Rorouni Kenshin NO es de mi
propiedad: ¿Conformes?
Recuerdo: La acción se
desarrolla desde unos meses antes del Arco de Kyoto hasta poco tiempo después
del Arco del Jinchuu, así que si no los leyeron (o no vieron el anime del Arco
de Kyoto), quedan advertidos, lo que sigue contiene muchos adelantos y cosas
que suceden en estos.
El siguiente capítulo esta
situado temporalmente entre el final de la primera lucha de Aoshi con Kenshin y
los acontecimientos con Itsurugi Raijuuta y el joven Yutaro.
Lizett, Mae_chan, kamui y todos
aquellos que me alientan a seguir adelante, MIL GRACIAS.
La verdad es que a veces me
siento un tanto descorazonada porque pienso que tal vez no estoy escribiendo
algo interesante, al no tener
respuestas allí afuera. Muchas gracias por su apoyo.
Kamui : Estoy segura de que
tu paciencia va ser recompensada cuando llegue el momento
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Capítulo 14
Como era habitual a aquella
hora del día, el mercado se hallaba lleno de compradores.
La melena, oscura y brillante como el ala de un cuervo, se sacudía muy
cerca de su rostro atada en una alta cola de caballo, guiándolo como una
antorcha en medio de la abigarrada muchedumbre que se hallaba enfrascada en las
compras cotidianas.
La dueña de aquel cabello, una mujer joven, vivaz y pequeña, discutía
con un muchachito que iba a su lado. Sonrió, mientras su mirada se suavizaba al
contemplarlos. Era bueno volver a la familiar rutina y a la cotidianeidad...
Los últimos días habían sido difíciles, por decirlo de alguna manera.
Aunque habían pasado diez años desde el final de la guerra, era
evidente que muchos hombres aún vivían inmersos en el pasado.
Primero había sido Jin’e. Un estremecimiento lo recorrió al recordar lo
cerca que había estado de retornar a ser el monstruo de su pasado. Lo había
dominado casi por diez años y en un instante... surgió de las profundidades de
sus alma, como si nunca hubiera dejado de estar en la superficie. Si no hubiera
sido por ella...
Y apenas se recuperaba del incidente cuando surgió el asunto de la
doctora de Aizu, el traficante de opio... y los Oniwabanshuu.
Sabía que era ilusorio pretender que alguien como él tuviese la
oportunidad de tener una vida pacífica, y lo aceptaba. Era el precio que debía
pagar por su pasada vida de pecado y sangre, y el verse envuelto en esas
cuestiones era su forma de buscar la redención.
Sin embargo, lo que más lo preocupaba era el hecho de que su nueva
familia se había visto envuelta una y otra vez en aquellos sucesos.
El único camino sensato era volver al camino, a su vida de vagabundo.
Pero, por primera vez en diez años, deseaba ser egoísta.
La soledad de la travesía, el dolor por el rechazo de la gente al
reconocerlo por lo quien había sido y no por lo que en verdad era habían hecho
mella en su espíritu.
Volvió a posar sus ojos en la joven y el niño que los precedían.
Ella era ciertamente alguien fuera de lo común.
No solo le había dado un nuevo sentido a su vida, aceptándolo sin
importarle su pasado, dándole un lugar al cual retornar cada día y al que en su
corazón empezaba a llamar su hogar, sino que había hecho lo mismo con aquel
muchachito a su lado, un huérfano samurai, obligado por los Yakuza a
convertirse en ladronzuelo.
También había recogido a un ex pandillero, y protegido a la
doctora de Aizu caída de la gracia al
haber producido opio para Takeda Kanryuu, aunque fue fuera obligada a ello.
En verdad, eran un hato de indeseables, parias sociales a los cuales
ninguna persona honorable desearía acercarse.
Aún así, esa jovencita de
carácter irascible, de incontenible vitalidad y enorme espíritu, les había
abierto su casa... y su enorme corazón. Todos ellos tenían una segunda
oportunidad gracias a ella.
¿Cómo podía alejarse de esa bendición que Kami-sama había puesto en su
camino?
Diez años de soledad eran mucho tiempo, aún para alguien que tenía la
certeza de que pasaría por lo menos las próximas cinco encarnaciones pagando
por los crímenes de la presente vida.
¿Acaso era tanto pedir desear que un rayo de sol iluminara por una vez
su vida, aunque tan solo fuese por un corto tiempo?
Porque era inevitable que tuviera que volver al camino. De eso no tenía
duda. Y los acontecimientos de los últimos tiempos se lo confirmaban.
Pero no aún. Necesitaba un poco de paz, un poco de quietud, una pizca
de afecto, de calidez familiar. Hasta la horrorosa comida que ella cocinaba
sabía deliciosa porque era compartida en un hogar...
Su único temor era que sus enemigos pudiesen buscar venganza en
aquellas maravillosas personas.
Por más que ansiase quedarse, si había indicios de que esto ocurriera,
esa sería la señal para regresar a su vida errante.
Muy dentro de su corazón, anidaba el mayor de los terrores, y era que
aún cuando hubiese partido sus amigos pagaran por las faltas de su terrible
pasado.
Sin embargo, ya no había solución. Desde el momento en que había
entrado en sus vidas, esa era una posibilidad concreta, real, tanto que se
había corporizado en Jin’e. Solo quedaba esperar que aquel fuese un caso aislado,
y que los dejasen en paz una vez que él se hubiese alejado de sus vidas.
Pero hoy no era el día de partir.
Hoy, era el día para aprovechar sus risas, sus peleas interminables,
las tareas de la casa que le daban una sensación de continuidad, de pertenencia...
-
¡Kenshin! ¿Por qué no estas prestando atención a lo que te estoy
diciendo? ¿ Y por que traes esa sonrisa tonta en el rostro?
-
¿Oro?- el golpe en la cabeza esta vez lo sorprendió. Realmente se había
distraído demasiado.
-
¡Mou, Kenshin! Mejor quédate aquí con Yahiko. Yo revisaré las cintas, y
veré si hay alguna que pueda incluir dentro de los gastos.
-
Kaoru-dono... Preferiría que la
acompañásemos...
-
No tendríamos dinero suficiente para pagar los daños que causarías por
tu distracción. No, Kenshin, te agradezco. Espérenme aquí, y ten estos paquetes
Mientras trataba de mantener los paquetes y el tofu en su lugar sin que
cayera a la acera, a vio alejarse sacudiendo la cabeza y murmurando acerca de
la responsabilidad de las personas descuidadas, que no sabían cuidar aquello
que se les daba en calidad de préstamo.
Una sonrisa apareció en su rostro ante el comentario intencionado de
Kaoru. Recordaba aquella tarde en el río, cuando ella lo obligó a tomar su
cinta favorita, comprometiéndolo a devolvérsela después de enfrentar a Jin’e.
Una forma tan inocente de pedirle que se quedara, y que simplemente
viviera...
La lucha con Jin’eh... Su herida, la cinta manchada de sangre...
Había logrado quitar las manchas por completo, pero no se la había
devuelto a Kaoru.
< Después de todo, un Hitokiri es un Hitokiri hasta la muerte. Te
observaré desde el Infierno a ver cuanto tiempo puedes conservar tu utopía de
vagabundo errante>[1]
Las últimas palabras de Jin’eh
aún resonaban en su mente.
Sí, era un Hitokiri, no había forma de negar su naturaleza. Y todo lo
que tocaba, lo manchaba, lo contaminaba. Como la cinta de Kaoru, de Kaoru-dono,
se corrigió.
Por eso no se la había devuelto. Por eso, y porque deseaba tener algo
con que recordarla cuando se marchara algún día. Algo como el pequeño trompo de
madera que conservaba de su niñez, algo como la pequeña botella de esencia de
capullos de ciruelo blanco... Todos fragmentos de su pasado. Algo más para
recordar que su vida no era una pesadilla, que había vivido.
- ¡ Hey Kenshin! Busu tiene razón, estas muy raro hoy... - antes de que
Kenshin pudiera contestarle, el chico se puso de pie y comenzó a agitar su
mano, haciendo señas a alguien- Ahí regresa Kaoru
La vio deslizarse con gracia hacia ellos. ¡Qué equivocado que estaba
Yahiko! Ella era la mujer más hermosa
del mundo, la más graciosa, más graciosa y exquisita que la más requerida
geisha del Japón, más digna de reverencia y adoración que la Emperatriz
misma...
Pero le estaba prohibida.
Tan prohibida como la espada del asesino.
¿Cuándo se había enamorado de ella? Eso era sencillo: en el momento en
que lo aceptó a pesar de su monstruoso pasado.
Pero, se recordó con amargura que sólo una vez antes había permitido
que tal tibieza anidara en su corazón... Y las consecuencias habían sido tan
terribles...
Nunca más cometería aquel error, no importaba cuanto deseaba tener a
aquel ángel de bondad en sus brazos, no importaba cuantas noches pasaba en vela
pensando en ella.
“Un Hitokiri es un Hitokiri
hasta la muerte”
La verdad de esas palabras era tan real como el sol en el cielo.
No iba a permitirse manchar aquella perfección, aunque su corazón se
desgarrara de dolor.
Ella no merecía conocer ese sentimiento. Y haría todo lo que estuviera
en su mano para evitarlo, aún morir si era necesario.
Pero hoy no. Hoy la muerte estaba lejana.
-
Ah... es una lástima... No podemos costearnos este lujo... En fin...
tendré que ahorrar por algunas semanas... Volvamos a casa. Hoy yo me haré cargo
de preparar la cena.
-
¡Oi! Busu... ya fue suficiente conque nos arrastraras media tarde
haciendo compras y cargándonos como burros con paquetes... ¡Ahora quieres
terminar de matarnos con tu comida! ¡Ten piedad de nosotros!
-
¿Qué dijiste?
-
Maa... maa... Kaoru-dono, Sessha preparará un baño para Ud. y mientras
lo toma se encargará de la cena.
-
¡Oh, sí! ¡Kami, gracias por oír mi ruego!
-
¿ Que quieres decir Kenshin? ¿Tú prepararás la cena porque también tu
odias mi comida?
-
No... Kaoru-dono, Sessha no quiso nunca decir tal cosa... Sólo pensó
que tal vez, Ud. estuviera demasiado cansada para tener que cocinar para
nosotros.
-
Bueno a decir verdad... Las clases que dí esta mañana en el dojo
Makekawa me dejaron bastante fatigada... y las compras ahora... Tal vez tengas razón
Kenshin... Pero mañana me haré cargo del almuerzo. Y es definitivo. En cuanto a
ti, Yahiko-CHAN... Oh...mañana deberás limpiar el dojo de punta apunta y
realizarás 500 katas por faltar el respeto a tu Sihondai.
-
¡Oi! ¡Busu! ¡No es justo! ¿Porque me castigas? ¿Por decir la verdad?
-
Que sean mil katas...
Finalmente el chico optó por callarse, y Kenshin no pudo reprimir una
risa suave al mirar a su pequeña familia.
Mañana, Kaoru-dono tendría una nueva cinta, una con el color de sus
ojos. El se haría cargo de ello.
Era bueno soñar que se tenía una vida...
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Más de diez años buscándolo, esperando el momento preciso... Y éste
estaba cada vez más cerca.
El fuego de la caza anticipada corría por sus venas.
La presa estaba tan al alcance de sus manos... Tan indefensa... tan
confiada...
< Paciencia... sólo unas cuantas semanas más... >
Evidentemente, los años habían jugado en contra de su futura víctima.
En otras épocas hubiera sido imposible acercársele tanto sin que lo
notara inmediatamente.
Hasta había dudado en continuar con el juego, no tenía caso cazar una
presa débil, que no valía el tiempo ni la molestia... pero lo que vio en el
templete semanas atrás lo convenció de lo contrario.
Tal vez estaba fuera de forma, pero su futuro trofeo aún valía la pena.
Quizás, necesitara algo que lo volviera afilado nuevamente, que le
quitara la herrumbre del estúpido capricho de convertirse en el pacífico ser
que pretendía.
Ah... pero él sabía la verdad... el demonio aún yacía en su alma.
Tanto como en la suya.
Era inútil tratar de correr, escapar o esconderse.
Tarde o temprano, subiría a la superficie, lo quisiera o no.
Entonces era mejor hacer las paces con esa parte terrible y poderosa de
uno mismo, y convivir con ella lo mejor
posible.
Era una idiotez tratar de dividir lo que era una sola alma. No había
lado bueno y lado malo. Se era un todo. Y se aceptaba uno tal como era... o de
lo contrario era mejor quitarse la propia vida.
Los siguió escudándose en la multitud hasta el dojo que era propiedad
de la chica.
< Que patético... > pensó al ver a su presa reducida al
estado de sirviente de una muchachita, quedando en ridículo mientras trataba de
no caerse, cargado de paquetes y tofu.
Le haría un favor al matarlo, realmente había llegado al fondo de la
miseria humana.
Dio vuelta en la esquina y siguió su ronda habitual por las callejuelas
de Tokio.
Solo se detuvo a varias manzanas del dojo para encender un cigarrillo.
Luego continuó su marcha bajo la luna llena, sonriendo con anticipación.
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Kyoto.
Otra vez los callejones oscuros, los gritos, las casacas de los
Shinsengumi tras de él...
Sangre y más sangre...
El mismo paisaje familiar, la misma pesadilla de siempre.
Pero había algo distinto esa noche.
Alguien lo observaba desde las sombras.
Y no era una persona de su pasado.
No era un fantasma que venía a acosarlo.
No era un alma que venía a castigarlo.
Era un espectador.
- “¿Quién eres? ¡Muéstrate! Sé que estas ahí...”
- “¿Quien eres tú?” – preguntó la voz de una mujer joven
-
“¡He dicho que te muestres!” – tronó Battousai
- “¿O si no, qué? ¿Me acabarás como a todos los demás?”
Como había pensado, una mujer joven salió de entre las sombras de las
casas del Kyoto de sus pesadillas, del Kyoto de su pasado. Tenía el cabello
larguísimo y rojo, del mismo exacto color que el suyo. Sus extraños ojos verdes
parecían atravesarlo. Un saco gris, caía sobre sus hombros.
-
No me amenaces. Nunca más. No voy a tolerarlo. Y además, aquí no puedes
dañarme. Pero yo a ti sí.
-
¿Quién eres? - volvió a preguntar Battousai
-
¿Por qué haces esto?- hizo un gesto amplio con la mano señalando los
cuerpos desparramados grotescamente a su alrededor
-
Era necesario... para que surgiera la nueva era... la era de igualdad,
paz y progreso para todos...
-
No es cierto... Sólo amas la sangre...
-
¡No! ¡No es así! Yo... yo no quiero... nunca quise... Esto es un
tormento... fue un error...
-
¡Dí la verdad!- la voz de la mujer adquirió un filo peligroso, y cuando
la miró a los ojos se vio reflejado en las ambarinas pupilas, tan familiares.
Eran iguales a las suyas... El cabello de ella ahora era un halo de fuego que
la envolvía y se acercaba a él, amenazador.
-
¡Es la verdad!
Se despertó gritando
aquellas palabras, empapado en sudor, sentado en el medio del futón
La puerta de su habitación
se deslizó, revelando la figura de una preocupada Kaoru, que traía una lámpara
en su mano.
- ¿Kenshin? ¿Qué
sucede?
- No... no es nada
Kaoru-dono, estoy bien- apoyó su mano derecha sobre el hombro de ella para
reafirmar sus palabras.
Deseaba que ella regresara a
su cuarto para poder ordenar en su mente lo que acababa de experimentar.
La confusión lo inundó
cuando sus ojos se posaron en su otra mano y descubrieron que sostenía un saco gris, cuyo perfume a sándalo y capullos
de ciruelo blanco golpeó de pronto sus sentidos...
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Habían pasado días desde su
último sueño y aún seguía profundamente perturbada.
En realidad, no sabía si era
correcto llamarlo así.
Había hablado con él.
Había visto la tristeza, el
remordimiento y la desesperación en sus ojos.
Y aún así, lo había juzgado
con dureza, lo había amenazado y justo antes de despertar, casi lo había
atacado.
No podía explicar de donde
provenía tan violenta hostilidad hacia aquel otro Yinn desconocido.
¿Quién era él? ¿Y dónde
estaba? Y tal vez, algo más importante ¿por qué se sentía tan profundamente
repelida por ese hombre y las visiones?
Cierto era que el paisaje
era atroz, repugnante y que eso justificaba su disgusto por el lugar.
Pero nunca había
experimentado tanta simpatía por el género humano como para que una matanza sobre
esos seres la conmoviera hasta casi el punto de odiar a uno de sus congéneres,
sobre todo sin siquiera conocerlo ni oír los motivos de sus acciones.
¿Qué papel jugaba en aquel
complicado rompecabezas que estaba descubriendo alrededor de Enishi y ella?
-
Asiyah-san... Está muy
pálida... – Soujirou la miraba con curiosidad.
Asiyah podía afirmar sin
temor a equivocarse que desde la noche de la llegada de Shishio, el jovencito
no le había perdido la pista ni por un momento en las oportunidades en que el
grupo se hallaba reunido, aún después de la partida de sus invitados a otra
residencia a pedido de ellos mismos, como había previsto después del primer
encuentro.
Como le había anunciado,
ella había acompañado a Enishi a todas y cada una de los encuentros que habían
mantenido con Shishio y su gente, y de hecho, no lo había dejado a solas
prácticamente en casi ninguna circunstancia, aún cuando él no sabía de su
presencia.
- Tengo un poco de frío, eso
es todo.- A pesar de hallarse a mediados de la primavera, estaban
experimentando un clima inusualmente frío, así que la excusa era valedera.
- Tal vez debería haberse quedado en la
casa.
- Creo que por su experiencia
con Yumi-san debería saber que nimiedades de este tipo no impiden a mujeres como nosotras estar donde y
cuando debemos.- Asiyah sonrió levemente y apartó su mirada de Soujirou,
buscando a Enishi.
Sadoshima y Shishio estaban a
su lado, revisando nuevos modelos de armas, y probándolas. Yumi se hallaba a
escasa distancia de Shishio, sosteniendo un parasol sobre su cabeza, a pesar de
que los rayos del sol de aquella tarde eran suaves.
Con el paso de los días, y
observando a Shishio cuidadosamente, además de haber conseguido que Enishi le
diera acceso completo a toda la información que había recopilado sobre el
sujeto, llegó a una conclusión: Shishio era un demonio que se había posesionado
de un cuerpo humano, y no un demonio con cuerpo propio, como había pensado en un principio.
Hacía milenios, cuando
algunos Yinn se habían revelado y tratado de destruir a los humanos antes de
que fueran establecidos en la Tierra, el castigo que los rebeldes más poderosos
recibieron fue el de perder la forma física y vagar hasta el Día Final entre
los mundos, contemplando, deseando poder caminar orgullosos como antaño entre
las criaturas... sin nunca poder hacerlo.
Sin embargo, de vez en
cuando, lograban hacerse del cuerpo de algún humano lo suficientemente tonto
para ser convencido de permitirles la entrada, porque solo podían apoderarse de
una forma física con el consentimiento de su dueño, cuya alma por contrapartida
quedaba flotando en el espacio que antes había ocupado el demonio en cuestión.
En general, aún el más incauto humano tenía serios reparos en compartir o
entregar su cuerpo a cualquier entidad, así que afortunadamente, tales
posesiones eran harto infrecuentes.
A juzgar por el cuerpo en que
se paseaba, Shishio, o más adecuadamente la entidad que ocupaba el cuerpo del
que alguna vez fuese Shishio Makoto, debió haber aprovechado el instante de la
agonía del antiguo Hitokiri para forzar su paso a aquella forma física.
Aquello explicaba
satisfactoriamente el estado de su cuerpo, y como había sobrevivido a la
severidad de las heridas.
No le cabía dudas que ese era
el caso, pero de todas maneras le quedaba la tarea delicada y peligrosa de
confirmarlo.
Debido a la limitación física
de los cuerpos que ocupaban, el poder de aquellos demonios, terrible e
inenarrable cuando poseían su verdadera forma, era sólo una fracción del
original. Aún así, seguían siendo adversarios terribles incluso para cualquier
Yinn de mediano poder.
Pero la forma física que
ocupaba Shishio, estaba muy dañada. Era evidente que había buscado una
hechicera para que se hiciera cargo de mantenerlo apto, y dependía enormemente
de ella.
Si se presentaba la necesidad
de una confrontación, él todavía tenía las de ganar. Pero Asiyah tenía la casi
certeza de contar con una oportunidad seria de defenderse... y también a
Enishi.
Un movimiento sospechoso
captó su atención. Shishio se había quitado uno de sus guantes y parecía estar
interesado en revisar el modelo de ametralladora que la gente de Enishi había
desarrollado en Shanghai.
Era mucho más ligero, rápido
y eficiente que la versión original americana, y contaba con la ventaja de
poder desarmarse y reensamblarse con facilidad, lo que garantizaba su paso por
fronteras menos porosas y más controladas que las del Asia Central, como lo
estaba siendo la japonesa en los últimos meses, a causa del nombramiento de un
nuevo y despiadado Jefe de Inteligencia. Lo que la red de informantes de Enishi
había averiguado era solo un rumor, pero de ser cierto podría explicar la
reciente eficiencia e
implacabilidad de los servicios de
seguridad japoneses respecto a sus últimos embarques hacia las islas. Se decía
que el nuevo jefe era un antiguo Shinsengumi, tal vez el único sobreviviente de
los temidos Miburos, compañero del propio Okita. “Exterminar al mal
instantáneamente” había sido el lema del grupo. Y si en verdad la información
era correcta, significaba problemas para el futuro de la organización de Enishi
en Japón.
Detectó la intención de Shishio de tomar contacto físico directo con Enishi con un
movimiento fingidamente casual. Antes de que pudiera tocar la piel expuesta de
la mano de su compañero, Asiyah interpuso la suya entre los dos, parada del
lado opuesto de la ametralladora al que ambos se hallaban. Un suave resplandor
rojizo, casi imperceptible se produjo al rozarse levemente ambas manos.
Soujirou ni siquiera tuvo
tiempo de reaccionar. No la había visto moverse siquiera. De pronto, estaba a
su lado, a no pocos pasos de Shishio-sama, y en un pestañeo, no solo se había
acercado a su jefe, sino que había rodeado al grupo y se había interpuesto de
alguna manera entre Shishio-sama y Yukishiro.
< Sorprendente... Me
pregunto si sería capaz de... no, una mujer es incapaz de un sukuchi >,
se dijo Soujirou.
Shishio miró con fiereza a la
joven, y se sorprendió al recibir una mirada equivalente de parte de ella.
Sonrió.
La pequeña perra se atrevía a
enfrentarlo... Sería un placer acabar con ella... a su debido tiempo.
Enishi, había dado la vuelta,
rodeando el arma y ahora se hallaba al lado de Asiyah, posando una de sus manos
sobre su hombro.
Y él había notado el
resplandor.
Estaba agradecido por el
cuidado que ella se tomaba en protegerlo, pero se sentía terriblemente
frustrado a la vez.
Desde hacía muchísimos años
que se bastaba absolutamente a sí mismo.
Saberse a merced de
circunstancias que prefería no conocer, lo hacía sentirse débil. Y aquella era
una emoción que desde que lo rescataran de las calles deseaba nunca volver a
experimentar.
La sola idea de depender de
otros le daba náuseas.
Asiyah debía encontrar alguna
manera de que ese famoso espíritu mágico se despertara en él lo más rápidamente
posible, porque por lo que ella estimaba, este tipo de situaciones, podían
presentarse con relativa frecuencia. Y no estaba dispuesto a seguir escudándose
en ella. No se sentía... correcto.
Aún siendo ella quien era, él
seguía siendo un hombre. Y no era decente que ella ocupara el lugar que a él
le correspondía.
Por supuesto que quería una
compañera fuerte, capaz de seguirlo aún al propio Infierno.
Las flores delicadas podían
adornar, pero se ajaban con facilidad.
Él no quería una flor
delicada.
Él quería una flor del
desierto, que prosperaba aún sobre la dura roca y soportaba las inclemencias de
los elementos, y incluso con todo aquello seguía siendo hermosa.
Asiyah era su flor del
desierto.
Pero las flores, aún las
salvajes que crecían en el desierto, no protegían a sus poseedores.
Tenía que hallar una solución
a su problema actual. Rápido.
- Ah, Asiyah-san... ¿Qué le
parece esta belleza?- preguntó Shishio, aún con la mirada clavada en la suya.
- Es evidente que Ud. tiene
su opinión formada. Para mí no tiene nada de hermoso. Es eficiente, sí. Y muy
recomendable para sus fines. Por cierto, la hechura de las fabricadas en
Shanghai es mucho más fina y sofisticada que las americanas. Estoy segura de
que ya lo notó. El precio además es muy razonable. ¿Cuantas desea que
embarquemos en su pedido?
- Ah... No sabía que era Ud.
quien se encargaba de esos pormenores...
- Es una cuestión de
practicidad- comento Enishi con una amplia sonrisa, mientras se acomodaba las gafas
con dos dedos- Ella se ocupa de los detalles... administrativos... Me ahorra
mucho tiempo para... otras cuestiones
- Comprendo... Houji la verá
por la mañana entonces y culminarán los detalles entonces.
- Excelente ¿Pasamos al
salón?- Enishi indicó una especie de pabellón ubicado en el fondo del campo de
práctica- El clima esta un poco frío. Sería adecuado tomar un poco de té antes
de regresar. Además, quisiera mostrarle...
Mientras se dirigían hacia el
edificio, ella se ubicó entre ambos hombres, tomando a Enishi del brazo. Y Yumi
tomó una posición idéntica, quedando ambas mujeres una al lado de la otra.
A los ojos de los
observadores, la forma en que ellas se mostraban públicamente con sus hombres
era un comportamiento algo escandaloso para las costumbres de las damas
respetables, pero normal para mujeres como Asiyah o Yumi, unidas a hombres...
poco recomendables.
Sin embargo, ambas sabían que
no se trataba de una simple demostración de afecto.
Una vez dentro, Enishi
propuso mostrarle a Shishio los diseños de un nuevo tipo de navío que estaba en
fase experimental, pero éste les ordenó a Houji y a Soujirou que lo
reemplazaran.
Enishi le dirigió una mirada
preocupada antes de dejarla en compañía de Yumi y Shishio, pero Asiyah le había
hecho un gesto tranquilizador.
Entonces quedaron la
hechicera, el demonio y la Yinniyeh por primera vez a solas
-
¿Acaso crees que puedes seguir desafiándome y seguir entera por mucho
tiempo más?
-
No sé cuanto pueda durar, pero
no me haré a un lado sin dar pelea.
-
Niña, sabes que Shishio-sama te hará pedazos a la primera
oportunidad.¿Por qué no te nos unes? Si entregas a la bestia mágica sin oponer
resistencia, tendrías muchos beneficios
-
Supongo que tantos como los que este demonio prometió al estúpido humano
que le dio su cuerpo... Además, bruja, te sugiero que te mantengas callada y
solo me dirijas la palabra si yo te lo permito. – los ojos dorados de Asiyah
tomaron un mortífero tinte asesino- Tal vez una lucha con tu señor no me sea
favorable, pero sin duda que tú serás la primera en convertirse en polvo.
-
Bien, bien, bien... ¿Pero que
tenemos aquí? Una pequeña dragona... E inteligente también... ¿Cuánto tiempo
tardaste en figurártelo?
-
Confieso que me intrigó desde el
principio, pero en cuanto uno comienza a atar cabos...
-
Pero aún te falta mucho, pequeña
tonta.
-
Creo que sé lo suficiente para
intuir que el daño de este cuerpo es tal que no le permitiría enfrentarme por
más de diez o quince minutos.
La expresión de los ojos de
Shishio permaneció inmutable, pero la palidez que cubrió las facciones de Yumi
le indicaron que había dado en el clavo.
-
¿Qué le prometió al pobre iluso que ahora yace en el limbo entre los
mundos?
-
Asumes demasiado, niña. Él aún ocupa este cuerpo. Él y yo nos fundimos
en uno, por toda la eternidad. Era un hombre ambicioso y de visión, con gran
potencial. Hubiera sido una pena dejar a un ser tan útil vagando en la nada.
Sus habilidades, su espíritu, su maldad me alimentaron muy bien, y sirven
perfectamente a mis propósitos y él se siente muy feliz con mis metas
-
Lo que me lleva a preguntar cuales son en realidad...
-
No creerás que te los revelaré...
-
No... Si es inteligente no lo hará... Pero los demonios son tan
soberbios y arrogantes que a veces caen en la trampa...
-
Ah... esta es una ventaja que
adquirí del Hitokiri humano... Es justo
que te haga una pregunta también. ¿Cuánto sabe él?
-
No creerá que se lo revelaré-
respondió, parodiándolo- Sin embargo,
como es evidente, sabe mucho más que sus empleados.
-
Hablando del diablo... Allí
vienen... - Seta, Sadoshima y Enishi retornaban lentamente, hacia ellos, Enishi
hablaba con Sadoshima, pero sus ojos estaban fijos en ella, y podía adivinar su
mano lista para ir a la espalda, al escondite donde cargaba su revólver ante el
mínimo inconveniente. Shishio continuó-Protégelo
mientras puedas, pues vendré por ambos.
-
Y yo lo estaré esperando.
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Nota
Damas: No me tiren con nada. Comprendo que los pensamientos de Enishi suenan
extremadamente machistas, pero hagamos una composición tiempo-espacio.
Aún HOY en TODA Asia ideas como estas son el común denominador. En el
Japón de hoy, aún se arreglan bodas (aunque ya casi es la excepción y no la
regla), y las mujeres no pasan de puestos administrativos menores. Además se
espera que cuando se casen, dejen de trabajar. Hablo del Japón de HOY, no del
de hace 140 años atrás.
Nuestro personaje es producto de tal sociedad, que sin embargo era
BASTANTE más liberal que la China, o la Hindú. La situación de la mujer japonesa antes de la era Edo era
mejor que a posteriori, donde de pasar a tener un papel activo en la sociedad y
la Corte, comenzó a esperarse que ocupara un rol mucho más pasivo. Aún así, las
mujeres japonesas heredaban y tenían derecho de propiedad, cosa muy poco común
en el mundo de esa época, AUN EN OCCIDENTE.
Veamos este poema clásico chino:
Cuando nace un hijo
Es acunado en su cama
Arropado en túnicas
Sus vigorosos gritos proclaman su vigor
Usará brillantes rodilleras rojas
Será el señor hereditario de una Casa noble
Cuando nace una niña
Es acunada en el suelo
Vestida (solo) en pañales
Su juguete es el telar
No lucirá condecoraciones
Sólo se ocupará de la comida y la bebida
Y de no causar problemas a sus padres.
Si esto les parece duro... En Japón existían manuales con reglas para las mujeres muy, muy estrictas...
Hoy en día en China, cuando nace una niña, es muy probable que se la arroje a algún basurero, para que muera alli. Hay extensivos programas de adopción para niñas chinas en el extranjero.
Y en la India, los médicos llevan tomógrafos portátiles y practican abortos por 40 dólares a aquellas mujeres que no desean tener niñas. En uno y otro país (China y la India) el desequilibrio entre las tasas de varones y mujeres esta incrementándose rápidamente y se espera que presente un serio problema en las próximas décadas.
Imagínense lo que era la situación hace más de cien años...
Así que a pesar de que los comentarios de Enishi pueden sonar un tanto machistas, teniendo en cuenta el lugar que le permite tomar en su vida a Asiyah es bastante “progre” el chico...
Por supuesto, había mujeres poderosas que rompían el molde en todas estas culturas. No olvidemos que para el tiempo en que se desarrolla el fic, en China estaba en el poder la llamada Emperatriz Viuda, recordada por ser tal vez la última soberana efectiva de China, que enfrentó a los occidentales en numerosas oportunidades, la más famosa tal vez la de la Rebelión de los Boxers, sobre la cual se basó la antigua producción hollywoodense “Cincuenta y cinco días en Pekín”.