Ya saben, lo de siempre : Rorouni Kenshin NO es mío,
ni tengo Ningún deecho sobre los personajes de Watsuki-sama.
Asiyah, Mei Lin, Huen, Xian, etc, es decir quienes nacieron de mi pluma, sin
embargo sí son de mi propiedad...
ATENCIÓN. En este capítulo HAY VIOLENCIA EXPLICITA,
y EXTREMA, algunas cosas están sugeridas, otras como ya señalé son imágenes muy
graficas, que pueden ofender la sensibilidad de algunos. Quedan advertidos.
Nota: Hice una leve corrección al capítulo 14,
Enishi y Asiyah acuerdan en que ella no saldrá nuevamente de cacería NOCTURNA.
Ella no se compromete a no salir de día...
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Estaban tan inconscientes del peligro que corrían que casi le daban
lástima...
Casi.
Por fin había llegado el día.
Dio un paso hacia delante, deteniéndose en el umbral.
Carraspeó para llamar la atención de la jovencita y el muchachito que
parecían enfrascados en una de sus muchas discusiones inconsecuentes.
Finalmente, la chica giró y notó su presencia.
-
Ah... Discúlpeme... Se me ha informado que este es el dojo donde reside
Himura Battousai. Mi nombre es Fujita, acabo de ser asignado a esta ciudad. El
Jefe me habló acerca de Himura.
-
Desgraciadamente, Kenshin no se encuentra aquí en este momento, pero...
-
¡Oh, pero que lástima! La verdad es que aunque no lo hemos podido confirmar,
hemos recibido informes acerca de que Himura se ha convertido en el blanco de
una pandilla de rufianes. ¿Le molestaría que lo esperase aquí?
-
No hay problema... excepto que tal vez él puede demorarse. Pero si a
Ud. no le molesta esperar...
-
Por supuesto que no.[i]
Sonrió para sus adentros. Qué estúpidamente confiados... La sola
mención del nombre del Jefe había bastado para que la muchacha dejara toda precaución o sospecha de lado.
Battousai se había vuelto demasiado débil. Ya ni siquiera seguía las
reglas del juego.
Y los que lo rodeaban, tarde o temprano, pagarían por su error.
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Las heridas no eran graves. Sanarían en un par de días.
Pero apuraba su marcha hacia su hogar.
El aire olía a sangre, a desastre inminente.
Otra vez el pasado.
Otra vez...
¿Hasta cuando? ¿Cuándo dejaría de cazarlo ese maldito pasado?
Cuando las pesadillas cesaron, sintió alivio.
El encuentro con la mujer de ojos dorados lo había sumido en un extraño
estado, había algo que se le escapaba de aquello. Algo importante, pero que no
sabía que era. Y no se trataba del pasado, ni del presente... tal vez, ni
siquiera del futuro.
Tenía que ver con él, con su propia naturaleza. Pero no alcanzaba a
entender el significado de esa certeza que se le había presentado, sin razón
alguna.
Luego, como si se tratase de un presentimiento, Saitoh Hajime, su
antiguo enemigo de los Shinsengumi, se presentó en sus sueños, tan vívidamente
como si estuviesen aún en las calles de Kyoto, diez años atrás.
Y este se había presentado efectivamente y en persona en el dojo donde
él estaba viviendo, casi matando a su amigo Sano, y destruyendo una parte del
edificio en el proceso.
Ahora, había sido enviado a una trampa por su antiguo rival, una trampa
con un cobarde inservible, Akamatsu.
Esperaba que su familia, la gente del Dojo Kamiya, estuviera a salvo.
Porque de no ser así... cazaría al Lobo de Mibu y se haría una alfombra
con su piel.
Por un instante, los fieros ojos dorados del Hitokiri reemplazaron a
las inocentes pupilas violeta del
vagabundo.
Pero sólo por un instante.
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El frío contacto sobre su piel la despertó.
Era ella otra vez, la triste Dama de Blanco, Yukishiro Tomoe.
Finalmente, después de la charla con Enishi, siguió su plan original, y
se acostó a descansar. El aún no la acompañaba en el lecho.
Ahora, el fantasma de su cuñada deseaba también hablar con ella...
Digno broche de oro para finalizar un día agitado, se dijo a sí misma con
sorna.
-
Pensé que estarías con tu hermano... Te he visto rondar sobre él mucho
últimamente.
-
Ah... Sólo compensaba los días en que Shishio merodeaba por este lugar.
-
Bien... Estás aquí, así que supongo que tendrás algo para decirme.
-
Así es... Asiyah, no estoy feliz con lo que sucede alrededor de mi
hermano.
-
Somos dos.
-
Aún no te has figurado lo que en verdad está sucediendo. Y lo que se
avecina para Enishi. Y eso me preocupa. Tampoco estoy feliz con tus acciones.
-
A esta altura, sabrás que los Yinn somos seres poco delicados con los
humanos. Lo siento, pero no puedo dejar de ser lo que soy.- se defendió
-
Supongo que te llevará años apreciarnos.
-
Es poco probable que eso suceda alguna vez... Sin embargo, creo que tu
visita poco tiene que ver con mi afición futura por tu raza. Me decías que
estabas preocupada porque aún no he descubierto... ¿qué se supone que debo
descubrir?
-
La verdad detrás de mi muerte. La verdad detrás de mi vida, detrás de
la vida de Enishi, detrás de la vida de Kenshin.
-
¿Quién es Kenshin?
-
Mi esposo. O el que lo fuera mientras yo vivía.
-
¿Battousai?
-
No lo llames así.- Tomoe desvió su mirada- Él es... Kenshin. Asiyah,
debes apresurarte y hallar la verdad. Si no lo haces, Enishi será destruido.
-
Sería mucho más fácil si tú me dijeses todo lo que pareces saber.
-
¿Crees que si estuviese en mi mano no lo haría? ¿Crees que dejaría que
mi hermano siguiese sufriendo como lo ha estado haciendo los pasados quince
años? Asiyah, he visto todo, todo lo que ha hecho, todo lo que le han hecho,
como poco a poco él mismo ha ido destruyendo al hermoso niño que crié como un
hijo, como ha perdido su dulzura, su bondad, su corazón, sus sentimientos.
Siempre fue un chico difícil, pero no había maldad en él, solo era cuestión de
saber acercársele. Hoy, hoy siento que casi lo he perdido. Por eso me alegré
tanto cuando tú apareciste... Temía que nunca sobreviviría para llegar a
hallarte. Pero lo logró. No creas que tú lo encontraste por casualidad. No hubo
nada de casual en esa reunión. Mira tu nombre, mira el de él.
Asiyah pensó por un instante. Ella se llamaba de la misma manera que la
esposa de Faraón, aquella que había rescatado a Moisés de las aguas. Y de
hecho, su nombre significaba en árabe “aquella que atiende y cura a los
debilitados”. No había rescatado a Enishi de las aguas, sino del desierto. Y lo
había curado cuando se hallaba débil.
Por otra parte, el nombre de Enishi quería decir “encuentro
predestinado”, “destino”, entre algunas
otras cosas.
Un escalofrío la recorrió. Simplemente, no había tomado en cuenta aquel
asunto.
-
Ya veo... - murmuró Asiyah, aún sopesando las implicaciones de las
palabras de Tomoe.
-
Asiyah, pretenden destruirlo. Ya casi lo han logrado. Si no hubieras
aparecido, su éxito hubiese sido completo. Él esta recorriendo el camino de
regreso hacia su verdadera naturaleza, al comenzar a sentir nuevamente. Tú eres
la causa de ese cambio, pero si no te das cuenta de cual es camino a seguir y
comienzas a seguirlo junto con él, ellos triunfarán.
-
¿Quiénes son ellos?
-
No puedo decírtelo. Debes descubrirlo tú misma. Debes detener sus
planes.- hizo una pausa y Asiyah sintió que de no haber sido un fantasma su
mirada la hubiera perforado en aquel instante-
Tú no has salvado a Enishi aún. Ni has curado sus heridas. Te toca aún
la parte más difícil. Es tu destino. Y él, el tuyo. Yo fui la vaina que encerró
la locura de Battousai, tú debes ser la vaina que encierre la locura de Enishi.
-
¿Por qué no le has dicho estas cosas a él?
-
Oh, créeme que lo he intentado... Llevo quince años tratando de que escuche.
Pero él sólo ve de mí aquello que desea ver. – Tomoe hizo una pausa nuevamente,
y Asiyah notó que su forma comenzaba lentamente a desvanecerse- Mi tiempo
contigo se acaba por ahora. Sólo te diré que debes reunir las piezas del
rompecabezas y rápido. Pero no puedes hacerlo sola. Recibirás ayudas
inesperadas en este camino, ayudas aún de quienes crees hoy que son tus
enemigos. Búscalas y acéptalas cuando llegue el momento. También sentirás la
traición de quienes crees que son respetables e intachables, aún cuando no
coincides con ellos. Cuídate de todos y no juzgues sobre la base de lo que
crees seguro e inamovible. Todo puede ser exactamente al revés de cómo te lo
figuras. Y algo más. Necesitarás varios objetos para lograr tu cometido. El
primero lo hallarás en la casa del hechicero llamado Huen. Es una espada. Debes
tomarla, y conservarla, pues te servirá de protección en el futuro. Pídele a
Enishi que te enseñe a usarla, pero no le digas de donde la obtuviste. Es una
espada mágica, muy, muy antigua y solo
tú podrás manejarla, al menos por ahora. Pero Huen es extremadamente poderoso.
Por eso no pudiste notar su presencia. Se ha ocultado de ti desde que entraste
a Shanghai. Sabía que tarde o temprano irías por él. Escuché tu charla con
Enishi. No debes permitir que los humanos salgan dañados. Debes ocuparte de
esto personalmente
-
Pero sabes que dí mi palabra...
-
Esta será la última vez, y no será necesario que nadie más se involucre
luego. Si los hombres de Enishi se hacen cargo, ninguno de ellos regresará
vivo, y seguramente, Huen destruirá o esconderá la espada y la perderás para
siempre.
Tomoe se acercó a ella y con un dedo
que apenas se veía ya, le tocó la frente. Una imagen clara como el
cristal le llegó. Supo exactamente donde se hallaba el lugar.
-
Luego tendrás que ir al Norte, a la gente de tu raza. Debes obtener el
libro que esconden. Cuando tengas ambos objetos, la ayuda vendrá hacia ti.
Siguió mirando el lugar donde Tomoe había estado por un largo rato, preguntándose que tan grande era el lío en el que se hallaba metida, hasta que Enishi apareció abriendo la puerta y provocándole un sobresalto.
-
Pensé que estabas durmiendo.- él la miró con detenimiento,
entrecerrando los ojos. El sobresalto de ella le parecía muy sospechoso- No
habrás estado paseando, ¿verdad? Me diste tu palabra.
-
Estuve todo el tiempo aquí. Puedes preguntarle a tu perra guardiana.
Enishi sonrió haciendo un mohín. Sabía que era quimérico pensar que
Asiyah no estuviera al tanto de la vigilancia de Mei Lin.
Lo que ella no sabía es que ahora había dado órdenes expresas de que la
siguieran en donde fuese vista, y a la hora que fuese y le comunicasen
inmediatamente si pretendía abandonar la mansión.
No había manera de que saliese de la casa sin que él lo supiese, pero
aún si lo lograba... estarían esperándola dentro de la ciudad.
Y además, ella había prometido no usar su magia sobre él, así que era
imposible que saliera de la habitación sin que él estuviese al tanto.
Por otra parte, no iba a dormirse hasta que ella lo estuviese primero.
Aunque debiera pasar los próximos días sin pegar una pestaña... o fuese
necesario drogarla para poder hacerlo.
Se acostó a su lado.
El delicioso aroma a violetas invadió sus sentidos. La tersa piel de
sus senos que asomaba por el amplio escote de su ropa de cama parecía llamarlo
con su blancura refulgente.
La deseaba, y mucho, pues los días con Shishio alrededor habían
obligado a Asiyah a reservar sus energías, reduciendo sensiblemente sus
actividades amorosas, pero sabía perfectamente que si le hacía el amor,
inevitablemente se dormiría con mucha facilidad.
Y aunque confiaba en que ella respetaría su acuerdo, era prudente no
correr riesgos.
Frustrado y malhumorado, se revolvió en el lecho.
Asiyah, esperó a que su respiración se hiciera regular y pausada. Luego
se inclinó ligeramente sobre él, para comprobar si en verdad se había dormido.
-
Sigo despierto, si eso es lo que quieres saber.
La voz
irritada de Enishi le indicó que no sería una tarea fácil salir de la casa
aquella noche.
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Cuando la vio esperándolo parada en la puerta del dojo, con la cara llena de ansiedad, supo que había problemas.
-
¡Kenshin!
-
Kaoru-dono...
-
¡Estábamos preocupados! ¡Oh, estas herido! ¡Marcas de cadenas! - ella
hizo una larga pausa- No estuviste haciendo cosas extrañas por ahí afuera,
¿verdad?
-
¿Q-qué?
-
De todas maneras, hay alguien que esta detrás de ti. Será mejor que
evites salir por un tiempo.
-
Kaoru-dono... ¿Dónde escuchó ...?
-
La policía. El Jefe envió a alguien para advertirte- Kaoru lo llevó
hacia el interior- Él es el inspector asistente de la Policía
Metropolitana, el señor Fujita Goro.
-
Es evidente por tu condición que Akamatsu te dio problemas. En verdad
te debilitaste...[ii]
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El lobo y el dragón luchaban ferozmente. Alternativamente, recuperaban su forma humana delante de sus ojos y cuando lo hacían las garras y los colmillos eran reemplazados por afiladas espadas.
Reconocía al dragón perfectamente. Era el Yinn de sus pesadillas. Ambas criaturas tenían ojos dorados, que refulgían en la oscuridad de la escena.
El lobo había herido al dragón-Yinn bastante severamente, pero en vez de debilitarlo, parecía haberlo fortalecido. De hecho, después de haber sido herido, el dragón había conectado devastadores golpes sobre su adversario, que colocaron a este en una posición tan maltrecha casi como la del dragón-yinn.
La velocidad de la acción era casi irreal. No hubiese sido sorprendente en un Yinn completamente adulto, pero éste no lo era, y también las habilidades de su contrincante eran notables.
Golpes que conectaban, otros que eran esquivados milimétricamente, giros, medios giros, saltos y casi vuelos en el aire, todo era ejecutado con mortal maestría...
Y no podía dejar de mirar aquella danza sangrienta se desarrollaba ante ella fascinada
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Los ojos del Lobo de Mibu refulgían llenos de ira y odio, mientras se levantaba trabajosamente.
-
Solo estaba tratando de probar tu fuerza... Pero he cambiado de idea...
ahora te mataré
-
Debes estar soñando- dijo el pelirrojo, con un tono helado, pero
cargado de sorna- Yo soy el que debería decir eso.
La joven estaba en el suelo,
casi ahogada en su propia desesperación. No podía creer lo que pasaba ante sus
ojos. Su amable, dulce vagabundo se había transformado en pocos minutos en un
verdadero monstruo sediento de sangre. Un monstruo poderoso, fascinante, pero
monstruo al fin.
Un nuevo intercambio de
golpes... y la punta de la espada de Saitoh se incrustó en la pared del dojo
-
La próxima vez, lo que volará será tu cabeza.
-
¡Bastardo! No importa, ejecutaré el gatotsu aún con mi espada rota
-
Ya veo... Los Shinsengumi no saben cuando retirarse
-
La primera regla del Shinsengumi era no desviarse del camino del
guerrero. Un guerrero no conoce la retirada frente al enemigo[iii].
Battousai desvió la espada de su adversario con un golpe de su puño
izquierdo. Saitoh quedó expuesto al golpe mortal de la espada de Battousai. El
Lobo de Mibu estaba indefenso, a merced del Hitokiri
-
Así que los Shinsengumi eligen el honor sobre la vida... Bueno, por mí
eso esta bien...
De pronto, como un rayo, el cinturón del uniforme de Saitoh, desarmó a
Battousai, mientras con un veloz movimiento lo aprisionaba con la chaqueta del
mismo uniforme, intentando ahorcarlo. Los papeles se habían invertido, ya que
el mayor tamaño y fuerza muscular de Saitoh le auguraban la victoria.
Sin embargo Battousai se repuso inesperadamente y se deshizo de la mortal trampa de su enemigo, golpeándolo con
la funda de su espada en el mentón, con tal fuerza que éste debió soltarlo.
Otra vez estaban cara a cara...
Y ese choque sería el final de la larga batalla que hacía diez años esperaba su conclusión...
-
¡Basta!
Y el mundo pareció
congelarse en aquel instante
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Otra
vez los sueños...
Finalmente,
el cansancio ganó la partida y terminó durmiéndose antes que Enishi.
A la
postre, él había vencido, porque cuando sus caricias y besos exigentes la
despertaron, el sol ya se encontraba alto en el cielo.
Bien...
si no podía usar las sombras de la noche como sus aliadas, tendría que actuar
de día... aunque fuese mucho más difícil y riesgoso.
Aprovechó
la llegada de algunos lugartenientes de Enishi con los cuales éste se reunió
inmediatamente después de su arribo, para dirigirse a las caballerizas. Tenía
que aprovechar ese momento de distracción.
Hizo
ensillar su caballo favorito, un maravilloso ejemplar de salto, y como solía
hacer varias veces a la semana, inició una cabalgata por los jardines de la
residencia.
Hasta
allí, todo parecía rutinario, nada fuera de lo habitual.
Todo
cambió cuando se dirigió hacia los límites de la finca, los más cercanos al
camino.
La
cerca era alta, pero sin dudas, su caballo lo lograría, aunque seguramente necesitaría
tal vez un poco de ayuda.
No
podía arriesgarse a usar la magia de manera evidente a plena luz del día en un
lugar con tantos humanos a la vista. Pero, si no era tan evidente...
Calculó
la distancia, hizo caracolear al impetuoso potro... y lo lanzó toda carrera hacia la cerca. Como esperaba,
el animal necesitó ayuda, aunque por suerte, inició el salto, sin acobardarse
ante el obstáculo, como temía que pudiese suceder.
<Ahora,
rumbo a la ciudad > pensó mientras mantenía al animal a todo galope.
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Era
simplemente imposible...
¿Cómo
había logrado que el animal saltase semejante altura?
El
asombro y la rabia aún la tenían temblando.
Mei Lin
corrió hacia las caballerizas y tomó un
animal para ella misma.
No
había tiempo para avisar al amo. Si lo hacía, perdería nuevamente a la joven...
y esta vez no se le escaparía.
Partió
a toda velocidad, usando la entrada principal a la residencia. Ella no se
arriesgaría. No era tan buena jinete como la mujer del amo...
No le
costó descubrir su rastro. Se dirigía a la ciudad.
Decidió
utilizar un atajo, para alcanzarla antes de que entrara a ésta y poder seguirla
con facilidad.
Esta
vez, la tenía.
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Localizó
la casa de Huen sin problemas. Casi parecía tener un rastro de migajas
invisibles que la conducían allí.
Fue la
primera señal de que enfrentaría dificultades
No
tenía caso esconderse.
Así
como ella era capaz de sentir su presencia, él sentía la suya.
Seguramente
la esperaba.
La
enorme verja de hierro estaba abierta, así como la puerta de entrada de la
casona, confirmando su impresión.
El
sitio era diferente a los que había visitado hasta el momento.
No era
una típica tienda de adivinos o vendedores de pociones. Tampoco la casucha inmunda
de un hechicero nigromante.
Era una
vivienda grande y lujosa, en varios aspectos similar a la que ella habitaba,
pero estaba discretamente oculta tras una alta cerca y un poblado jardín, así que desde la entrada era
imposible verla.
Definitivamente,
su dueño era un hechicero poderoso, que no necesitaba utilizar la pantalla de
las herboristerías o los baratos talismanes para el amor para esconder su
verdadera profesión y el alcance de sus poderes. Seguramente atendería a
personajes encumbrados... si es que en realidad necesitaba de ellos, lo cual
Asiyah dudaba.
Muy
pronto descubrió que la casa estaba llena de trampas.
No era
extraño que fuese tan fácil penetrar en ella. Lo difícil, sin duda, era salir
en una pieza...
Asiyah
tomó, por primera vez desde que se encontraba en el reino de los humanos, la
verdadera forma de los Yinn. Su cuerpo
se tornó energía pura y un aura de fuego la envolvió. Para evitar las trampas y
enfrentar a Huen era más seguro tornar a su apariencia original.
-
¡Ah!
¡Qué magnífica! Nunca había visto a una de las tuyas en persona... Será un
placer tenerte... Ah... Ya imagino cuanto gozaré de ti...
-
Suenas
demasiado confiado para ser el patético insecto que en verdad eres... humano.-
le escupió las palabras con desprecio ante aquella insolencia
Se encontró cara a cara con lo que en
apariencia era un risueño jovencito de no más de quince años, aunque sabía que
alguien con ese poder debía pasar holgadamente el siglo de vida. Llevaba el
largo cabello negro suelto sobre los hombros y lucía una rica vestimenta talar,
de seda roja tornasolada, bordada con dragones dorados. Extrañamente, estos
dragones parecían moverse dentro de la tela. Su rostro era extremada,
engañadoramente agradable, pero sus ojos rasgados revelaban una mirada fría y escalofriantemente
cruel. Sus manos, recogidas sobre su regazo, lucían larguísimas uñas, casi como
garras, algunas de las cuales estaban cubiertas por fastuosas fundas de oro, al
estilo de los nobles mandarines.
Por supuesto, normalmente, ni aún un poderoso hechicero sería capaz de enfrentarla, pero tenía el presentimiento de que éste le haría pasar un rato muy desagradable antes de conseguir lo que venía a buscar.
- ¿Comenzamos, pequeña?
-
Cuando quieras...
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Entró a la extraña casa, y la siguió paso por paso. El lugar parecía lleno de trampas, pero considerando que tal vez ellos esperaban que la mujercita fuese seguida, imaginó aquello como medida de protección contra su jefe y los hombres de este. De nada les servirían cuando él viniese por ellos.
Como sospechaba, la pequeña ramera acababa de encontrase con su amante.
Ella aparecía oculta tras un muchachito vestido de riquísima seda, fundas de oro cubriendo sus dedos como los nobles hacían. Seguramente ropas y oro provistos por ella con el dinero del amo...
<Estúpida ingrata >, pensó < ¡Cuantas mujeres mejores que tú darían todo por poder estar con el amo Yukishiro en un lugar menos elevado que en él te tiene a ti!>
No podía creer la idiotez de aquella mujercita. ¿Cómo podía pensar que semejante traición no iba a ser notada por el amo? ¿Acaso no imaginaba lo que le esperaba cuando él supiera? ¿Era tan tonta para pensar que ella lo tenía tan cautivo en sus redes que podría engañarlo o escapar a su ira?
Nunca se debía jugar con un hombre, porque los celos podían ser mortales. Pero cuando ese hombre era además tal vez uno de los más violentos y terribles jefes de las Tríadas, entonces una traición sobre él era simplemente un suicidio.
Posiblemente, él no la mataría. Simplemente, después de torturarla por largo rato y tal vez entregarla a sus hombres, la vendería a algún burdel del interior o de algún puerto, los de más baja catadura, hogar de las más desdichadas de las mujeres explotadas en el tráfico de cuerpos. Allí la harían adicta al opio, para que no pudiese escapar, y pasaría de mano en mano, usada por decenas de hombres cada día, hasta convertirse en un despojo humano, que terminaría siendo echado a las calles. Sus días acabarían convirtiéndose en comida para los mendigos... Una suerte peor que la muerte misericordiosa y rápida por la espada, la cuerda o el veneno, muerte por la que terminaría clamando... y nunca le sería dada.
Había oído de mujeres que habían acabado así sus días por crímenes mucho menores que el que esa mujerzuela estaba cometiendo.
<Un buen castigo para una traidora... >
Miró al muchachito con asco. Tampoco él saldría bien librado...
Ahora los tenía a ambos. Se adelantó y atacó.
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En el momento en que comenzaron la lucha, una sombra apareció detrás de Huen. Sin siquiera darse vuelta, y con un simple movimiento de su mano, éste envió al intruso con violencia contra la pared opuesta, y la forma cayó con un espantoso sonido a huesos rotos casi a sus pies.
- No esperaba que estuvieras tan desperada como para tratar un movimiento tan estúpido como intentar distraerme con un ataque secundario de tu ayudante...
< No puedo creerlo... La estúpida vieja no solo me siguió, sino que se metió a la cueva del lobo... ¡Oh, Dios!, Ahora sí estamos en problemas... >, se dijo al descubrir que el atacante de Huen no era otra que la vieja cancerbera de Enishi, Mei Lin.
No tenía ningún afecto por la anciana, pero sabía que era confiable y eficiente, y Enishi no estaría feliz de perderla, sobre todo teniendo en cuenta que, aunque técnicamente no estaba rompiendo su promesa, si lo hacía en la práctica.
Mei Lin
no alcanzaba a comprender lo que pasaba a su alrededor ni lo que veían sus
ojos. Esperaba haber sorprendido a dos amantes traidores en el momento de su
íntima reunión, cuando sin entender como y sin haber sido tocada por mano
alguna su cuerpo había sido estrellado contra la pared.
No
podía moverse casi, seguramente tenía varias costillas rotas, y el dolor había
entumecido todo su cuerpo. Ahora miraba directamente en los ojos de la mujer
del amo, unos ojos terribles, como nunca antes había visto.
Los
ojos refulgentes de un demonio. No podía ser otra cosa que un demonio, rodeado todo
su cuerpo por un halo de fuego.
-
Bien,
vieja bruja, en buen lío nos has metido- dijo Asiyah repeliendo los ataques de
Huen y contraatacando a su vez.
-
¡Oh,
eso dolió!- dijo el joven riendo- ¿Qué tiene de malo ser viejo? ¿O ser brujo?
-
Mei
Lin, arreglaremos cuentas cuando salgamos de aquí, pero ahora quédate tras de
mí, si quieres seguir viva.
-
¡Oh,
pero tú sabes que no tiene oportunidad! De todas maneras, no puede salir de
aquí, y acabaré con ella en cuanto te tenga a ti.
-
¿Sigues
alardeando, insecto?
-
¿Alardeando?
El hechicero rió y pronunció unas palabras.
Asiyah reconoció inmediatamente el lenguaje. Una lengua antigua, maldita y
prohibida, de seres que su pueblo había vencido milenios atrás, no sin antes
perecer por cientos de miles en sus manos.
Y se dio cuenta con horror de que acababa de
ser capturada. Un lazo invisible la mantenía inmovilizada, a merced completa
del hechicero, y su cuerpo regresó sin que pudiera hacer nada para evitarlo, a
la más débil y vulnerable forma humana.
-
Te
lo dije... eres mía... Por supuesto, tendré que domesticarte un poco antes de
poder disfrutar de ti
-
¿Cómo...?
-
Ah...
sí... Uds. creyeron que la lengua se había perdido, que solo algunos de entre
Uds. conocían pocas palabras sueltas... Ah..¡ Qué equivocados! Ciertas ancianas
que vivieron aquellos días la recuerdan perfectamente. Y me la enseñaron,
porque sabían que vendrías por la espada...
-
Ahora
que me tienes, maldito, no te importará decirme quienes te ayudaron y porqué
sucede esto.
Asiyah miró a la anciana. Mei Lin parecía
demasiado herida para ayudarla. Y Huen lo sabía, por eso no se había molestado
en acabarla aún. Seguramente, él se tomaría su tiempo para eso, pensó ella,
sintiendo lástima por lo que ese hombre seguramente le haría a la vieja mujer.
-
Ah...
Eres más lenta de lo que esperaba para figurarte las cosas... No te diré
quienes me ordenaron esperarte y tenderte esta trampa, porque tendrás el placer
de verlas relativamente pronto, después de que me divierta un poco contigo.
Luego de que las veas, ellas me prometieron que podría quedarme contigo todo el
tiempo que deseara... Ah... tengo tantas ideas interesantes... Sobre todo
después de ver lo que les hiciste a mis colegas... No te vendrá mal aprender un
poco de... disciplina. En cuanto al por qué... Después de tantos milenios de
dejar a los humanos sobre la tierra ¿Qué han hecho con ella? Es hora de
librarse de una especie tan dañina... excepto de algunos fieles ayudantes como
yo, claro está, y conquistar toda la tierra, ¡demonios y Yinn unidos por
primera vez en más de diez milenios!
-
¿Pero
qué tenemos que ver Enishi y yo en todo esto? ¿Y por qué mencionas a los Yinn?
Ellos jamás se unirían los demonios
-
¡Pequeña
tonta! ¡ Bienvenida al mundo real! Ninguna de las tres bestias místicas que
caminan la Tierra en esta parte del mundo debe despertar para convertirse en
Protector, y en eso están de acuerdo Yinn y demonios. Este plan ha surgido
desde el nacimiento de estos seres. Al principio, se les dieron vidas duras, se
les abandonó a su suerte y sin familia, esperando que la crueldad de los
humanos los matase. Tú sabes, matarlos directamente hubiera producido un
desastre en nuestros reinos... Además de despertar la maldición sobre todos los
responsables. Nadie deseaba arriesgarse... Cuando eso no funcionó, se los reunió
con eventos que los hicieron odiarse entre sí tanto que jamás podrán unirse
bajo el mismo estandarte para enfrentarnos. Su destino está echado. Ni tu
tigre, Enishi, ni el Lobo ni el hombre mitad Dragón mitad Yinn sobrevivirán
hasta el próximo otoño. Se matarán entre sí. Debiste haber dejado morir a tu
hombre en el desierto... Su final hubiera sido menos doloroso... Debiste haber
escuchado... debiste haber obedecido... Ahora orgullosa Yinniyeh, verás morir
al hombre que amas y serás mi esclava, y me satisfarás en cada cosa que yo
desee y te ordene que me hagas cada noche de cada día por el tiempo que yo
desee, y eso será lo último que él vea y sepa antes de morir. Yo me aseguraré
que así sea...
Asiyah
se retorció furiosa al escuchar sus palabras y gruñó como un animal rabioso
ante el pensamiento. Sus ojos dorados refulgían con una ira helada,
destructiva, arrasadora. Si ella hubiese estado libre en ese instante, se dijo
Huen, con esa sola mirada hubiese sido capaz de matarlo, a causa del terror que
hubiese sentido. Pero ella no estaba libre. Y entonces, su rabia solo aumentaba
su diversión.
El
hechicero se le acercó. Con un movimiento de su mano, Asiyah quedó en el aire,
brazos y piernas extendidas en cruz.
Con lentitud deliberadamente cruel, buscando humillarla al extremo, Huen
abrió sus ropas, dejando el frente de su cuerpo completamente a merced de sus
ojos y manos. Asiyah lanzó un grito de furia salvaje al sentir las manos del
hechicero recorriéndola lascivamente y
deteniéndose sobre su sexo, abriéndolo, explorándolo. De pronto sintió las
garras clavándose en su interior. Él estaba usando sus largas uñas para herirla
en su carne más tierna. Se resistió a su boca, aún cuando él arrancaba y
retorcía dolorosamente mechones de su cabello para forzarla a abrir la suya y
recibir su lengua.
-
Te
voy a hacer pagar por todo esto... Y si tocas a Enishi en alguna forma, aún de
la manera más insignificante... Te juro que me pedirás a gritos que te mate... Y
no lo haré por un largo, largo tiempo... Sufrirás como nadie ha sufrido sobre
esta tierra.- siseó en cuanto él la
soltó, pero no gritó. Nunca iba a darle el placer a aquel hombre de gozar de su
sufrimiento.
-
¿Me
estás amenazando?- Huen rió, introduciendo aún más sus garras en ella, mientras
la sangre se escurría cálida entre sus dedos- No voy a tocar a tu hombre...
hasta que cumpla con su tarea... Luego lo destrozaré lentamente delante de tus
ojos, mientras tanto, él verá como gozo
de ti ¿Aún crees que podrás alg...?-
Sus palabras
se vieron interrumpidas por el ataque inesperado de Mei Lin. La daga de
la vieja mujer se clavó en el vientre del hombre, y aunque él logró sacársela
de encima, la sorpresa del ataque y la herida en su cuerpo lo obligaron a soltar
a Asiyah por un instante del control que ejercía con su hechizo.
Eso era todo lo que ella necesitaba.
Atacado en dos frentes y herido
profundamente, el hechicero se descubrió inmerso en una situación completamente
opuesta a la que había planeado y casi consumado momentos antes.
La
Yinniyeh recuperó el control de la situación y redujo al hechicero a una
defensa desesperada. Los ataques de ella eran tan veloces que no podía fijarla
para volver a aplicarle el hechizo para capturarla. Aún así, había logrado herirla seriamente y solo era cuestión de
tiempo para que alguno de los dos cayera, debilitado.
<Todo es culpa de la vieja... Maldita
perra... Si ella no me hubiera herido, la Yinniyeh jamás se hubiera soltado...
Debí haberla destruido inmediatamente. Pero no le daré una segunda oportunidad>
Mei Lin vio con horror como Huen abandonaba
por instante su ataque contra Asiyah y dirigía una bola de fuego azul contra
ella.
Asiyah no tuvo tiempo de pensar su siguiente
acción, y saltó sobre él, absorbiendo el impacto del ataque del hechicero sobre
Mei Lin completamente y salvándola así de la muerte.
En el curso de la maniobra, inesperadamente,
Asiyah cayó sobre él, con todo el peso de su cuerpo y lo arrojó al piso, junto
a Mei Lin, que aprovecho la oportunidad para golpearlo en la cabeza con un
candelabro que había caído cerca de ella. El brujo dejó de moverse. Delante de
sus ojos, pasó de ser un jovencito, a un viejo cubierto de arrugas.
-
¿Esta
muerto?
-
No,
por fortuna- dijo Asiyah- Voy a
deleitarme haciéndolo pagar por lo que dijo e hizo.
-
Ama...
Estas herida...
-
¿Ama?-
Asiyah dijo con sorna, clavando sus pupilas aún doradas en ella. El escalofrío
que recorrió a la anciana fue visible para ella. - No necesito tus burlas
ahora. Ayúdame con esta basura.
Ataron y amordazaron al hechicero. Asiyah fue
muy cuidadosa, no podía permitirse el darle la oportunidad de volver a
pronunciar las palabras con que la habían capturado. Y sus manos probaron
acabadamente ser igualmente peligrosas, por lo que las inmovilizó y separó
completamente.
Luego, trastabillando, atravesada por el
dolor y dejando un reguero de sangre, fue al sitio que Tomoe le había indicado.
Y allí estaba.
La espada tenía una empuñadura y una funda
simples, de madera lisa, sin tallar, la única peculiaridad exterior era una
especie de sello con letras extrañas incrustado en el costado de la vaina.
La hoja era una historia aparte. Era delgada,
de no más de dos o tres centímetros de anchura, afilada por ambos lados. Tenía caracteres chinos, pero también en por
lo menos dos idiomas más, uno de ellos su propia lengua, y el otro no podía
reconocerlo.
-
Bien
podemos irnos a casa.- dijo ella finalmente, aferrando con fuerza la espada. Se
sentía débil y mareada por la pérdida de sangre, el dolor, y los impactos que había recibido.
-
¿Qué
hacemos con éste?- Mei Lin aún tenía la suficiente presencia de ánimo para
abrir la boca.
-
Lo
llevamos con nosotras.
-
Si
lo cargamos en los caballos...
-
¿Quién
dijo que usaríamos los caballos? No llegaríamos a dar dos pasos en las condiciones en que estamos.
-
¿Pero
entonces, como... ?
-
Hay
otras maneras de viajar... Ayúdame a cargarlo...
Con el último remanente de su fuerza, Asiyah
abrió un portal mágico y aparecieron en la biblioteca de la mansión, ante
la aterrada mirada de Mei Lin, que no
comprendía como habían regresado allí.
Apenas puso un pie en su casa, Asiyah se
desplomó sobre sus rodillas. Sus ojos
fijaron su atención en un par de botas negras que se detuvieron a su lado.
Sabía perfectamente a quien pertenecían... Levantó la vista y le sonrió.
-
¡Hola!
Traje invitados... –con tono casual, pero apenas audible, pronunció aquellas
palabras, las últimas antes de desmayarse, mirando al shockeado Enishi a los
ojos.
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Mayo 14 de 1880.
El lugar, la colina llamada Kioisaka.
Okubo Toshimichi, el Director del Ministerio del Interior, tal vez el hombre más poderoso del Japón, se dirigía velozmente a una cita con su destino.
< La reunión será larga. Y aún debo ocuparme de varios asuntos en el Ministerio... Me encontraré con Himura al final de la tarde... >
Una semana atrás, había enviado al temido Miburo a probar si Himura Battousai estaba en condiciones de enfrentar a la nueva amenaza que se cernía ominosa sobre el cielo del Japón.
La prueba, aunque había finalizado casi con la mutua exterminación de ambos hombres, le había dado la primera noticia alentadora en mucho tiempo para detener ese peligro.
Aquel día tendría la respuesta de Battousai. Conocía al hombre muy bien, y confiaba en que su alto sentido del deber se impondría sobre el voto personal de no matar.
En este caso, el bien de la nación dependía de que Battousai acabara definitivamente con el terrible hombre que deseaba sumir en llamas y caos el país: Shishio Makoto.
Y eso se imponía sobre todo ideal individual.
Solo esperaba que sus egoístas amigos no tuvieran la suficiente influencia sobre el antiguo Hitokiri para impedirle cumplir con su deber hacia su patria.
Afuera, una figura de pequeña estatura acortaba las distancias hacia el carruaje, con paso veloz.
- Seguramente aceptará... - murmuró el hombre para sí- No... debe hacerlo. Si Himura no actúa...
La figura había alcanzado al coche en movimiento y se había subido al estribo.
- ...el país será destruido- continuó su pensamiento en voz alta el hombre sentado en el interior del carruaje.
La puerta del coche se abrió de repente y el rostro de un muchacho se asomó por ella.
- Los muertos no necesitan preocuparse por el futuro del país.- Seta Soujirou acalló los gritos de Okubo con una mano firmemente apretada contra su boca, mientras sonreía- Tengo un mensaje de parte de Shishio-sama “ Fue una buena idea enviar a Himura Battousai para asesinarme, pero al fin de cuentas será un intento estéril. Este país será mío, de todas formas.”
Soujirou sacó una daga de entre su ropas y la clavó en el corazón de Okubo, matándolo en el acto.
Afuera, un grupo de personas armadas detenía y rodeaba el carruaje. Se oyeron gritos partiendo de los hombres.
- ¡Soy el samurai Shimada Ichirou de la provincia de Ishikawa!
- ¡Yo soy Chou Tsurahide de la misma provincia! ¡Okubo, truhán, preparate para responder por tus crímenes!
Tras una corta lucha, los cuerpos de los cocheros cayeron sin vida del pescante.
- ¡Perfecto! ¡Los hombres de Okubo ya no son molestia! ¡Vamos!- ordenó Shimada, que parecía dirigir el grupo
- Está ...está muerto...- dijo uno de los hombres, cuando al abrir la puerta del coche el cuerpo de Okubo se desplomó a sus pies
- Alguien se nos adelantó...- dijo otro de los siete hombres
- ¿Qué sucedió? ¿Qué vamos a hacer ahora?- había un tinte de confusión entre aquellos samurai
- Ya enviamos las amenazas de muerte a los periódicos...
Shimada se adelantó y hundió su espada en el cuerpo inerme.
- ¿Qué haces?- preguntó Chou turbado ante las acciones de su compañero
- No importa lo que en verdad sucedió. No hay testigos. Así que hemos sido nosotros quienes matamos a Okubo
Rato después, una multitud horrorizada se reunía en el lugar.
Himura Kenshin contemplaba lo ocurrido y trataba de reunir información de los murmullos de la gente a su alrededor, cuando una voz a sus espaldas le dijo casi en un susurro:
- Si no desea morir también, por su propio bien no desafíe a Shishio-sama.
Cuando Kenshin giró para enfrentar al dueño de la voz, ya no había nadie allí.
< Shishio Makoto>, pensó Kenshin.
Sólo había una elección posible.[iv]
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La elegante mujer deslizó la capucha de su capa sobre sus hombros mientras observaba a su alrededor
El interior de la cabaña era tan humilde y austero como el exterior.
Antes de que encontrara un lugar donde sentarse a esperar al dueño del lugar, la puerta se abrió, recortando la sombra de una alta figura.
- Ah... llegaste antes de lo que esperaba...
- Comenzó antes de lo que suponía...
- ¿Cómo están las cosas en China?
- No lucen muy prometedoras.
- Él ya esta en camino.
- ¿Qué harás?
- Veré que han hecho los años con su espíritu. Luego, tomaré mi decisión.
Hubo un prolongado silencio, que la dama rompió.
- ¿ No vas a convidarme con un poco de tu buen sake? En verdad que el ser un ermitaño ha dañado permanentemente tu urbanidad y cortesía...
- ¡Ah, calla mujer! Con el esposo que conseguiste, deberías estar acostumbrada...
- Deberías ver cuan domesticado está en la intimidad de nuestra casa... - rió ella- Pero no he venido a eso. Debemos planificar nuestras acciones. Se avecinan días muy difíciles. El enemigo esta actuando cada vez más osadamente. Y no solo no hemos podido detener su avance sino que han ganado terreno.
- Te dije que ponías demasiadas esperanzas en los eventos de China... La gente del continente nunca ha sido demasiado inteligente para descubrir las cosas. Solo son más que nosotros, pero el número no tiene que ver con el genio.
- Paciencia. Aún no los descartes. Estoy segura de que hallaremos el modo de que las cosas salgan como deben.
- A veces la mejor defensa es un ataque. Creo que no solo deberíamos desecharlos, sino directamente eliminarlos y contar sólo con lo que ya tenemos. Si las cosas se salen de control, ellos podrían ser malas noticias.
- ¡No! Deben trabajar los cuatro unidos, y la chica de Tokio debe ser entrenada y alistada también. De hecho, la he estado estudiando y hay al menos otro prospecto interesante para sumar. De hecho, tal vez sea más interesante que la otra chica, pero desafortunadamente los lazos que estableció con él son de amistad solamente. En cambio con la otra...
- Confío en tu juicio. Sabes que no me gusta salir de aquí. No tendría la paciencia de seguirlas o estudiarlas.
- Ah... pero en algún punto deberás entrenarlas...
- Un genio como yo no pierde el tiempo con principiantes. Envíamelas cuando estén suficientemente preparadas. No tengo edad ya para lidiar con niños y malcriados.
- Date un poco de crédito.
- Mira lo que sucedió la última vez que traté con un niño obstinado y caprichoso...
- No te eches la culpa. Él tomó sus decisiones.
- Pero era mi responsabilidad que comprendiera las enseñanzas... Se fue porque no supe enseñarle...
- No tiene caso... Hace casi quince años que te echas la culpa de lo ocurrido. Ya hemos tenido esta conversación en más de una oportunidad desde entonces, y no ha servido de nada. ¡Ah! Basta ya con el pasado. Hay que pensar en el futuro.
- De acuerdo... Empecemos.
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N de la A:
Seguro que ya se dieron cuenta de quien es el hombre que habla con la dama en la última escena...
Pero... ¿quien será la dama? A Uds...¿quien les parece que puede ser? Los escucho...