desalmado!- Tokio se sentó a lado de la joven y la abrazó, tratando de confortarla- Cuéntame exactamente lo que sucedió.

 

Asiyah enumeró paso a paso lo sucedido desde su llegada a Japón, los planes de Enishi, y como poco a poco su relación fue cambiando y disolviéndose hasta la ruptura de aquella mañana.

 

-         No es Tomoe quien está con él. Es Yumi. Tomoe esta prisionera de Azazel. Shishio se fundió con un demonio llamado Azazel. Él esta tomando el control del Reino de los Demonios, para lanzarlo contra el Reino humano. Y las Venerables de los Clanes del Oeste y del Este están con él. Los únicos que pueden detener sus planes son las Bestias y los Marid. Los Marid prácticamente están extintos. Hace siglos que nadie ve a uno. Y las Bestias... Hajime y Kenshin se volvieron enemigos mortales durante el Bakumatsu. Kenshin mató a muchos hombres que estaban bajo el comando de Hajime, muchos camaradas y amigos. Y destruyó los ideales por los cuales había vivido y luchado. Y ya sabes lo que sucedió con Kenshin y Enishi. Pero Hajime defiende por sobre todo la justicia y el bienestar de Japón, y Enishi fue en contra de ambos. Están usando a Enishi igual que a Tomoe, como carnada, para reunir a las tres Bestias y que se destruyan entre sí.

-         Ahora sí, el Concilio debe escucharme. Ya no hay esperanzas para él. Esta bajo la influencia de los demonios. Es un Destructor. Y debe ser detenido antes de que sea demasiado tarde.- Hiko se levantó y dejó a las mujeres.

-         ¡Hiko! ¡Hiko espera! ¡No! Aún...

-         Ya no te oiré, mujer. Tuviste tu oportunidad. Sólo espero que no sea demasiado tarde y podamos evitar una catástrofe total. Porque si todas las Bestias perecen, ya no hay futuro para nosotros. Y tú, pequeña tonta, tú no eres nada. No pudiste protegerlo, no pudiste defenderlo... No eras la adecuada, no estabas preparada. Pero te encegueció tu soberbia, la oportunidad de tener lo que nunca te correspondió. ¿De verdad creíste que una cosa tan patética como tú merecía a un ser con semejante poder y destino? ¿Por qué no te apartaste y buscaste a la gente de Mongolia? ¿Si de verdad sentías algo más que la ambición de ejercer poder o control sobre la Bestia, porqué lo dejaste? ¿Por qué te rendiste? Eres patética, inservible, lamentable. – Hiko volvió a dirigirse a Tokio-Iré al Concilio, y nadie podrá detenerme. Destruiré a Yukishiro. No hay otra forma. Y nunca la hubo.

 

Había anochecido ya, y Hiko desapareció en las sombras de la calle.

Asiyah sabía que tenía razón, que no había otro camino, que debía ser destruido antes de que despertara, transformado en Destructor. Pero no podía evitar sentir que su corazón y su alma se hicieran añicos.

 

-         Asiyah-san, lamento tener que admitirlo, pero Hiko tiene razón. Si Azazel tiene control sobre Enishi, ya nada podemos hacer para salvarlo... La decisión del Concilio fue que no intervendríamos directamente en su destrucción, pero estoy segura de Hiko tomará las cosas en su mano. Lo siento.- Tokio hizo un silencio- Enishi tiene un libro, un libro que le dieron en Mongolia. Debemos conseguirlo. Debes  dárnoslo. Si nos lo das te prometo que haré lo posible para liberar a Tomoe-san, así al menos estará donde debe. Y seguramente Enishi lo apreciaría.

-         No. Sé que racionalmente su destrucción es lo correcto. Pero no ayudaré ni a que ello ocurra ni a aquellos que van a llevarla a cabo. En nada, ni en lo más mínimo. Lo siento, sería la última traición. Y no voy a hacerlo.

 

Ella también se levantó. Y como Hiko, se perdió en la noche.

A Tokio solo le restaba rezar por un milagro...

 

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Hacía horas que resistía el impulso de salir a buscarla.

 

Quería que todo volviera a ser como antes.

¿Por qué simplemente las cosas no podían ser como antes?

 

Se había hecho la misma pregunta quince años atrás cuando se había arrodillado sobre la nieve cubierta de sangre.

La sangre de Tomoe.

 

Y hoy volvía a peguntarse lo mismo.

 

Y siempre estaba él en el medio. Siempre él era el culpable de que perdiera todo lo que amaba.

 

Él.

 

Tomoe...

 

Y ahora Asiyah.

 

¿Por qué Battousai era mejor que él?

 

¿Porqué ambas mujeres lo habían escogido a él, lo habían protegido, abandonándolo en el proceso?

 

Por fortuna, Tomoe había vuelto a él, aún en la muerte.

 

Tomoe...

 

Ella había tenido razón respecto a Asiyah.

 

Solo que no había querido escucharla.

 

Sencillamente él se había negado a creerle.

 

En principio, porque esa sombra delante de él apenas se comportaba como su dulce y reservada hermana, en parte porque sus palabras se contradecían con lo que había ido sucediendo en los últimos meses.

 

Pero, Tomoe le explicó que siendo Asiyah la que había transmitido sus palabras (y sólo porque hasta que salieron de China ella había podido interferir en su comunicación, ahora que estaban en las Islas no podía usar su magia sin ponerse en peligro), era lógico que ella las deformara a su antojo, sólo para mantenerlo a su servicio, como su siervo.

 

Aún se negaba a aceptar aquello.

Asiyah podía ser difícil, pero siempre lo había respetado, y lo había servido, no al revés.

 

Pero...

 

Le había mentido.

Le había mentido sobre Battousai.

 

Eso era una prueba en su contra.

¿Qué si era cierto que Asiyah  sólo quería su poder como Bestia Mística?

 

Él le había propuesto matrimonio, y ella lo había rechazado, más o menos encubiertamente. Sabía que ella cedería al final, pero sentía que no estaba bien que tuviera que presionar para obtener de ella lo que naturalmente desea toda mujer de un hombre cuando se enamora de verdad.

Tal vez sí había permanecido a su lado por los beneficios que obtendría en el futuro.

Tal vez, ella no sentía por él lo mismo que él se había descubierto sintiendo por ella.

Tal vez...

 

<¡Mierda! >

 

Se maldijo a sí mismo por haberse abierto a las emociones.

 

Ella había sido tan especial con él, preocupándose, protegiéndolo, brindándole todo aquello que había perdido cuando su hermana había dejado Edo.

Por eso había caído tan tontamente por ella. Por eso ella se había metido bajo su piel, se había transformado en el aire que respiraba

 

Ella le había asegurado que la relación de poderes sería desfavorable para ella, ya que ella perdería siglos de vida, y acarrearía con la mitad de las heridas o daños que él recibiera, aunque recibiría la enorme energía de él, mientras él a cambio, podría hacer uso de la mayoría de las habilidades de los Yinn, como transformar la materia, tornarse invisible, abrir portales para viajar, etc.

 

Pero, ¿ y si esto no era así? ¿Y si se terminaba convirtiendo en su esclavo, tal como Tomoe decía?

 

Había tomado la decisión correcta apartándola de su lado.

 

Había admitido que lo había engañado.

¿En cuantas cosas más lo habría hecho?

Después de todo, los Yinn no eran seres confiables, ella misma se lo había advertido.

 

Había sido cruel, deliberadamente cruel con ella. Quería que sintiera el dolor y la decepción que él sentía...

 

Levantó la vista. Tomoe flotaba sonriente, en la esquina del cuarto. Podía verla a través de sus ojos empañados por esas lágrimas que se había negado a dejar salir. Le devolvió la sonrisa.

Mientras Tomoe sonriera, todo saldría bien. Y en cuatro días tendrían su venganza.

 

Lo demás, ya no importaba.

 

-         ‘Neesan...

 

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Se sentó a la entrada de un templo.

Cansada de caminar sin rumbo, necesitaba un lugar tranquilo en donde pensar. Y lo encontró allí.

 

Se sentía vacía, humillada, vencida, destruida.

 

Su vida ya no valía nada.

Aún si los hechiceros fueran enemigos, tenían razón.

 

Ella no valía nada.

Por su arrogancia, por su soberbia, por ocupar el lugar que nunca le había pertenecido, él iba a morir ahora.

Iba a morir.

Él iba a morir.

Por su culpa.

 

Una y otra vez aquellos pensamientos martillaban en su cabeza, cuando vio un par de sombras deslizarse hacia ella.

 

-         ¿Qué tenemos aquí? Una belleza gaijin perdida...

-         ¿Que podemos hacer por ti, lindura?

-         ¿Quieres saber que tan hombres somos en Japón?

-         Nunca probé carne blanca... Será la primera vez.

-         Caballeros, hoy realmente no fue mi mejor día. Si aprecian sus vidas... desaparecerán en los próximos treinta segundos.- Asiyah no necesitaba a dos idiotas molestándola. Pero tal vez si necesitaba descargar su frustración, su dolor, su ira. Si los tontos le daban una excusa, los destrozaría.

-         Vaya, la gaijin habla japonés...

-         Y tiene espíritu

 

El primer hombre palmeó al segundo arrancándole una carcajada...

 

-         Siempre me gustaron las mujeres con espíritu... son más interesantes de domar...

-         Veintiséis, veintisiete...

-         Ven aquí...- el primero de los hombres manoteó la dupatta y se la arrancó, Sus cabellos rojos cayeron en imparable cascada

-         Treinta...

 

Cuando el hombre puso su mano sobre la chiquilla Saitoh Hajime, ex capitán de los Shinsengumi, inspector de la Policía conocido como Fujita Goro, Jefe de la Inteligencia Japonesa, el último Miburo, salió de las sombras.

 

No entendía como Yukishiro había dejado salir a su mujer sin compañía, ni que hacía ésta vagando por las calles de Tokio... Tal vez esperaba contactar a alguien, solo la había seguido después de que Chou le diera los informes sobre las actividades de la gente que residía en Yokohama para atraparla e interrogarla.

 

De pronto comprendió por que no necesitaba acompañantes.

Del bastón que ella llevaba produjo una espada delgada. Con una velocidad digna de Battousai o del Tenken se movió entre los dos idiotas, que obviamente no eran rivales para ella.

Evidentemente, Yukishiro había estado enseñándole.

Indudablemente era una principiante. Pero tenía una velocidad y una intuición para leer los movimientos del atacante, que la convertían en una amenaza potencial.

 

No para él, claro.

 

De todas maneras debía detener aquello. Ella los estaba cortando en pedazos. Y si no terminaba sus ataques, iba a matarlos. No era que no lo merecieran o que finalmente esa no fuera la suerte que correrían.

 

Pero ese era su trabajo.

 

Portar espadas en Japón, si no se era parte del ejército o la policía, era un delito

Ella portaba una espada. Y estaba despedazando a dos ciudadanos japoneses.

Era un crimen y sería castigada por ello.

 

Se adelantó y le dio la voz de alto.

Ella pareció no escucharlo.

 

Bien, le había advertido... Solo la heriría, la necesitaba para que contestara sus preguntas. Ser la compañera de un hombre que había hecho peligrar al Japón no la hacía merecedora de ninguna misericordia, ni siquiera por su sexo.

 

Pero antes de que se pudiera poner en posición, sucedió algo inexplicable.

Uno de los hombres estaba ya evidentemente muerto, pero de pronto, el otro pareció ser izado por los aires y sostenido allí por alguna clase de mano invisible. La chica sacó algo de entre sus ropas, sopló y decenas de insectos volaron sobre el cadáver y el hombre en el aire.

 

Nunca nada lo había paralizado. Siempre había reaccionado rápida, lógicamente.

 

Pero ver como dos hombres eran comidos por un enjambre de insectos salidos de un bolsillo, hasta los huesos, en segundos, uno de ellos aún vivo, aquello había superado todo lo que conocía...

 

-         Bien... Vuelvan a casa con mami... – dijo la joven, con un tono jocoso en la voz, un tono que erizaba los cabellos.

 

El enjambre la obedeció. Regresaron a ella, a una figurilla[3] en su mano, y desaparecieron allí. Ella volvió a guardar la figura entre sus ropas

 

-         Lobo... No pierdas el tiempo conmigo... Vuelve con tu ama, y dile que no tendrá el libro. Ahora déjame en paz. ¿No pueden tener un poco de piedad? Sé que quieren aprovecharse de mí ahora que estoy débil. Pero no los dejaré. Vuelve con tu ama. Sabes que no eres rival para mí.- La mujercita sabía que estaba allí, y ni siquiera se dignaba a darse la vuelta y hablarle cara a cara

-         No sé  sobre que estas hablando, mujer, pero vas acompañarme ahora.- seguramente estaba drogada, por eso tantas incoherencias- Por las buenas o por las malas. Mataste a esos dos bastardos, estas armada ilegalmente y eres la amante de un traficante de armas que complotó contra el gobierno.

 

Asiyah giró y por primera vez, cruzaron miradas. Por un instante, Fujita Goro volvió a ser Saitoh Hajime, en medio de las calles salvajes y peligrosas del Kyoto del Bakumatsu enfrentado a los ojos que lo habían obsesionado en aquel entonces.

 

Ojos dorados.

 

Helados, mortales, asesinos.

Ojos de un demonio. Los ojos que eran su propio reflejo.

 

Y niebla roja flotando a su alrededor

 

Los ojos de Hitokiri Battousai. El cabello de Hitokiri Battousai.

¿Quién era aquella mujer?

Tenía que saberlo, llegar al final.

 

Y antes de que pudiera reaccionar, la extraña mujer de Yukishiro Enishi se desvaneció en el aire, delante de sus propios ojos.

 

-         No sabes lo afortunado que eres.- la voz le llegaba de algún sitio muy cercano. Sentía su ki, pero no podía ubicarla, se movía demasiado rápido a su alrededor- Aprecia a tu ama, aprecia a la mujer que te protege y no te abandona. Aprecia a aquella compañera que te fue regalada. Aprecia a  Tokio, Hajime. Porque no todos Uds. fueron bendecidos con tu gracia. Y por ello, pronto uno de Uds. pagará el precio.

 

Luego silencio. Y su presencia, también desapareció.

 

Pero los huesos de los infelices seguían allí. No había sido un sueño.

 

-         ¿Dónde está? - se preguntó a sí mismo mientras seguía buscándola, sin poder aceptar que se le hubiese escabullido entre los dedos- ¿De qué rayos hablaba?¿De que rayos....? ¿Cómo sabía de Tokio...?[4]

 

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Tokio sólo le había dicho que el diario de Tomoe estaba en un templo, en Kyoto, sin más detalles.

No le cabía duda cual templo era: debía ser el que estaba a la entrada del cementerio donde su cuerpo yacía.

Antes de tomar la última decisión quería estar absolutamente segura. Y una vez más, de dirigió a Kyoto.

 

Una vez dentro del lugar, usó un hechizo dentro del Templo y halló fácilmente el diario.

 

Durante horas, hasta el amanecer, recorrió las páginas prolijamente escritas en una impecable caligrafía.

Y lo que encontró allí le estrujó el corazón.

 

Las cosas que Tokio le había revelado eran verdad. Todas y cada una de ellas.

 

Realmente Hiko-sensei tenía razón sobre ella.

 

Era una criatura patética.

Una verdadera consorte se hubiese dado cuenta de lo que ocurría. Una verdadera consorte, alguien preparado para ello, habría protegido a la Bestia. Nunca hubiesen podido dañarla o influenciarla. Una verdadera consorte habría sabido como contrarrestar los ataques de los enemigos. Y sobre todo, una verdadera consorte se habría quedado hasta el final, habría dado su vida por la Bestia... y nunca lo hubiese abandonado.

 

El sonido de pasos acercándose la arrancó de sus pensamientos.

Un monje, y una pareja se acercaban hacia el lugar donde ella se encontraba. Dejó el diario en su sitio y se ocultó a la vista de los humanos.

 

-         Debemos apurarnos Aoshi-sama, y entregar el diario a tiempo. Kaoru decía en la nota que era urgente. Aún si tomamos el vapor desde Osaka tardaremos por lo menos tres días, no llegaremos antes de que loco maniático ataque el dojo.- una jovencita, vestida de una manera llamativamente inmodesta hablaba con un hombre vertiginosamente alto, enfundado en una especie de impermeable, un hombre de expresión y ojos tan helados que daba escalofríos.

-         Misao, haremos todo lo posible para llegar a tiempo al Dojo Kamiya. Cálmate. Además, Himura Battousai podrá manejar la situación. Es el más fuerte.

-         Si lo que Kaoru cuenta en la nota es cierto, a ese tipo no le alcanzará la vida para lamentar lo que esta haciéndoles. ¡Y realmente yo también quiero patearle el trasero a ese desgraciado!

-         Aquí esta el diario.- dijo finalmente el monje, entregándoselo al hombre alto- Espero que realmente sea de utilidad. Si no fuera porque el Abad escribió una nota apoyando su pedido y por la historia que nos contó, jamás hubiese permitido que saliese de aquí. El hombre que nos lo entregó era un alma atormentada, y deseaba que aquella que había escrito estas hojas descansara en paz. Siempre los recordamos a ambos en nuestras oraciones.

-         Misao... - El hombre alto hizo un gesto a la jovencita, que con un gesto de aprobación, se puso en guardia.

 

La habían sentido. Seguramente él era otro espadachín. Momento de desparecer. Al menos aquellas personas pensaban darle el diario a Enishi. Solo que tal vez nunca llegaran a tiempo.

 

La mención de Battousai y el Dojo Kamiya le heló la sangre en las venas. Eran amigos de Battousai... no, de Kenshin. Tokio, Hiko, la propia Tomoe lo habían llamado así.

 

Tokio, Hiko, Tomoe, la gente del Dojo Kamiya, y ahora estos dos... A pesar de todo su pasado, Kenshin tenía amigos. Amigos que venían en su ayuda en tiempos de necesidad.

 

Realmente era patética.

 

Enishi sólo la tenía a ella. Y ella lo había dejado solo.

 

Vivir así no tenía sentido.

Solo le restaba una cosa por hacer.

Y la haría.

 



[1] Al igual que Azazel, nombre de demonios míticos.

[2] El Infierno tiene siete planos o niveles de acuerdo a la intensidad del castigo de sus habitantes.

[3] Una figura de un escarabajo sagrado egipcio

[4] No se sorprende de que sepa su nombre porque se supone que Enishi tiene una red de informantes que seguramente tienen acceso a ese dato. Pero la existencia de Tokio es una especie de ‘secreto de Estado’ para él, una posible debilidad a ocultar de los enemigos. Sólo se enteran Kenshin y Misao de forma casual durante la Saga de Tokio.